DOMINGO DE PENTECOSTÉS, Ciclo C
¿LOS CRISTIANOS SON IMÁGENES VIVIENTES DE CRISTO O MOMIAS
ESPIRITUALES?
Hoy concluimos una larga fiesta de 50 días en que hemos sido testigos de ese
hecho prodigioso del Hijo de Dios que se hace hombre y nos da el don más
exquisito brotado de su amor, la presencia del Espíritu Santo de Dios en el
mundo y ya puestos en obra, hablaremos de la obra del Espíritu Santo en Cristo
y luego en la vida de la Iglesia y del mundo.
Lo primero que habría que decir es que fue gracias al Espíritu de Dios pudo
existir este mundo bello y armónico y pudo ser poblado propiciando al mismo
tiempo la amistad de Dios con los hombres que creó a su imagen y semejanza.
Cuando el hombre falló, ahí estuvo el Espíritu para encarnar en el seno de esa
chiquilla encantadora, la mujer más bella de la Creación, al Hijo de Dios, que
teniendo un cuerpo y unos pechos que lo albergaron y lo alimentaron, pudo
también con su propio cuerpo servir de enlace, de abogado y de intercesor entre
los hombres y Dios. Y cuando los hombres volvieron a fallar, destrozando al Hijo
de Dios en lo alto de una cruz, ahí estuvo el Espíritu de Dios para devolverle la
vida, ya como resucitado, para colocarlo en el centro de la humanidad,
humanidad peregrina a la Casa del Padre.
Y en una iglesia que nacía del corazón herido de Cristo, el Espíritu Sano la
moldea en esa naciente comunidad, haciendo de aquellos primeros hombres, los
Apóstoles, tímidos cobardes y temerosos de ser expulsados de su sinagoga para
ser parias en el mundo, los hace valientes, intrépidos y generosos pero con una
generosidad de primera línea, hasta dar su vida en defensa de la Resurrección
de Cristo y hacerlo presente en medio del mundo. Fue ese Espíritu el que suscitó
en los primeros cristianos y hasta hoy, la fuerza renovadora del amor, la luz de
la verdad y la libertad con la que deben prosperar los hijos de Dios hasta
hacerlos que toda su energía esté puesta al servicio de la evangelización, hacer
presente a Cristo en todos los caminos y en todas las encrucijadas de la vida.
El más grande don que trae consigo la venida del Espíritu será la paz, en este
mundo en que se ha enseñoreado el mal, el engaño y la mentira. Esto requerirá
el esfuerzo y el compromiso de los católicos, de los cristianos y de todas las
gentes de buena voluntad. Pero en serio, pues el Papa Francisco con esa manera
tan suya de expresarse, dice que muchos cristianos son momias espirituales que
ahí están, paraditos, como las momias de mi tierra en Guanajuato, o
acostaditos, pero sin vida sin movimiento y sin actividad y los cristianos tienen
que ser imagen viva de Cristo que dejó su vida embarrada en la cruz, para
conseguir la paz para todos los hombres. E indudablemente que la paz conlleva
la necesidad del perdón y la reconciliación. El Espíritu tiene muchas sucursales o
agencias donde es posible el perdón: los confesionarios, donde el sacerdote,
joven o viejo, sabio o ignorante, santo o pecador, tiene el poder y la facultad de
perdonar los pecados de los hombres. Mucho se ha conseguido cuando el Papa
mismo ha convocado a un año de misericordia y de amor. Los confesionarios
están más visitados por cristianos que quieren aprovechar “la oferta” del perdón
de Cristo.
Y en la paz y en el perdón, los cristianos, los cristianitos común y corrientes,
están llamados a convertirse en instrumentos de salvación para todos los
hombres, llamándoles a todos ellos a venir al encuentro del Señor, propiciando
con todos los medios que los hombres de buena voluntad puedan encontrar el
camino hacia el Señor.
En fin, si el Espíritu Santo es el don por excelencia del Padre y del Hijo, vamos a
darle gloria al Señor, vamos a invocarlo y vamos a sentir la alegría de la unción
bautismal y la unción de la Confirmación que nos acerca cada vez más al Señor,
acercándonos a los hombres que esperan ver en cada uno de los cristianos una
imagen viviente del Cristo Jesús, buen Pastor de todos los hombres.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
alberami@prodigy.net.mx.