4ª semana de Pascua. Viernes: Jn 14, 1-6
Estamos en tiempo de Pascua, tiempo en que por la vivencia de Cristo Resucitado
nos sentimos impulsados hacia la esperanza y la alegría en nuestra fe. Hoy la Iglesia
nos recuerda palabras esperanzadoras de Jesús en la Ultima Cena. Los apóstoles
estaban perturbados, llenos de angustia, porque Jesús, como humano que era,
también lo estaba, aunque puesto en las manos de su Padre. El ambiente era triste y la
turbación aumentó cuando Jesús predijo la traición de Judas y las negaciones de
Pedro. En ese momento Jesús comienza a consolarles, como una madre puede
hacerlo con sus hijos: “No se turbe vuestro corazón”. Les quiere tranquilizar con una
gran promesa: El se va al Padre para prepararles un lugar.
En nuestra vida encontramos muchas personas desorientadas y angustiadas por los
acontecimientos y por los sinsabores de la vida. Nosotros mismos a veces nos
sentimos turbados. Es necesaria la fe y la esperanza. Fe en Jesús, que es lo mismo
que tener fe en Dios, que es Padre bueno, que está con nosotros. Esperanza en Jesús
que ha resucitado para prepararnos un lugar en el cielo. Claro que para ir allí hay que
seguir el verdadero camino. Así se lo decía Jesús a los apóstoles; pero Tomás, el
hombre práctico, se vuelve a Jesús y le dice que cómo van a seguir ese verdadero
camino, si no conocen cuál es el camino. La fe o creencia en Jesús no tiene porqué ser
ciega y sentimental, sino que debe ser razonada: Aunque no entendamos muchas
cosas, por lo menos entendemos que no lo podemos entender. El hecho es que a
Jesús le agradó la pregunta, pues contestó con una de esas frases muy importantes en
el evangelio: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.
El camino es un medio para llegar a la meta, al destino. En nuestro caso es la
manera de llegar a la plenitud de la vida. Si esto nos lo dijera otra persona, sería algo
falso y pretencioso. Dicho por Jesús, sabemos que es la verdad, porque es Dios igual
al Padre y es Amor hacia todos nosotros.
Ser camino significa que si vivimos como Jesús vivió y si amamos como El, un día
podemos llegar a la casa del Padre. Para todos los desorientados Jesús con su vida les
enseña el camino. Desgraciadamente hay muchos falsos profetas que pretenden
desorientar. Jesús es el único camino, el amor. Aunque luego en la práctica también
podemos decir que hay muchos caminos para ir a Dios, como hay diferentes culturas o
maneras de ver la vida, todas deben pasar por el sentido del servicio por amor.
Si Jesús es el camino es porque es la verdad. Hay mucha gente dominada por la
mentira, el engaño, la corrupción. Jesús es la palabra del Padre, que quita las tinieblas
del alma y nos da la luz. La verdad no se improvisa. Hay que seguir buscándola.
Y para que este camino lo podamos seguir con energías, Jesús se presenta como
la vida. Él resucitó triunfando sobre la muerte. Él había dado su vida para recibirla
gloriosa y para que nosotros podamos tener la vida eterna.
Esta vida, que esperamos tener en plenitud un día, ahora vamos adquiriéndola por
medio de los sacramentos y por medio de la palabra de Dios, donde encontramos la
verdad, que es Jesús. Él, que es camino, verdad y vida, sigue a nuestro lado en
nuestro caminar de cada día. Es nuestro amigo que vive con nosotros y con quien
podemos conversar cuando queramos y que nos espera en el cielo.
En nuestra vida espiritual y en nuestra acción apostólica hay que desterrar todo
desánimo o desconfianza o pesimismo y tristeza. Este pensamiento de poder ir un día
a la casa del Padre cambia totalmente el sentido de la muerte y por lo tanto de la vida.
Sólo tenemos que esforzarnos por conocer más a Jesucristo, su vida y su mensaje,
para seguirle con todo nuestro corazón y vida. Esta es nuestra fe: creer en Jesús, que
es creer en Dios. Ser cristiano es vivir en plenitud como hijos de Dios. Si así vivimos,
seremos testigos para otros de Jesús, que es camino, verdad y vida.