LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR, Ciclo C
(Hechos 1:1-11; Hebreos 9:24-28.10:19-23; Lucas 24:46-53)
El sacerdote hindú estuvo encima de una montaña. Era persona fuerte y
diestra. Tomó en mano cada animal entregado por la gente, sea paloma o
cabra. Le dio unos tajos con su navaja causando el flujo de sangre que
robó la bestia de su vida. Su rol como lo de sus contrapartes en toda
religión de la tierra fue ofrecer sacrificios de parte de la gente y rezar por su
bien. La segunda lectura de la Carta a los Hebreos muestra a Jesús
también desempeñando este rol.
Sin embargo, el autor de la carta distingue a Jesús de todos los otros
sacerdotes. Dice que Jesús no tiene que ofrecer a muchos sacrificios como
los demás. Explica que su sacrificio fue perfecto porque nunca pecó. Es
como si en un lado hay un diamante ofrecido como un sacrificio y al otro
lado hay unas piedras. Todos aquellos que se arrimen a Jesús pueden
aprovecharse del sacrificio que hizo.
Ahora – el Día de la Ascensión -- celebramos a Jesús entrando en el
santuario del cielo. No se puede especificar el lugar. Hablamos del “cielo”
como si fuera un recinto espiritual, pero si su cuerpo resucitó de la muerte,
hay que ser un espacio. Sin embargo, no importa dónde sea. Para el autor
de la Carta a los Hebreos lo importante es que esté abogando por la gente.
Como ganó el perdón de sus pecados por su la cruz, está asegurando su
salvación por sus rezos. Pide a Dios Padre las gracias para que sus
seguidores cumplan la voluntad de Dios Padre. Han de dar de comer a los
hambrientos y visitar a los encarcelados si van a realizar la vida eterna.
Hace algunos años un internado católico de una prisión en Texas este
escuchó Radio Guadalupe. Porque él sentía el desprecio de parte de la
mayoría en la institución, el prisionero escribió la emisora pidiendo ayuda.
Enterándose de la necesidad, un católico laico en Dallas formó un ministerio
carcelario. Ahora un grupito de hombres maneja dos horas semanalmente
para enseñar a los prisioneros cómo hacer la meditación. La gracia de Dios
funciona en esta manera. Mueve a la gente en mil maneras para hacer lo
bueno.
Este domingo también celebramos el Día de Madre. Honramos a nuestras
mamás porque actúan como Jesús, el sacerdote eterno. Como Jesús,
nuestras madres han hecho sacrificios por nosotros. Ciertamente, no es
una vez para siempre sino continuamente. Desde el día de nuestro
nacimiento cuando arriesgaron sus vidas para darnos la luz del día hasta el
día hoy cuando reza por nuestro bien, se han negado a sí mismas para
apoyarnos. No estamos diciendo que el amor de Jesús de alguna manera
refleje lo de la madre sino el contrario. El cuidado que nos proporcionan
nuestras madres se asemeja lo de Jesús cuando nutre con su cuerpo y
sangre. El profeta Isaías dice: “’… ¿acaso una madre olvida o deja de amar
a su propio hijo? Pues aunque ella lo olvide, yo no te olvidaré.’”
Una mujer insistió que su hija se bautizara. No había ido a misa pero
aparentemente estaba lista a comenzar la práctica para que su niña
conociera a Jesús. Este es el sacrificio no perfecto que las madres hacen
regularmente. Refleja al menos un poco el sacrificio que hizo Jesús para
que realicemos el amor de Dios Padre. Por el sacrificio de Jesús hemos
realizado el amor de Dios Padre.
Padre Carmelo Mele, O. P