Jueves Santo, Ciclo C
LA CENA DEL SEÑOR
Padre Pedrojosé Ynaraja
Advertencia. Os la hago antes de empezar mi mensaje-homilía para la misa a la
que podáis asistir hoy. La solemnidad es rica en contenidos. Riquísima, pero tal
vez no lo captéis, si asistís exclusivamente a la misa de cualquier lugar, escaso
de tiempo el celebrante, ocupados al máximo en su vida diaria, los fieles.
1.- Os supongo que sois, mis queridos jóvenes lectores, estudiantes que estáis
libres de obligaciones obligatorias y dispuestos a aprovecharos al máximo,
viviendo plenamente el sentido litúrgico del día. Hoy están programadas en el
calendario litúrgico dos misas. La primera, de rica y exclusiva liturgia, pero que
con frecuencia se adelanta a otro día, se la llama “crismal”. La preside el obispo
de la diócesis, generalmente en su catedral. Incluye le consagración de los
santos oleos que se utilizarán durante el año en la administración de algunos
sacramentos. Oleo santo o de los catecúmenos, crisma y oleo de los enfermos.
Goza también de un ambiente genuinamente presbiteral, debería ser un
encuentro fraternal del prelado con sus colaboradores. No sé si siempre ocurre.
2.- Imaginaos que ha tenido lugar por la mañana la misa de la que os he
hablado y al atardecer de hoy, os encontráis en una iglesia cualquiera. Añado
que en el seno de esta misa existe la posibilidad, recomendada, del lavatorio de
pies, en memoria de lo que hizo Jesús aquella noche, ahora bien, en muchos
lugares, las ocupaciones profesionales o familiares, no permiten alargar el
encuentro. Vosotros que, vuelvo a repetiros, supongo gozáis de más tiempo
libre, con anterioridad, y de acuerdo con el sacerdote que os pueda presidir,
podéis celebrar este rito, que no será eucarístico, ni siquiera litúrgico del todo,
pero sí repleto de sentido.
3.- Hace años, cuando mi situación logística me lo permitía, lo practiqué en
muchas ocasiones. Ya entonces, a imitación de lo que ahora hace el Papa
Francisco, eran chicos y chicas a los que yo lavaba los pies. Y al disponer de más
tiempo y no ser, como os he dicho, propiamente liturgia, nos permitía libertad de
iniciativas, adecuadas al sentido de la jornada. Por la noche, acabada la liturgia,
después de cenar comunitariamente, nos desplazábamos a otro lugar y
meditábamos otros aspectos propios. Pero de esto prefiero hablaros más tarde,
concluida la redacción de este mensaje-homilía.
4.- Al atardecer. Misa vespertina de la Cena del Señor. Que así la llama el misal.
Como es con este rito con el que se inicia el Triduo Pascual, la primera lectura se
refiere a la Pascua judía, la que celebraron como memorial, ¡ojo! y no simple
recuerdo, los hebreos salidos de la esclavitud de Egipto. Una buena catequesis
es haber organizado por vuestra cuenta, algún día antes, un “Seder de Pesaj”
presidido por alguien ducho en la materia. Aprenderéis muchas cosas al respecto
y os sentiréis hoy, al escuchar esta lectura, sumergidos en antiguas tradiciones,
salvíficas también, para el pueblo escogido. Hoy encontraréis publicaciones en
papel y numerosos y buenos artículos en google, simplemente poniendo el
nombre que os he indicado o también Hagada, palabra que significa narración,
equivalente, de algún modo, al relato de las “palabras históricas” del canon, que
generalmente llamamos Consagración. Al pie de la letra, continúan practicándolo
los samaritanos. Acabo de comprobar que hay un YouTube muy bueno con el
título “pascua de los samaritanos” de 8 minutos. En el lugar de esta celebración,
el Garizín, he estado más de una vez y me he entrevistado en otra ocasión con
el Sumo Sacerdote, con el que hemos hablado de ello. No os asustéis de la
“carnicería” que observaréis, ellos son fieles a sus tradiciones y ninguno de la
comunidad deja de asistir.
5.- Jesús, teniendo en cuenta estos preceptos, Él con los suyos, todos judíos, se
reúne en la “sala alta”, cuarto de huéspedes de una familia amiga, en semi
clandestinidad, para celebrar, en el cañamazo de la hebrea, la Nueva Pascua.
Inicia lavando a los suyos los pies. ¿qué le diríais cada uno de vosotros al Señor,
si se os acercara y os pidiese que le dejaseis lavaros los pies, porque los tenéis
espiritualmente sucios? El sentido fundamental del encuentro del que os estoy
hablando, nos lo proporciona la segunda lectura. El texto de San Pablo lo
explicita. Es suficientemente claro para que no sea necesario que os lo comente.
6.- No lo olvidéis, mis queridos jóvenes lectores: hoy es el día del Amor. No uno
cualquiera. El Amor que siente el Señor por nosotros, este es el que se nos invita
a imitar, no uno cualquiera, vuelvo a repetir. El Amor que existe entre Él y el
Padre, este es el más sublime y enigmático deseo que expresa.
--Hoy es el día de la Eucaristía ¿qué vida cristiana podríamos seguir si nos
faltara?
--Hoy es el día del sacerdocio. Uno de estos días, hace de ello 60 años, fui
ordenado presbítero, cumplidos 23 años y un día exactamente. Me siento
satisfecho, pese a que socialmente no sea un hombre exitoso. Dios me ha dado
oportunidad, me continúa dando, de cumplir mi ministerio. Y he sido feliz en ello
¿os atrevéis, os decidís, alguno de vosotros, imitarme? Muchas veces le digo al
Señor: si hubiera escogido esposa, si hubiera tenido hijos, por mucho que me
amasen, estoy seguro de que no me sentiría tan feliz como me siento. Os hablo
de Dios, de Jesucristo y de la Iglesia, no de la clerecía, que ya sabéis no siempre
coincide con los deseos del Maestro.
7.- Por la noche. Vela de Getsemaní. Si podéis hacerlo os lo recomiendo
enormemente. Si conseguís las circunstancias que os voy a explicar, será una
experiencia provechosa. Os doy detalles. Estábamos en un bosque, hacía frio y
había humedad, como en Getsemaní, cuando allí estuvo el Señor. En el
horizonte se distinguía iluminación, era la de un cercano pueblo. Nosotros
imaginábamos que se trataba de Jerusalén. Como los pinos que nos rodeaban
nos parecían olivos. Leíamos individualmente el texto largo del evangelio de San
Juan. Desde el capítulo 13, 12 hasta el 17, 26. En otras ocasiones, yo, que
dirigía el encuentro, me refería a las tentaciones que sufrió el Maestro, a sus
dudas, a su miedo. A la valentía de salir al encuentro de los que venían a
prenderle y que durante una buena media hora, había observado que se le iban
acercando. Al coraje que denotaban sus palabras y generosamente entregarse.
(Podía huir, a sus espaldas salía un camino que le llevaría a Betania, donde
nada, ni nadie, le molestarían).
Esta vela la podéis vivir también en el silencio de una iglesia. Os faltará el frio, la
humedad y el paisaje sugeridor, pero, aun así, podéis sacarle mucho jugo, si es
sincera y generosa vuestra actitud interior.