Soy cura, ¿y qué?
¡Domingo del buen Pastor! Según una tradición en la Iglesia, celebramos hoy el día del
Sacerdocio. Desde hace cincuenta años, los cumplo en noviembre de este año, celebro esta
fiesta de mi identidad, de mi Ser, de mi plenitud. Cada año aumenta la intensidad, el afecto
y el gozo. Me siento un hombre con suerte, afortunado en extremo, en quien Dios ha
derramado en forma “descarada” su gracia, su amor, su misericordia. En contrapartida,
experimento la angustia existencial de mi mediocridad.
Si alguien me preguntara si he sido feliz, respondería de inmediato: ¡Lo soy! Y lo soy sin
complejos, sin frustraciones, sin sucedáneos. Y lo soy por tres razones: 1. Mi vida ha estado
llena, plena. Me siento realizado, incluso, maduro. Es decir, hijo de la inquietud, torturado
y en lucha permanente. 2. Me he sentido útil. Sirvo para algo y puedo proclamar a grito
partido: Soy testigo del Reino. 3. Soy hombre de mi tiempo, contemporáneo de mí mismo
y de la humanidad con quien comparto el duro existir en solidaridad sin límites.
Al interior de mi vida hay tres fuerzas o razones que dan sentido a mi Sacerdocio: 1. La
gratuidad. En mi convicción más honda, soy limosna de Dios, don total de Dios. Eso supera
cualquier tentación de mérito alguno de mi parte. 2. La alegría. Fui bautizado en la alegría,
llevo en mis venas, más que sangre la alegría. Dios es fiesta y me ha contagiado de esa
profunda realidad. 3. Servicio. Sólo en el servicio soy feliz.
Mi vida ha sido un proceso en contravía: De ser pastor, he aprendido a ser oveja. De
enseñar, he aprendido a escuchar. De ser elegido, a ser pueblo. De la seguridad me he tirado
al vacío lanzándome en manos de la Providencia. Del afán posesivo a sacrificar
“gratuitamente” mi corazón en ofrenda total. Del cultivo secreto de vanidades superfluas al
despojo progresivo, al silencio contemplativo, a llegar a ser “pobre” para entender mi
cercanía a Dios en la escuela del discipulado del Maestro.
Cochabamba 17.04.16
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com