Mirando atrás
La involución es un estado del alma, de la mente, del corazón. Es una actitud integrista
frente al mundo y la sociedad. Es cerrazón frente al futuro, pues se han quedado
embalsamados en vitrinas congeladas. No hay para estos grupos posibilidad de avanzar,
crecer, peor, cambiar. La novedad es negada sistemáticamente. Y tratan de ‘peligroso’ a
quien piensa diferente. Es un propio de grupos recalcitrantes tanto religiosos como
políticos.
Hoy vemos cómo se expanden los grupos involucionistas con fuerza y poder. Son
descaradamente agresivos. Confunden la moral con el escrúpulo. La ética con el rigorismo.
El dogma con el fundamentalismo. La fe con la doctrina. Y la doctrina con la religión.
Pablo encontró en su predicación a estos grupos. Fueron sus acérrimos enemigos. También,
sus victimarios. Desde la primitiva comunidad cristiana abundaron, se multiplicaron.
En el Apocalipsis, Dios lo llena todo, es templo y altar y culto y celebración. Es una visión
holística de la historia, también de la espiritualidad. Ya no hay espacio para islas,
exclusiones, segregaciones, rituales privados, intimismos. Un Solo Dios que todo lo llena.
Un templo que todo lo abarca. Un culto que todo lo comparte. Todas las razas tienen su
puesto, todas las culturas su palabra, todas las lenguas el mismo eco en sinfonía de alabanza
perenne.
En la Iglesia están prohibidas las nostalgias, esa manía enfermiza de quedarse en el pasado.
Jesús, en el curso de formación al discipulado, les promete su Espíritu Santo que les
recuerde todo en memoria renovada de presencias vivas, de Palabra transformante, de
comunión vivificante en un amor que renueva, recrea y pulveriza todo rezago de
conformismos y egoísmos paralizantes. Es el Espíritu quien no nos deja envejecer como
momias de museo, sino que nos actualiza permanentemente al ritmo de su acelerador
creativo.
Cochabamba 01.05.16
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com