IV Domingo de Pascua/C
(He 13, 14.43-52; Ap 7, 9.14b-17; Jn 10, 27-30)
El corazón misericordioso de Cristo, el Buen Pastor
Jesús es el Pastor que va delante, guiándonos; detrás, protegiéndonos; a
nuestro lado, animándonos.
Después de habernos conducido, el domingo pasado, entre los pescadores, el
Evangelio nos conduce ahora entre los pastores. Dos categorías de igual
importancia en los evangelios. De una deriva el título de ‘pescadores de
hombres’, de otra el de ‘pastores de almas’, dado a los ap￳stoles. En este
domingo IV de Pascua se nos presenta Jesús como el Buen Pastor , Él es el buen
pastor que va en busca de la oveja extraviada; se apiada del pueblo porque lo
ve ‘como ovejas sin pastor’ (Mt 9,36); llama a sus discípulos ‘el peque￱o reba￱o’
(Lc 12, 32). Pedro llama a Jesús ‘el pastor de nuestras almas’ (1 P 2, 25) y la
Carta a los Hebreos ‘el gran pastor de las ovejas’ (Hb 13,20).
De Jesús buen pastor el pasaje evangélico de este domingo subraya algunas
características. La primera se refiere al conocimiento recíproco entre ovejas y
pastor : ‘Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen’. Lo que
Jesús quiere decirnos es que Él conoce a sus discípulos (y, en cuanto Dios, a
todos los hombres); les conoce ‘por su nombre’, que para la Biblia quiere decir
en su esencia más íntima. Él les ama con un amor personal que llega a cada uno
como si fuera el único que existe ante Él. Cristo no sabe contar más que hasta
uno: y ese uno es cada uno de nosotros.
Otra cosa nos dice del buen pastor el pasaje del Evangelio es que Él da la vida a
las ovejas y por las ovejas y nadie podrá arrebatárselas . Frente al peligro, el
mercenario huye y deja a las ovejas a merced del lobo o del malhechor; el
verdadero pastor afronta valientemente el peligro para salvar el rebaño. Esto
explica por qué la liturgia nos propone el Evangelio del buen pastor en el tiempo
pascual: la Pascua ha sido el momento en que Cristo ha demostrado ser el buen
pastor que da la vida por sus ovejas.
Cristo es Pastor para todos (1ª lectura). Para todo tipo de ovejas: Ovejas que Él
conoce muy bien, las ama con ternura y misericordia, le siguen con alegría, las
alimenta diariamente con la vida eterna y las sacia en las fuentes de aguas vivas
de los sacramentos y las defiende con el cayado de la Iglesia para que el lobo no
las arrebate de su aprisco. Pastor que va delante, guiándonos el camino. Jesús
nos conoce y nos ama, se adapta a cada uno, ayudándonos de acuerdo a
nuestras necesidades y debilidades. En un rebaño, algunas ovejas son lentas y
perezosas, otras son muy ansiosas y rápidas; algunas están enfermas, otras
cojas, algunas tienen tendencia a perderse, otras a desviarse. Jesús es
cuidadoso en guiar a cada persona, con infinita compasión y misericordia, a los
pastos de la vida verdadera y perdurable. Pastor que sabe que esas ovejas se
las puso su Padre en las manos (evangelio).
¿Cuáles son las condiciones para pertenecer al rebaño de Cristo Pastor? “Mis
ovejas escuchan mi voz…y ellas me siguen”. Escuchar y seguir al Pastor.
Escucharle con la inteligencia y seguirle con la voluntad. Escuchar su enseñanza,
contenida en los santos evangelios y explicada por la Iglesia. Conocerlo con
nuestra inteligencia y así poder amarlo, tendiendo a Él con todo el impulso de
nuestra voluntad. Quien se resiste a escuchar la voz de este Pastor camina
decididamente hacia su propia perdición. Toda la Escritura es una reiterada
invitación a escuchar . En la primera lectura Pablo y Bernabé hablan a la ciudad
de Antioquía y fueron muchos los que les escuchaban, tantos que provocaron la
envidia y palabras injuriosas a quienes estaban con los oídos cerrados a la
Buena Nueva de la resurrección.
Para escuchar a este Pastor se necesita humildad y silencio interior. Y
para seguir la voz de ese Pastor se necesita docilidad, para dejarse moldear por
su doctrina, volviéndose cera blanda en sus manos. Aquí entra la labor del
Espíritu Santo que va modelando en nosotros, si le dejamos, la imagen de
Cristo, exhortándonos a salir de aquel vicio o pecado, de la mediocridad, de la
tibieza, y a desprendernos del hombre terreno y aspirar a las cosas celestiales.
Es preciso seguir al Pastor, es preciso seguir al Cordero dondequiera que vaya,
haciendo nuestras sus palabras, teniendo su misma mente y corazón.
¿Estoy convencido que Cristo me quiere como soy, aun en mis momentos malos
y defectuosos? ¿Imito a Jesús el Buen Pastor en la educación de mis hijos, o
como profesor, y en todo lo que haga? ¿Soy oveja dócil, receptiva o rebelde y
arisca?
El Señor es mi pastor; nada me falta. En verdes praderas me hace descansar, a
las aguas tranquilas me conduce, me da nuevas fuerzas y me lleva por caminos
rectos…
Tu bondad y tu amor me acompañan a lo largo de mis días, y en tu casa, oh
Señor, por siempre viviré.