DOMINGO DE DE PASCUA DE LA RESURRECCION DEL SEÑOR, CICLO C
LA COMPASIÓN QUE TERMINÓ EN ENVÍO
En el evangelio de Juan María de Magdala está en pie junto a la cruz de Jesús,
después, antes del amanecer, ella va sola hacia la tumba “la luz brill￳ en las
tinieblas y las tinieblas no la acogieron.” (Pr￳logo de Juan, “la luz vino al mundo
y los hombres han preferido la oscuridad a la luz” (Jn 3,19).” Se han llevado al
se￱or de su tumba y no sabemos d￳nde lo han puesto” (evangelio); raz￳n para
que los discípulos Pedro y Juan se precipitaran pero al final vieron y creyeron
que Jesús había sido liberado de la muerte y su cuerpo resucitado carecía de
ataduras.
Cuando Jesús encontró a María que lo buscaba en el jardín, ella venía de ser
una mujer psicológicamente muerta pero ya curada, resucitada, es decir
salvada por compasión; con razón no lo traiciona ni abandona sino que
permanece cerca de su Salvador en la cruz; así su corazón todavía estuviera
oscuro. Su actitud le mereció ser enviada en misión a los apóstoles para
anunciarles que la muerte estaba vencida por la vida. De ahí en adelante la vida
de María Magdalena estuvo toda llena de sorpresas, de esas que sólo nos da la
fe.
Pedro y los discípulos, luego nosotros, pertenecen a la tradición de Maria
Magdalena “Nosotros somos testigos de cuanto El hizo en Judea y en Jerusalén.
Lo mataron y colgándolo de la cruz, pero Dios lo resucitó al tercer día y concedió
verlo no todo el pueblo, sino únicamente a los testigos que El de antemano
había escogido; y a NOSOTROS, que hemos comido y bebido con el después de
que resucitó de entre los muertos, Él nos mandó predicar al pueblo y dar
testimonio… para que cuantos creen en El reciban el perd￳n de los pecados”
(primera lectura)
Para nosotros la evidencia es la fe de la primera comunidad cristiana que se ha
mantenido hasta hoy; nos toca con la experiencia del espíritu del Resucitado
(Espíritu Santo) descubrir los signos de la resurrección en nuestras casas y la
sociedad. “Puesto que busquen los bienes de arriba, donde está Cristo sentado
a la derecha de Dios. Pongan el corazón en los bienes del cielo no en los de la
tierra, porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios” (primera
lectura)
Cada domingo en celebración comunitaria de la Eucaristía nos volvemos a
encontrar con el resucitado para mantener la fe, viva en la historia presente y
esperanza de nuestro futuro. Al fin y al cabo la resurrección es el origen de la
vida eterna que empieza ahora y tiene su plenitud en el cielo.
LA RESURECCIÓN CONVIVE CON LA MUERTE.
Sin embargo no podemos olvidar que tanto la Magdalena como los discípulos
estaban presos de sus propios miedos, la tristeza de la Magdalena en sus
lágrimas, el miedo de los discípulos en el cenáculo, el asombro de los de Emaús,
el fracaso de unos pescadores que conocían el mar pero permanecían en la
noche, la culpabilidad de Pedro, la angustia de Judas y la incredulidad de Tomás.
Toda planta que se niega a mirar hacia la luz se orienta hacia una muerte lenta.
El final de todo encuentro, como ocurre en las apariciones y debe ocurrir con
nuestra celebración de la pascua, termina con un envío, una misi￳n: “Suéltame
que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: “Subo
a mi padre y a vuestro padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Jn 20,17). La
angustia de María Magdalena terminó cuando dio la vuelta física y espiritual ante
el jardinero, ante Jesús.
Las mujeres que llegaron desoladas al sepulcro, salen como madres de la nueva
fe: EL Señor ha resucitado. El lugar de la muerte se convierte en sitio de
nacimiento. Dios mismo ha corrido la piedra y las aromas para ungir el cuerpo,
sobran. Sólo tienen que creer. Buscando un muerto se encontraron con el Dios
de la vida En Jerusalén quedó todo lo que significa el mundo viejo: Guardias,
sepulcros, violencias, mentiras, temores. Todo eso quedó en el sepulcro. Ir a
Galilea es darle la espalda a Jerusalén como lugar de la muerte. Ser cristiano es
dar razón de lo que ocurrió de Jerusalén a Galilea. Porque existe el domingo de
Pascua, existen los domingos de todas las semanas del año. Creer en la
resurrección implica responder a la llamada que Dios nos hace a favor de la
vida; Creer en la resurrección exige cambiar los signos de muerte y vencer la
muerte misma, poniéndonos a favor de la vida, la justicia, los derechos humanos
y la paz.
Padre Emilio Betancourt