DOMINGO III DE CUARESMA (C)
Homilía del P. Damià Roure, monje de Montserrat
28 de febrero de 2016
Ex 3,1-8a, 10,13-15 / 1 Cor 10,1-6, 10-12 / Lc 13,1-9
El evangelio de hoy nos reporta un diálogo de la gente con Jesús, que tiene como
resultado la parábola de la higuera que no da fruto. El dueño ya quería cortarla, pero el
labrador le pide todavía un año, para ver si, abonándola con estiércol, la higuera llega
a dar fruto.
Todos diríamos que es normal que, por la fuerza de crecimiento que se encuentra en
ella, la higuera llegue a florecer y más tarde a dar fruto. Bien mirado diríamos que es
prácticamente inevitable: una higuera que no sea silvestre, por ella misma, da su fruto.
Parecería normal, pues, que este árbol hubiera dado su fruto. Pero por una razón o
por otra, la añada no ha ido bien y la higuera de la parábola no ha dado el fruto
esperado.
Esta pequeña historia podemos aplicarla a nuestra vida. Como cristianos, hemos
recibido un gran don, que es el de la fe en Cristo, la hemos recibido por gracia: "cada
uno de nosotros ha recibido la gracia según la medida de la generosidad de Cristo".
Pero lo hemos recibido también como una semilla la cual tenemos que procurar que
crezca hasta dar fruto. Un fruto que se concrete en una vida valiente, abierta al diálogo
y a la ayuda mutua.
El tiempo de cuaresma nos ofrece un tiempo de gracia para profundizar nuestro
seguimiento de Jesucristo en la vida de cada día, con respecto a los dones de Dios y
buscando vivir los valores del Evangelio: generosidad, perdón, colaboración, vida de
fe, de confianza, de caridad.
No lo dudemos: el Señor es el primero que confía en nosotros, en cada uno, en cada
persona, y nos da la prórroga de un año más para dar fruto. La gracia de Dios trabaja
en nosotros, y por eso, con nuestra colaboración incondicional, podríamos desarrollar
con fuerza los dones que hemos recibido, gracias a la vida y gracias a la fe.
¿Trataremos de hacerlo?
Todos nosotros, cada uno, cada persona, especialmente en tiempos difíciles, tratemos
de vivir, pues, conscientes de que es posible dar más de sí, de que --con tenacidad y
la ayuda de Dios-- podemos mantener una buena disposición de ayuda a los demás y,
en particular, a los que más lo necesitan.
Que esta celebración de hoy nos ayude, pues, a contar con Jesús, con su ejemplo,
con las sugerencias que nos da, con las actitudes que él toma y que nos propone. Él
confía en las capacidades de cada persona. Nosotros contamos con su ayuda, y
queremos compartir sus dones en esta Eucaristía. Que podamos dar, pues, aquel fruto
que el Señor espera que demos. Pidámosle, por ello, su gracia y su ayuda.