Experiencia del dolor
Como humanidad, hombres y mujeres, experimentamos una carga de dolor, de sufrimiento
que pesa sobre nuestras vidas hundiéndonos permanentemente bajo el peso de nuestra
debilidad. Vivimos cosidos al polvo de nuestra flaqueza. Nos une, en experiencia vivencial,
un vínculo sacro a la gran Cruz que sigue flameante en el vértice de la Historia: Jesucristo.
Pareciera que nuestras vidas son como astillas que, unidas, forman la Cruz universal.
Jesús, hombre de dolores, quiere escanciar su vida gota a gota asumiendo todo nuestro
dolor. No rehúsa nada que pueda contradecir esta realidad experiencial de humanidad. Él
no inventó el dolor. Él lo encontró entre nosotros. Lo asumió, lo hizo suyo. Va al desierto y
allí se somete a la prueba primera de humanidad: La tentación: Aquel anhelo supremo de
humanidad de hacerlo todo fácil, plausible, exitoso.
El credo del pueblo de Israel se desarrolla en un movimiento alternativo de salvación y
sufrimiento. En la misma melodía, el Arameo errante, canta su peregrinaje, desde la
humillación última de esclavitud hasta la celebración compartida de liberación. Es un
pueblo que lucha por su unidad construida en trozos de diversidad, fundamentada esta
unidad, en la Fe en el único Dios salvador y liberador.
Pablo nos invita a proclamar la Fe como un acto que irrumpe desde el corazón. Jesús está
cerca de nuestro dolor. De nuestra existencia. Camina con nosotros allí donde la tentación
bulle a torrentes convirtiendo nuestras vidas en una batalla campal: O victoria definitiva en
la resurrección de Cristo, o claudicación de humanidad vencida en cada paso en el que
renegamos de nuestra historia de salvación y la entregamos por un mendrugo de pan.
Cochabamba 14.02.16
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com