“TESTIGOS DE LA PASCUA”
Homilía monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
para el Domingo de Pascua
(27 de marzo de 2016)
El primer día de la semana de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al
sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro
discípulo al que Jesús amaba y le dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde
lo han puesto” (Jn. 20,1-2). Se armó la confusión, todos corrieron; el sepulcro estaba vacío, las
vendas tiradas en el piso, junto al sudario que había cubierto su cabeza. Todavía no habían
comprendido que según las Escrituras, Él debía resucitar de entre los muertos. Los Apóstoles por
miedo e inseguridad estaban encerrados en un lugar de Jerusalén. El Señor resucitado se hizo
presente en medio de ellos y les dio la paz. A estos pobres hombres el Señor había elegido para ser
sus Ap￳stoles y los instituy￳ sacerdotes en la última cena: “Luego tom￳ el pan, dio gracias, lo
parti￳ y lo dio a sus discípulos diciendo: “Esto es mi Cuerpo, que se entregará por ustedes. Hagan
esto en memoria mía…” (Lc. 22,19). En la última cena que celebramos el Jueves Santo, ya el
Señor, estaba anticipando sacramentalmente la Pascua.
Necesitamos repasar estos momentos cruciales de la historia, que por el amor que Dios nos tiene,
se hace historia de la salvación de la humanidad. Este domingo celebramos el triunfo de la Vida, la
resurrección de Cristo, sobre la muerte. ¡Es la celebración de la Pascua y de la Esperanza! Quiero
que nos detengamos a reflexionar sobre esta certeza de la fe, que tenemos los cristianos: Nuestra
esperanza se fundamenta en que Cristo Resucitó: ¿Esta esperanza cómo repercute en nuestra
actitud de vida en las cosas cotidianas?
Sabemos que sostenernos en la esperanza no es fácil en un contexto marcado por una crisis de
época, o bien “de civilizaci￳n”, como se￱ala el documento del episcopado argentino “Navega mar
adentro”. También las consecuencias de esa crisis que puede desesperanzarnos se encuentran en
búsquedas desviadas de Dios. La multiplicación de falsa propuestas religiosas que mienten y dañan
la sana religiosidad de nuestro pueblo. El secularismo de los “megamedios” que entran en nuestros
hogares con nuestro consentimiento. O bien la multiplicidad de propuestas supersticiosas o
mágicas. También puede desesperanzarnos el percibir que el crecimiento económico alcanza a
algunos, y otros sectores que significan grandes porcentajes de nuestra sociedad, sobreviven y
quedan excluidos de un circuito competitivo y cruelmente exigente. ¿Cómo se rompe el circuito de
la pobreza de aquellos que sin culpa padecieron la desnutrición en la infancia, o bien el acceso a la
educación o la salud?
También se suman a los signos de la cultura de la muerte la fragilidad en la que viven tantos niños,
adolescentes y jóvenes por contextos no incluyentes en el trabajo y educación, y por el flagelo de
estructuras de corrupción como la droga que los dañan gravemente. Todos tendremos que sentirnos
responsables de transformar estas situaciones de muerte en “Vida”. En la Semana Santa y en el
Misterio Pascual celebramos “el misterio de la muerte y de la Vida”. Aunque haya muchos signos
de muerte, tenemos la certeza de la Vida, de la resurrección de Cristo. Por esta poderosa razón ¡no
claudicamos en la Esperanza!
La esperanza cristiana reclama un fuerte compromiso personal y social, y nos lleva a ser
protagonistas y responsables para que las cosas anden mejor. Cada uno desde su propia realidad y
problema debe participar. La frase ¡para qué meterse si esto no va a cambiar! es contraria a la
esperanza cristiana.
Tampoco fue fácil para los Apóstoles y discípulos de Jesús. Padecieron y mucho. Durante este
tiempo Pascual leeremos textos de los hechos de los Apóstoles en la Biblia; de la Iglesia en sus
primeros pasos. La experiencia en Jesucristo resucitado, “Yo estaré siempre con ustedes hasta el
fin del mundo” (Mt. 28,2), llevó a estos discípulos de los primeros tiempos y a tantos santos y
mártires de ayer y de hoy a ser testigos de la esperanza.
¡Como Obispo y Pastor les envío un saludo cercano y Pascual!
Mons. Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas