III DOMINGO DE PASCUA, CICLO B
MARAVILLOSO ENCUENTRO
Padre Pedrojosé Ynaraja
1.- Como me he referido en muchas ocasiones al lugar donde acontece el
episodio del que habla la lectura evangélica de este domingo y al ambiente en el
que se vivió, voy a copiar esta vez un fragmento de peregrinos de los años 382
y 385, que esto es nuevo. Dice así: no lejos de allí se ven los escalones de
piedra sobre los que estuvo de pie el Se￱or… en este campo saci￳ el Se￱or al
pueblo con cinco panes y dos peces. Hay que saber que la piedra, sobre la cual
puso el pan el Se￱or, es ahora un altar…” En realidad ya que se trata de dos
piedras cercanas, me referiré solo a las primeras frases del texto.
2.- El lugar está a poco más de 2km de Cafarnaún y muy próximo al santuario
de la multiplicación de los panes y los peces, el sitio de la segunda piedra. No
existe en él ningún edificio suntuoso, por lo que muchos viajeros pasan de largo.
Dicho de otra manera, carece de interés turístico. Pablo VI, desde los escalones,
se acercó y hundió sus manos en las aguas del Lago, fue la que se publicó, una
preciosa fotografía. No siempre la orilla moja la roca, actualmente, las aguas del
de Tiberíades, especialmente en verano, quedan, casi siempre, a unos cuantos
metros. Juan-Pablo II conmovido por la sencillez de la iglesita, sugirió que se
edificase algo más grande, más digno del que se levantaba en honor del primer
Papa, pero los de la Custodia, según me contaron, le contestaron que ya estaba
bien, que Pedro fue un sencillo pescador y que no se hubiese encontrado bien en
un solemne edificio. Y así quedó.
3.- Se le han añadido posteriormente un conjunto escultórico de bronce en sus
proximidades, que recuerdan al Maestro preguntando a Pedro, además de un
semicírculo con gradas, que permita la reunión de grupos que no cabrían dentro
de la iglesia y se ha puesto una verja, para que se respete las susodichas
escalinatas, de las que se dice fueron el puerto donde atracó la barca de los
siete afortunados discípulos. De cinco de los cuales se dice el nombre, ignorando
quienes fueron los otros dos. En el recinto actual resalta una roca que, según
tradición, fue donde el Señor había encendido fuego e invitó a desayunar a los
suyos, que le contemplaban atónitos.
4.- Tiene uno a veces la fortuna de que, invitado a su casa por un amigo y ya en
la mesa, nos confiesa que ha sido él mismo quien ha guisado los platos que nos
ofrece y lo celebra y agradece. Esta fue la suerte de los apóstoles. Pensaba yo
ahora: ¿por qué no fui yo también un venturoso comensal? Pero me he corregido
de inmediato avergonzado, pues, debo reconocer que siempre que celebro misa,
es el mismo Se￱or el que ha “cocinado” tan prodigioso manjar...
5.- Pero vayamos por partes, que, sinceramente, me estoy precipitando. No las
debían tener todas consigo los apóstoles aquella temporada, cuando marcharon
de Jerusalén para ir al norte, a su tierra, junto a los suyos y a lo suyo. Haciendo
lo que habían hecho toda la vida, ganándose el sustento. Salieron, pues, a
pescar. Como si no hubiera pasado nada.
6.- Por muy profesional que se sea, la pesca es siempre una incógnita. Es
proverbial la paciencia del pescador. Y no hay nada que crispe más a uno del
oficio, que un advenedizo le pregunte si los peces pican. Os lo digo, mis queridos
jóvenes lectores, por experiencia. De joven fui muchas veces a pescar, aunque
en mi caso, fuera con caña y en ríos o riachuelos, no con red y en un lago. Y el
Maestro, en este caso, es inoportuno. ¿A quién se le ocurre entrometerse en su
serio quehacer y a aquellas horas? Deberían estar ellos muy decepcionados y
faltos de peculio, cuando le hicieron caso. Y demostraron después oficio, cuando
fueron capaces de contar los peces atrapados en la red, exactamente 153.
Cálculo este difícil para el profano, dado lo escurridizo del pescado que, para
colmo, se movería todavía agitado, por el poco tiempo de haber sido sacado del
agua.
7.- Por cómo se cuenta, el Maestro, exactamente igual que en tanta ocasiones
de su vida histórica, habría pasado la noche en blanco. Amasando antes del
amanecer la harina, pescando también Él, procurándose algo de leña y
encendiendo fuego, esperando también que sobre la roca solo quedasen brasas.
Recordareis, mis queridos jóvenes lectores, que es costumbre bastante general,
que cuando a uno le invitan, acuda con algún obsequio, sea una botella de vino,
una cerámica decorativa o un ramo de flores. En este caso es el mismo Jesús
quien les sugiere que acerquen pescados. Desea compartir.
8.- Compartir, preciosa y precisa actitud del cristiano. Encerrarse en sí mismo,
reservarse, ser precavido, adecuada actitud del buen comerciante, político y
propietario. ¿Qué norma escogéis vosotros para que guie vuestra existencia?
Cuando asistáis a misa, acudid con vuestro obsequio. Llevadle al Señor algo útil
para la celebración: el vino que se consagrará, pan adecuado para el mismo fin,
algo que ilumine el altar... pero sobre todo, presentadle ilusionados vuestros
recuerdos más inmediatos. Los nombres de aquellos a los que les habéis hablado
de Él. El de los que habéis ayudado a subsistir con la limosna o vuestra
colaboración de cualquier género. El de los que quisierais que cambiaran de vida
y estáis tratando de ayudarles. Tal vez el de quien más queréis y deseáis ser
correspondidos...
9.- Aquel desayuno les sabría a gloria. Era manjar de resucitado. Resucitaba el
alma. ¿y la Eucaristía, a qué os sabe, mis queridos jóvenes lectores? Ninguno de
los invitados se atreve a preguntarle quien es. Seguramente que, como a los de
Emaús, sentían que les ardía el corazón, al compartir la mesa y partir el pan,
como Él sabía hacerlo. Es preciso y más que suficiente, que en vez de estar
cerebralmente interesado, cuando uno asiste a misa, se ausculte previamente el
corazón. Aquel encuentro tenía una segunda intención. Era uno de los planes de
Mesías que le faltaba confirmar. Durante su compañía histórica los discípulos se
habían graduado. Con algún percance sin duda, y con el cateado que les cayó
encima a todos ellos en Getsemaní. Juan acudió a una segunda convocatoria y
sacó nota. De una manera u otra, excepto Judas, los demás consiguieron el
diploma de apóstoles. Tocaba ahora hacer cursillos de master. Y a Pedro se le
sugiere que presente y hable de sus cualidades, si quiere doctorarse.
10.- Me he expresado en lenguaje académico, que no será el propio de todos
vosotros, comprendedme, que os hable así ya que me ha tocado en mi larga
vida, inscribirme y examinarme muchas veces. Pedro, le dice el Señor: ¿Tú me
amas con caridad, (agapas, dicho en griego) más que tus compañeros? Sí
contesta, tú sabes que te quiero, eres mi amigo (filo, en griego). Apacienta mis
corderos. Observad que no le nombra gobernante, ser pastor es otra cosa.
Continúa el Maestro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Agapas, en griego.
Contesta el buen hombre: tú sabes que te quiero, eres mi amigo (filos, en
griego). Pastorea, pues, a mis ovejitas.
11.- Dale que te pego, que Jesús esta testarudo hoy. Vuelve a las andadas: ¿me
quieres? (fileis, en griego). En vez de decirle que era un pesado, se acuerda de
quien es él y de su comportamiento anterior, que no ha sido malo del todo. Él
que lo sabe todo, conoce sus sentimientos y a ellos se remite. Os he intercalado
el término griego de uno y otro para que os deis cuenta de que hablando la
misma lengua, difieren las palabras el sentido de lo que dicen y no llega Pedro a
comprender lo que se le está otorgando. Como nos pasa a nosotros, que
tampoco nos damos cuenta de lo que nos ofrece Dios y siempre nos estamos
quejando. Para el Maestro es suficiente. Y a continuación le desvela algo de su
futuro, que humildemente recibe el anuncio. El lugar que he querido que os
imaginaseis es muy pacífico. Muy adecuado para pasar un largo rato meditando.
Aunque no es necesario estar allí, puede uno en cualquier lugar silencioso y
retirado, reflexionar sobre las enseñanzas del episodio proclamado en la misa de
este domingo.