DOMINGO II DE CUARESMA (B)
Homilía del P. Valentí Tenas, monje de Montserrat
14 de febrero de 2016
Dt 26,4-10 / Rom 10,8-13 / Lc 4,1-13
Queridos hermanos y hermanas,
Años atrás, un amigo pidió un crédito limitado en una entidad bancaria. El diligente
director de la sucursal comenzó por ofrecer todo tipo de hipotecas, con sus
comisiones, garantías y solvencias. Pero, aprovechando la ocasión, propuso una serie
de "preferentes", con sus intereses subordinados, y una serie de "planes de
pensiones", para una futura jubilación, con un pequeño crucero gratis por el
Mediterráneo. Al salir de la oficina financiera, el amigo me dijo que las condiciones
eran muy tentadoras.
Ahora y aquí vivimos sometidos o inmersos en las pequeñas y grandes tentaciones
diarias, cotidianas. Para muchos de nosotros es ya algo normal, rutinaria en los
Telenoticias. Somos permisivos, permeables y muy tolerantes: "Publicidad engañosa,
rebajas, fraude fiscal, estatus social, prestigio, físico, poder, tener, fama, dinero fácil,
manipulación y corrupción". Como decía un político de nuestros días: "Para obtenerlo
todo vale". Pero la pregunta es mucho más fácil: Todo lo que compramos, pedimos o
tenemos, ¿realmente, lo necesitamos? O bien compramos impulsivamente... Un joven
desmerecía una prenda para no ser de la marca de moda. El diablo actual se llama:
"Insatisfacción constante". ¿Tiene sentido que muchas cosas que hacemos con
normalidad no tienen ni pies ni cabeza? ¿Cuántas veces al día miras los WhatsApp,
Twitter, Internet o el correo electrónico? ¡Ahora, más que nunca, hay que mirar qué
hacemos, qué tenemos y que tenga sentido en nuestra vida!
El pasado miércoles, con la imposición de la Ceniza, empezábamos el tiempo de
Cuaresma. Cuarenta días que la Santa Madre Iglesia nos ofrece para seguir a Cristo
en su camino de desierto hacia la Pascua. Un tiempo para celebrar la conversión del
corazón, con reflexión, oración, penitencia y limosna. Un pequeño empujón para vivir
con más estímulo nuestra fe. Para Caminar hacia Dios, con Dios y por Dios.
Hoy, primer Domingo de Cuaresma de este año Jubilar de la Misericordia,
encontramos el tradicional Evangelio de las tentaciones en el desierto. Y, aquí y ahora,
la Iglesia nos invita para acompañar a Jesús en su ida solitaria, aislada al páramo más
profundo, lugar donde el Pueblo de Israel hace suya la experiencia de la misericordia
de Dios, pero igualmente lugar de prueba y de seducción. Jesús es el nuevo Moisés
para todos nosotros.
Después del Bautismo de Jesús, en el río Jordán, cerca de Jericó, en el monte de la
Cuarentena, Jesús, extenuado, es tentado tres veces por el diablo (que siempre habla
en condicional: "Si eres Hijo de Dios"). Y son tres los escenarios de la prueba: el
desierto, la altura y Jerusalén. Como hombre, como rey del mundo, como Mesías de
Israel... El atractivo de los bienes materiales (la manipulación), la seducción del poder
terrenal (la corrupción) y la presunción de someter a Dios a los propios intereses (la
extorsión). Jesús defiende su honestidad citando cada vez la palabra de Dios extraída
del libro del Deuteronomio: "No sólo de pan vive el hombre" (Dt 8-3). "Al Señor, tu
Dios, adorarás y a él sólo darás culto" (Dt 6-13). "No tentarás al Señor, tu Dios" (Dt 6-
16). Agotadas las diversas tentaciones, el diablo se alejó de Él, esperando que llegase
la última oportunidad que será en el huerto de Getsemaní y en el Gólgota, sobre la
Cruz, en cuanto le dicen: "¡Sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, baja de la cruz!"
(Mt 27-40).
En el Padrenuestro que hoy cantaremos pedimos a Dios "que no nos deje caer en
tentación. Líbranos del mal”. Jesús es nuestro guía y nuestra Salvación frente las
habituales tentaciones diarias, de insatisfacción constante, de paciencia y prueba. Que
la Eucaristía que celebramos alimente nuestra fe, con el pan vivo y verdadero, y
fortalezca nuestra hambre de esperanza, de conversión de corazón, de justicia y
caridad.
Hermanos y hermanas, el 14 de febrero celebramos la fiesta de San Valentín. Para
muchos será una jornada de amor y de estimación. Todos los días son buenos para
celebrar la paz. Y ninguno, ninguno lo es para declarar la guerra . Que nuestra vida
tenga siempre sentido cristiano. Que el amor presida este día y, como dice san Benito:
"Con un gozo lleno de anhelo espiritual esperemos la santa Pascua" (RB: XLIX).