COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
Solemnidad de Pentecostés
***Queridos hermanos, hoy es Pentecostés, la Fiesta del Espíritu Santo; la
Iglesia vive en el espíritu de Cristo; hoy es el nacimiento de la Iglesia, que tiene
sus tiempos: gestada en el seno virginal de María, consumada en la cruz -Cristo
en su Pascua- y luego dada a luz, manifestada, en Pentecostés. El Padre y el
Hijo envían su Espíritu. De allí la importancia de saber que el Espíritu de Dios
está presente en la Iglesia para siempre; nos guía, nos ilumina, nos alimenta,
nos purifica, nos entusiasma, nos brilla y nos envía a anunciar este mensaje a
todos nuestros hermanos.***
Evangelio según San Juan 20, 19 -23
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las
puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos,
lleg￳ Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”.
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se
llenaron de alegría cuando vieron al Se￱or. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz
esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a
ustedes”. Al decirles esto, sopl￳ sobre ellos y a￱adi￳: “Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán
retenidos a los que ustedes se los retengan”.
EN PENTECOSTES NACIO LA IGLESIA
Cristo Resucitado muestra a los Apóstoles que Él nos da su paz; una paz que es
verdadera, estable, para siempre; no es un momento fugaz, la fugacidad, la
caducidad, aquello que dura brevemente, eso NO. Dios, con su Espíritu nos da
una paz que llega al alma, que está, que permanece con nosotros y para
nosotros.
Luego, es importante no tener miedo porque es Él que está en nosotros, con
nosotros, que camina con nosotros. En este mundo que vivimos -tan atareados,
corriendo, tan del consumo interno, de las cosas que provocan cansancio,
desgaste y hastío- Dios nos da algo fundamental: lo permanente; el amor de
Dios no tiene comparaci￳n. Nos da su paz y nos dice “no se la guarden”, “como
el Padre me envió a mí yo también los envío a ustedes, vayan, anuncien, lleven
el nombre del Se￱or a los demás”
Así deja a la Iglesia ciertas encomiendas. Primero nos da le Espíritu Santo
fundamentalmente a los sacerdotes, a los obispos -sucesores de los Apóstoles-
algo que nos supera enormemente: el poder de Dios en los servicios que
nosotros administramos en la Iglesia. Cuando bautizamos, cuando confirmamos,
cuando ungimos a un enfermo, cuando bendecimos a los demás, cuando
consagramos -en el nombre del Señor- ese Pan que se convierte en el Cuerpo de
Cristo, ese Vino que se transforma en la Sangre de Cristo, cuando bendecimos
una unión matrimonial, cuando consagramos a un sacerdote o a un obispo,
cuando perdonamos los pecados; Cristo y el Espíritu Santo, en la Iglesia, causa
y produce la gracia y al hacerlo transforma, cambia, “hace nuevas todas las
cosas”.
Que tengamos conciencia de lo que Dios nos confía; que tengamos gratitud de
recibir todo lo que Él, en su misericordia, nos quiere ofrecer; que vivamos
convencidos como Pueblo de Dios; que no nos guardemos para nosotros lo que
tenemos que llevar a los demás. Cristo y su Espíritu quieren contar con nosotros
y que nosotros contemos siempre con Él.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén