“Santos ocultos”
Algunas religiones juegan hoy papel preponderante, por no decir, incendiario, de violencia,
de lucha armada. Muchos de sus prosélitos, a sangre y fuego, conquistan para sus feudos
seguidores o discípulos en quienes inoculan la misma sustancia venenosa de odio y
exclusión. No es una novedad de estos tiempos. Muchas “guerras de religión” han llenado
capítulos de nuestra historia. A nombre de la religión se ha destruido al ser humano.
Jesús se sorprende ante la fe de un centurión romano. Él obedece órdenes, pero también
tiene a quien mandar. Sin embargo, encuentra en Jesús a Alguien en quien confiar y
depositar en Él su angustia y su dolor. Ni siquiera pide para Sí, pide para su criado. Jesús
comienza sanándolo primero a él y cuando su fe le hace comprender su pequeñez, se obra
el milagro de la sanación interior: “No soy digno”, confiesa. Es la santidad de la humildad.
Salomón abre su templo, el de su corazón, a todos los extranjeros. Es la universalidad del
evangelio en sus gérmenes primordiales. El proselitismo en su raíz más honda, sólo genera
muerte. No hay ningún derecho de condenar a nadie a causa de su fe. Es derecho universal.
En esa confesión testimonial de la fe, Dios va realizando el milagro de la aceptación común
y universal de toda la familia humana que, en confesiones diferentes, alaban al único Dios.
Si Jesús se sorprende de la fe de un pagano, Pablo, vehementemente, rechaza la fe de
quienes, llamándose seguidores del evangelio, lo han tergiversado a su modo,
acomodándolo a la facilidad de sus caprichos o al despliegue pervertido de sus pasiones.
Jesús apela a la santidad oculta, silenciosa. Pablo recrimina los desenfrenos por causa de
una fe sin coherencia y sin transparencia traducida en meras apariencias.
Cochabamba 29.05.16
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com