“SÓLO EL SOBREVIVIR ES POBREZA”
Homilía monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
para el Domingo VI de Pascua
(1 de mayo de 2016)
VI Domingo de Pascua, Ciclo C
EL ESPÍRITU SANTO Y NOSOTROS… ¡ANDA YA!
Padre Pedrojosé Ynaraja
1.- A Dios le complace compartir con los hombres. Por lo que parece, también con los
ángeles, pero de esto no toca hablar hoy. Comparte con individuos diversos de
tiempos y lugares y desea que entre nosotros también gocemos compartiendo. Su
Hijo, que en la tierra se llamó Jesús, sin dejar de ser Hijo, Verbo o Palabra, no fundó
una religión, fundó una Iglesia. Y a la Iglesia la llamó Esposa única y predilecta,
porque quiso que lo fuera así. Al principio sus miembros eran unos pocos, ahora
somos muchos millones. Y aun siendo pocos al principio, no siempre se entendieron
entre ellos. Porque en la Iglesia no perdemos nuestra identidad y a veces queremos
imponerla o caminar y que los demás caminen según parezca a nuestras
entendederas, que no son las mismas que las de los otros. Y este proceder no es el
correcto. Y surgen entonces las discrepancias. Tiene sus inconvenientes. Crean, a
veces, enemistades, pero dejan patente que pertenecer, ser miembro de la Iglesia, no
anula la personalidad individual. De algunas de estas conjeturas de las que os vengo
hablando, mis queridos jóvenes lectores, trata la primera lectura de hoy. Un relato de
acaloradas discusiones entre discípulos de los primeros tiempos. Unos entendían unas
cosas, otros defendían otras. Y con pasión, pero sin bofetadas, ni puñetazos.
2.- Se reunieron. Reunirse es un ejercicio al que parece está muy inclinado el hombre.
Reunirse para decidir volver a reunirse. Vivir en continuo revisionismo estéril, cree
uno es su sino. En este caso, no. Se reunieron ellos y, sin saberlo, ni darle nombre,
aconteció el primer Concilio. Hubo tendencias y advertencias. Se llegó a unas
conclusiones de las que quisieron dar cuenta a todos los hermanos, nada de
secretismos propios de sectarios. No olvidéis que si la Iglesia obra rectamente, nunca
es sectaria.
3.- Tan apasionadas y repletas de honradez fueron las disputas verbales, y en tan
vivencia de oración, que se atrevieron a escribir: el Espíritu Santo y nosotros hemos
decidido… ᄀanda ya! ﾿Quién se atreve a más? Lo dictado eran conclusiones oportunas,
respuestas a las necesidades espirituales de aquellos precisos tiempos. Por eso hubo
de continuarse el procedimiento y perdura hasta nosotros. La jerarquía centra goza de
una especial asistencia del Espíritu Santo, pero no es exclusiva esta protección de los
jerarcas, ni goza siempre del don de la oportunidad.
4.- Seguramente todos vosotros, mis queridos jóvenes lectores, habréis oído hablar
del Concilio Vaticano II. Es el último celebrado. La asistencia fue mucho más
numerosa que en el primero. Las conclusiones también muchas más, más variadas y
más complejas. Así es nuestra Iglesia. La Santa Madre Iglesia Esposa amada de
Jesucristo. Nuestra madre. Gocémonos por ello y porque en Ella seamos admitidos.
No nos excluyan, ni nos excluyamos nunca, debe ser nuestro deseo.
5.- Vuelve el fragmento del evangelio de la misa de hoy a hablarnos del Amor. Quiere
perfilar más, para que no nos confundamos. A lo del pasado domingo de: amaos como
Yo os amo, se añade hoy: si queréis saber si amáis, examinaos si cumplís con mis
palabras, si las conserváis, si las cumplís. Consecuencia de ello es que Dios habita en
nosotros. Es una prueba, una gracia, una riqueza. En consecuencia debemos
examinarnos si así ocurre. Es preciso leer el Evangelio y tratar de descubrir si somos
fieles a sus contenidos.
Se habla después de la paz. No una paz cualquiera como a veces pactan los políticos,
simples limitados armisticios, o se establecen pactos entre las personas para evitar las
riñas. La Paz de Cristo es la que desea Dios que recibamos. Paz que es integra y que
conduciría a una paz familiar, vecinal, nacional y universal.
Carlos de Foucauld
**Charles de Foucauld, vizconde de Foucauld, insatisfecho aventurero, el “hermano
universal”