6ª semana de Pascua. Domingo C: Jn 14, 23-29
Estas palabras son de la despedida de Jesús a los apóstoles en la Ultima Cena;
pero son palabras que Jesús podría haber repetido en su despedida antes de subir al
cielo, cuya fiesta de la Ascensión celebraremos el próximo domingo. La despedida de
Jesús es diferente de la de otra persona, aunque sea familiar o de mucha amistad, que
se va, sobre todo en la muerte, aunque nos deje algún recuerdo. Jesucristo se va, pero
se queda. Y se queda de muchas maneras: en la Eucaristía, en su palabra, en
la.Iglesia. Hoy nos dice que se queda dentro de nosotros por medio del amor.
Esto puede parecer muy simple, porque otras personas en cierto sentido se quedan
por el amor en el recuerdo. Jesús promete que hará “morada” en aquel que le ama. En
Dios el amor no es algo abstracto o etéreo, sino que realiza una unión real. Se trata de
una unión real del Padre con el Hijo y el Espíritu Santo. Sólo se necesita que cada uno
de nosotros correspondamos a su amor “guardando su palabra”. Este guardar está
unido con el cumplir, como la Virgen María que guardaba las palabras de Jesús en su
corazón, no para que se quedasen ocultas, sino para hacerlas vida. Y la vida de las
palabras de Jesús es el amor. Cuanto más amemos, más profundamente habitará Dios
en nosotros. Por eso podemos hablar íntimamente con quien habita en nosotros.
Otras religiones tenían a Dios como algo muy externo. Los israelitas del Ant.
Testamento sentían que estaba Dios cuando se presentaba entre rayos y truenos. Pero
Jesús nos enseñó que Dios está, no sólo cerca, sino en lo íntimo del alma. Dios es
nuestro Padre que nos ama hasta el punto de vivir con nosotros, en unión del Hijo y el
Espíritu Santo, que nos va enseñando lo que debemos hacer, si somos dóciles. Esta
unión por medio del amor es muy diferente del ideal de un buen israelita, como los
fariseos, cuyo ideal no era la unión con Dios, sino el cumplimiento de la Ley.
Para poder tener la unión íntima con Dios necesitamos mucha paz interior. Al
despedirse les da Jesús su paz. También lo hará cuando resucite. Dice que es una paz
distinta de la que da el mundo. En el mundo suelen decir que hay paz cuando no hay
guerra; pero muchas veces esa paz está envuelta en odios y rencores, de modo que no
permanece en lo íntimo del alma. Además siempre es transitoria. La paz que da Cristo
es un fruto del Espíritu Santo, que se obtiene con el amor y permanece en el amor.
Hoy en la 2ª lectura, que es del Apocalipsis, se expone la visión de aquella ciudad
santa bajada del cielo. Simbólicamente es la Iglesia, cuya cabeza es Cristo. Si
seguimos sus enseñanzas, estaremos en la Verdad, guiados por el Espíritu. En la
Iglesia hay mucha santidad y caridad, pero también hay manchas y pecados. En la 1ª
lectura de hoy nos habla de que también en la primitiva cristiandad había disensiones.
Por eso se tuvieron que reunir algunos apóstoles y ancianos en Jerusalén para dejarse
guiar por el Espíritu en un ambiente de oración. Luego dieron un decreto para toda la
Iglesia: “Ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros...” Así ha sido en toda la historia de
la Iglesia por medio de los concilios y la enseñanza del Papa.
No basta sólo la Biblia. Es necesario el magisterio vivo de la Iglesia, que va guiado
por el Espíritu Santo. Jesús sabía que los humanos somos imperfectos y frágiles, pues
a veces cambiamos las ideas y los sentidos de las ideas. Por eso prometió que enviaría
al Espíritu Santo para que velase por el mantenimiento de la fe, enseñando lo que
Jesús dijo. Alguno dirá que está clarito lo que Jesús dijo; pero El lo dijo en otra lengua
que no se habla y hasta en las traducciones se pueden cambiar muchas cosas. Por eso
es necesaria una unidad, dentro de la paz y el amor. Esta unidad no es fácil verla
muchas veces y por eso pedimos para que el Espíritu Santo nos ayude a tenerla.
La verdadera “ciudad santa” sólo se dará en el cielo. La Iglesia es como un signo;
pero también la “ciudad santa” es nuestro corazón donde habita la Stma. Trinidad.
Hagamos viva esa presencia con las muestras continuas de nuestro amor.