Domingo de Ramos/C
Domingo de pasión
La liturgia del Domingo de Ramos nos introduce ya en la Semana Santa. Asocia dos
momentos radicalmente contrapuestos, separados tan sólo por pocos días de
diferencia: la acogida gloriosa de Jesús en Jerusalén y su implacable ajusticiamiento
en el Gólgota, el “hosanna” desbordante de fervor y el despiadado “¡crucifícalo!”.
La lectura de la página evangélica ha puesto ante nuestros ojos las escenas
terribles de la pasión de Jesús : su sufrimiento físico y moral, el beso de Judas, el
abandono de los discípulos, el proceso en presencia de Pilato, los insultos y
escarnios, la condena, la vía dolorosa y la crucifixión. Por último, el sufrimiento más
misterioso: “¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?”. Un fuerte grito,
y luego la muerte.
Nos preguntamos sorprendidos: ¿Qué pasó en tan breve lapso de tiempo? ¿Por qué
este cambio radical de actitud?, ¿Cómo es posible que los gritos jubilosos de
“hosanna” (es decir: “sálvanos”) y “bendito el que viene” con que reconocían y
acogían al Mesías-Hijo de David se trocasen tan pronto en insultos, burlas, golpes,
interminables latigazos y en un definitivo desprecio y rechazo: “¡A ése no! ¡A
Barrabás!… a ése ¡crucifícalo, crucifícalo!”.
Una explicación sin duda es la manipulación a la que es sometida la muchedumbre.
Como sucede también en nuestros días, quien carece de sentido crítico tiende a
plegarse a la “opinión pública”, a “lo que dicen los demás”, dejándose arrastrar
fácilmente en sus opiniones y acciones por lo que “la mayoría” piensa, dice o hace.
¿No hacen lo mismo hoy muchos enemigos de la Iglesia que hallando eco en los
poderosos medios de comunicación social presentan “la verdad sobre Jesús” para
que muchos hijos de la Iglesia griten nuevamente: “crucifíquenlo” y “crucifiquen a
su Iglesia”? Como en aquel tiempo, también hoy la “opinión pública” es manipulada
hábilmente por un pequeño grupo de poder que quiere quitar a Cristo de en medio
(ver Lc 19,47; Jn 5,18; 7,1; Hech 9,23).
Pero la asombrosa facilidad para cambiar de actitud tan radicalmente con respecto
al Señor Jesús no debe hacernos pensar tanto en “los demás”, o señalar a ciertos
grupos de poder para sentirnos exculpados, sino que debe hacernos reflexionar
humildemente en nuestra propia volubilidad e inconsistencia. ¿Cuántas veces
arrepentidos, emocionados, tocados profundamente por un encuentro con el Señor,
convencidos de que Cristo es la respuesta a todas nuestras búsquedas de felicidad,
de que Él es EL SEÑOR, le abrimos las puertas de nuestra mente y de nuestro
corazón, lo acogimos con alegría y entusiasmo, con palmas y vítores, pero pocos
días después lo expulsamos y gritamos “¡crucifícale!” con nuestras acciones y
opciones opuestas a sus enseñanzas? ¿Cuántas veces preferimos al “Barrabás” de
nuestros propios vicios y pecados?
¡También yo me dejo manipular tan fácilmente por las voces seductoras de un
mundo que odia a Cristo y busca arrancar toda raíz cristiana de nuestros pueblos y
culturas forjados al calor de la fe! ¡También yo me dejo influenciar tan fácilmente
por las voces engañosas de mis propias concupiscencias e inclinaciones al mal!
¡También yo me dejo seducir tan fácilmente por las voces sutiles y halagadoras del
Maligno que con sus astutas ilusiones me promete la felicidad que anhelo
vivamente si a cambio les ofrendo mi vida a los dioses del poder, del placer o del
tener! Y así, ¡cuántas veces, aunque cristiano de nombre, grito con mi pecado: “¡A
ése NO! ¡Elijo a Barrabás! ¡A ese sácalo de mi vida! ¡A ése CRUCIFÍCALO!”
¡Qué importante es aprender a ser fieles hasta en los más pequeños detalles de
nuestra vida, para no crucificar nuevamente a Cristo con nuestras obras! ¡Qué
importante es ser fieles, siempre fieles! ¡Qué importante es desenmascarar, resistir
y rechazar aquellas voces que sutil y hábilmente quieren ponernos en contra de
Jesús, para en cambio construir nuestra fidelidad al Señor día a día con las
pequeñas opciones por Él! ¡Qué importante es fortalecer nuestra amistad con Él
mediante la oración diaria y perseverante! De lo contrario, en el momento de la
prueba o de la tentación, en el momento en que escuchemos las “voces” interiores
o exteriores que nos inviten a eliminar al Señor Jesús de nuestras vidas,
descubriremos cómo nuestro “hosanna” inicial se convertirá en un traicionero
“crucifícalo”.
¿Qué elijo yo?, ¿Ser fiel al Señor hasta la muerte?, ¿O, cobarde como tantos, me
conformo con señalar siempre como una veleta en la dirección en la que soplan los
vientos de este mundo que aborrece a Cristo, que aborrece a su Iglesia y a todos
aquellos que son de Cristo?
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)