Solemnidad. La Ascension del Señor, Ciclo C.
LA ASCENSIÓN-2016
Padre Pedrojosé Ynaraja
1.- Desde que el hombre es hombre y parece que de ello hace muchos años, ha
pretendido saber y procurarse una perduración, si le es posible. Se trata de
existir por siempre. Le repugna desaparecer. Ese hombre del que hablaba, mis
queridos jóvenes lectores, somos, entre otros muchos, evidentemente, todos
nosotros.
2.- Según se escucha, hoy parece que para perdurar es suficiente que su historia
se conserve en la memoria de los que le amaron a cada uno. Lo pienso cuando
oigo decir en ciertos entierros y otras ocasiones semejantes: tú continuarás
viviendo en nuestro corazón. Pero a mí me parece entonces escuchar algo así
como: lo que te escuché, las conversaciones que tuvimos, las excusiones y
viajes que hicimos juntos, tus fotografías y recuerdos, los conservaré guardados
en el disco duro de mi cerebro… ¡triste consuelo, si se contenta con eso y se lo
cree!
3.- La Fe que profesamos los cristianos nos enriquece espiritualmente, dándonos
la seguridad de que, si bien moriremos, posteriormente, no me atrevo a decir
después, ni de inmediato, ni luego, ya que son términos y teorías que están
atrapadas entre las rejas del espacio-tiempo y la resurrección precisamente es la
liberación de estos opresores barrotes.
4.- Quiso el Maestro que estuviésemos convencidos, y de alguna manera
supiésemos, que la resurrección es otra manera de existir humanamente, que no
perderemos nuestra identidad personal, que no dejaremos de ser nosotros
mismos, aunque de otra manera. Que no mutaremos, ni nos reencarnaremos, en
otra entidad. Existir vivo y siendo hombre de otra manera, esto es lo que nos
espera. Una prueba valedera y al alcance de las entendederas de la buena gente
de aquellos tiempos, eran que vieran que comía y bebía con ellos. No en
solitario, o en un escaparate aislado y blindado, sino con ellos.
5.- Nosotros exigiríamos tal vez otra prueba. Gente de mi tiempo, edad y
cultura, le hubiera gustado que en su presencia, en una pizarra, se entregara la
división de un polinomio por un binomio x-a por la regla de Rufini. Con ello
demostraría ser un buen alumno de matemáticas. Os he puesto este ejemplo-
operación, mis queridos jóvenes lectores, porque dicho ejercicio era una de las
típicas pruebas de examen de final de curso, una demostración de que éramos
estudiantes con conocimientos bien estudiados, aunque, tal vez, no aprendidos.
Nunca supe lo que significaba, ni para qué servía el tal ejercicio, pero era sin
duda una demostración de haber cursado y de estar seguro de poder continuar
siendo reconocido alumno. Los que no hayáis entendido el ejemplo, no os
preocupéis. Se puede ser reconocido hombre de cultura, sin saber dividir un
polinomio por un binomio x-a por la regla de Rufini, que yo tampoco ahora sé
hacerlo. De una manera simple, comiendo y bebiendo juntos, les demostró que
existía y era hombre, no un fantasma, como en algún momento pensaron.
6.- El pasado domingo día 1, unos cuantos, pocos, adultos, jóvenes, algunos
chiquillos, otros niños y hasta un bebé, nos encontramos en una ermita,
celebramos misa y a continuación comimos pescado al horno (en el lugar está
totalmente prohibido encender fuego y esta manera es lo más semejante a las
brasas que el Señor tenía preparadas para los peces conseguidos por aquellos 7
apóstoles. (Os acordaréis que era la lectura evangélica del tercer domingo de
Pascua) Los pescados estaban enteros, con su correspondiente cabeza, aletas y
espinas, para que se viera que eran auténticos peces. El pan era de cebada
como el que ofreció el Maestro. Comido y masticado con dificultad, es decir, duro
como una piedra, pero a mí me supo a gloria, o más bien a comida de
resucitado.
7.- Pasamos un buen rato, esperamos, espero yo por lo menos, que
Pentecostés, el Espíritu Santo, nos enriquezca con el coraje que tanto
necesitamos para cambiar los criterios de vida, alejar los vicios y ser felices.
Supimos que Él, el Señor y Dios, había pasado al frente, abriendo camino.
Cuando el caudillo abanderado cruzaba la línea enemiga en las antiguas batallas
medievales, todo el ejército estaba seguro de que podría penetrar en la plaza y
avanzaban ellos victoriosos.
7.- Era Jesús, lo sabían por la experiencia de los bocados gustados en común,
reconocían ahora, al ver elevarse al cielo y que una nube lo borrara de su vista,
que existía de otra manera, pero que era Él mismo. Algo así esperamos nosotros
que nos sucederá, ya que en Él hemos puesto nuestra esperanza. Y al meditar la
Ascensión del Amigo, ser un poco más felices. (No os riais, mis queridos jóvenes
lectores, de lo de la regla de Rufini o de mis posibles equivocaciones, esto me
pasaba hace más de 70 años)