VI domingo de Pascua/C
(He 15, 1-2.22-29; Ap 21, 10-14.22-23; Jn 14, 23-29)
Él es Maestro divino interior, Luz para las mentes, Dulce Huésped y
Consolador de nuestras almas...
“Jesús promete la venida del Espíritu Santo… El Espíritu de Verdad, el otro
Paráclito, será dado por el Padre en virtud de la oración de Jesús… El Espíritu Santo
vendrá, nosotros lo conoceremos, estará con nosotros para siempre… nos lo
enseñará todo y nos recordará todo lo que Cristo nos ha dicho y dará testimonio de
él; nos conducirá a la verdad completa y glorificará a Cristo” (CEC 729). Él es
Maestro divino interior, Luz para las mentes, Dulce Huésped y Consolador de
nuestras almas, Arquitecto de nuestra santidad, Escultor de la imagen de Cristo en
nuestro interior, Estratega en nuestras luchas, Bálsamo para nuestras heridas.
En uno de sus sermones, san Agustín llama a la Iglesia «Societas Spiritus»,
sociedad del Espíritu (Serm. 71, 19, 32: PL 38, 462). Pero ya antes de él san
Ireneo había formulado que: «Donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios, y
donde está el Espíritu de Dios, allí está la Iglesia y toda gracia, y el Espíritu es la
verdad; alejarse de la Iglesia significa rechazar al Espíritu» y por eso “excluirse de
la vida” (Adv. haer. III, 24, 1).
La Iglesia es divina y es humana. Está integrada por santos y por pecadores, pero
sobre todo, está dirigida por el Espíritu Santo. Una noche, el Papa Juan XXIII,
desvelado en la cama preocupado por los problemas de la Iglesia, se incorporó, y
se hizo a sí mismo esta pregunta: “Angelo, ¿quién guía la Iglesia tú o el Espíritu
Santo? Pues si la guía el Espíritu Santo, no tienes por qué preocuparte”. Y así se
durmió…
El próximo domingo celebraremos la fiesta de la Ascensión. Y el domingo siguiente
vendrá el Espíritu Santo el día de Pentecostés. Así nacerá la Iglesia. Será su
solemne “inicio” en el tiempo, y durará hasta el fin del mundo. Por eso, nuestro
Señor nos prometió el Espíritu Santo, el Espíritu “que procede del Padre y del Hijo”
–como rezamos en el Credo— y que es el amor recíproco entre el Padre y el Hijo, el
Amor que es persona divina, la tercera Persona de la Trinidad Santísima.
El Papa Francisco ha enseñado que “Hoy, muchos cristianos no saben quién es el
Espíritu Santo, cómo es el Espíritu Santo. Y algunas veces se escucha: ‘pero yo me
las arreglo bien con el Padre y con el Hijo, porque rezo el “Padre Nuestro” al Padre,
hago la comunión con el Hijo, pero con el Espíritu Santo no sé qué cosa hacer…’. O
dicen: ‘El Espíritu Santo es la paloma, aquel que nos da siete regalos’. Así el pobre
Espíritu Santo está puesto siempre al final, y no encuentra un buen lugar en
nuestra vida”.
En cambio el Espíritu Santo es un Dios activo en nosotros, un Dios que hace
recordar”, que hace despertar la memoria. El mismo Jesús lo explica a los Apóstoles
antes de Pentecostés en el Evangelio que hemos escuchado: el Espíritu que Dios les
enviará en mi nombre les recordará todo aquello que he dicho”. De lo contrario,
para un cristiano se presentaría un declive peligroso: Un cristiano sin memoria no
es un verdadero cristiano: es un hombre o una mujer que prisionero de la
coyuntura del momento, no tiene historia. La tiene, pero no sabe cómo afianzar la
historia. Y justamente es el Espíritu que le enseña cómo aferrarse a la historia. La
memoria de la historia… Memoria de nuestra vida, de nuestra historia, memoria del
momento en el que hemos tenido la gracia de encontrar a Jesús; memoria de todo
aquello que Jesús nos ha dicho”.
Aquella memoria que proviene del corazón, aquella es una gracia del Espíritu Santo.
Y tener memoria significa también recordar las propias miserias, que esclavizan, y
al mismo tiempo la gracia de Dios que redime de esas miserias: Y cuando viene un
poco la vanidad, y uno se cree un poco el Premio Nobel de la Santidad, también la
memoria nos hace bien: ‘Pero… acuérdate de donde te tomé: de detrás del rebaño.
Tú estabas atrás, en el rebaño ’. La memoria es una gracia grande, y cuando un
cristiano no tiene memoria – es duro esto, pero es la verdad – no es cristiano: es
idólatra. Porque está ante un Dios que no tiene camino, que no sabe hacer camino,
y nuestro Dios hace camino con nosotros, se mezcla entre nosotros, camina con
nosotros. Nos salva. Hace historia con nosotros. Memoria de todo aquello, y la vida
se vuelve más fructífera, con esta gracia de la memoria (Francisco 2013-05-13).
Ven, Espíritu Divino manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en
tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro
trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en
los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)