2ª semana de Pascua. Viernes: Jn 6,1-15
Más de una vez nos encontramos en el año, y en el evangelio, con este milagro de
la multiplicación de panes y peces. Impactó tanto a la primitiva comunidad que lo
narran los cuatro evangelistas. San Juan, que narra pocos milagros en comparación
con los otros evangelistas, los llama “signos”, porque le da pie para darnos grandes
enseñanzas de Jesús.
Este milagro de la multiplicación de panes y peces tiene mucha relación con el
anuncio de la Eucaristía, que hará Jesús al día siguiente. Además en el mismo milagro
realiza gestos que nos recuerdan la Institución de la Eucaristía. San Juan también
como que quiere unir los dos hechos por el dato: “Estaba cerca la Pascua”.
Jesús, según lo anterior en el evangelio, había tenido discusiones con los “judíos”,
como llama san Juan al grupo de fariseos y maestros de la ley que importunaban a
Jesús. Decide Jesús dejar aquel ambiente un poco hostil y marchar a Galilea a predicar
a la gente sencilla de aquellas aldeas. Muchos le siguen por lugares deshabitados,
hasta llegar un momento en el que Jesús siente compasión por aquella gente que todo
el día le ha seguido y muchos no tienen nada para comer.
Jesús se compadece de ellos. No quiere despedirles sin darles algo para comer. Así
que pide la colaboración de los apóstoles. Pero éstos no tienen más que los cinco
panes y dos peces que un muchacho les presenta.
Es de notar la condescendencia de este muchacho que da lo que tiene para que se
distribuya, aunque veían que a pocos podría llegar. Así también nosotros poco
podremos hacer con nuestras posibilidades, especialmente para el apostolado. Pero
unidos a Cristo “somos mayoría” o podemos lo indecible. Jesús podría hacer
maravillas, pero quiere nuestra colaboración.
Jesús hace una bendición sobre aquellos panes y peces. El evangelio dice: “dando
gracias”. Tiene el sabor a Eucaristía, que significa “dar gracias” por el gesto
característico que hizo Jesús en la Ultima Cena.
Allí había un hambre de alimento sencillo como era el pan; pero Jesús realiza el
milagro porque antes ha habido un hambre de la palabra de Dios. En nuestro mundo
hay muchas clases de hambre, físicas, psicológicas y espirituales. Los que tenemos fe
estamos llamados para aliviar estas hambres en el mundo. Pongamos nuestro granito
de fe, esperanza y mucho amor, y Dios les sanará y dará en abundancia.
Después de haberse saciado, muchos se entusiasman y quieren proclamar a Jesús
por rey. Ellos piensan que, si entonces les ha dado de comer, lo podrá hacer en otras
ocasiones. Pero Jesús no había venido para triunfar en el sentido material. Esto era
como una eterna tentación para Jesús: el pretender salvarnos con la grandeza humana
y los triunfos pasajeros. Jesús huye y se adentra en aquel bosque él solo.
Es bueno pensar un poco en la 1ª lectura. Hay una proposición interesante de
Gamaliel. Era éste un famoso fariseo, profesor que fue de san Pablo en sus tiempos
jóvenes. Habían sido detenidos varios apóstoles, entre ellos san Pedro, porque
predicaban a Jesús resucitado. Habían sido conducidos al Sanedrín para ser juzgados.
Entonces se levanta Gamaliel, sabedor, como hombre prudente, de que no habían
hecho nada digno de castigo, y dice a los “judíos” que les dejen libres, porque, si lo que
hacen es cosa de hombres, todo terminará como han terminado otros movimientos;
pero si la cosa es de Dios, seguirán mientras que ellos estarán yendo contra Dios.
Esta es una buena lección para nosotros, porque a veces tenemos poca paciencia
respecto a diversos movimientos que nacen, suponiendo que no hagan mal a nadie. Ha
habido movimientos, que parecían muy brillantes, que han caído por su propio peso al
estar vacíos del Espíritu Santo. Y han existido movimientos, humildes al parecer, pero
que, al estar llenos del Espíritu, han dado mucha gloria a Dios.