9ª semana, tiempo ordinario. Miércoles: Mc 12, 18-27
En este capítulo 12 san Marcos nos presenta diversos enfrentamientos de ideas y
palabras entre Jesús y algunos de sus enemigos. Acababa de confundir a un grupo de
fariseos y herodianos, que le habían querido poner una trampa con lo del tributo al
César. Ahora son los saduceos los que le quieren poner otra trampa. Los saduceos
solían ser gente rica que se aprovechaba de la religión para sus ganancias materiales.
Varios solían pertenecer al Sanedrín o gobierno principal entre los judíos, y algunos
pertenecían a los principales dirigentes entre los sacerdotes: el Sumo sacerdote y los
encargados principales del templo. Ahí era donde tenían sus grandes negocios.
Como eran materialistas, no creían en la resurrección, en la cual sí creían los
fariseos. Aunque en verdad éstos creían en una resurrección material, pues pensaban
que la vida seguiría siendo del mismo estilo que la de aquí. A los saduceos, a quienes
se les podía calificar como racionalistas escépticos, lo único que les preocupaba era la
descendencia familiar, en donde de alguna manera perseveraba la persona. Por eso
ponían atención a la ley del levirato. Esta era una ley por la cual si un hombre moría sin
descendencia y tenía un hermano soltero, éste debía casarse con la mujer de su
hermano para que el primer hijo que tuviesen fuese registrado como si fuese de su
hermano. Era una ley antigua, aunque no precisamente desde Moisés.
Un grupo de saduceos va donde Jesús, no con ánimo de aprender sino de reírse,
quizá no tanto de Jesús cuanto de las ideas de los fariseos. Le presentan una cuestión
ridícula. Mucha casualidad tiene que ser que mueran los siete hermanos solteros sin
haber podido tener descendencia. Y le preguntan: “En la resurrección ¿de quién será la
mujer?” Ellos creían que ya tenían a Jesús sin saber dar la respuesta precisa.
Pero Jesús les dice que están equivocados por dos razones: Porque no conocen las
Escrituras y porque no conocen el poder de Dios. Y comienza a explicarles, y también a
nosotros, en qué consiste la resurrección de los muertos. Por de pronto no se trata de
otra vida material continuada como pensaban los fariseos en que pudiera haber
matrimonios para procrear. Ese período de vida material se ha terminado. El poder de
Dios es tan grande que realiza para nosotros otra clase de vida, en la cual no habrá las
preocupaciones materiales que encontramos en esta vida. Será una vida en plenitud.
Claro que es muy difícil que lo comprendamos acostumbrados como estamos a las
categorías terrenas. Pero debemos confiar en el poder de Dios y en sus promesas.
Jesús manifiesta esa vida con esta expresión: “serán como los ángeles en el cielo”.
Quiere decir que no necesitaremos de las tendencias terrenas, porque tendremos otras
tendencias e intereses muy superiores y que nos harán mucho más felices. Por eso la
resurrección no será un fenómeno material o físico, sino espiritual. Será ya el paso de
esta vida a la otra superior. Jesús no desprecia el matrimonio ni las cosas de la
naturaleza, sino que su amor es tan grande que nos da una vida muy superior.
Los saduceos, dice Jesús, están equivocados porque no han comprendido la
Escritura. Ellos sólo admitían, como inspirados, los cinco primeros libros. Pues bien, de
esos libros Jesús toma indicaciones para decirles que Dios se hace llamar Dios de
algunos que ya habían muerto, siendo Dios de ellos, como diciendo que para Dios
todos los muertos están vivos. Esta es una gran esperanza para nosotros.
Suele haber un gran miedo hacia la muerte, porque no se piensa en la vida eterna y
en la resurrección. Esta resurrección, más que un hecho concreto después de la
muerte, puede considerarse el mismo paso de esta vida mortal a la vida eterna que nos
prepara Dios. De hecho ya podemos vivir resucitados si nuestra vida está con Cristo,
como nos dice san Pablo. Así que no es algo futuro, sino algo que se está dando ya.
Podemos decir que Dios no puede permitir que muera quien ha estado unido con Él por
el amor, sino que esa vida se transformará en una vida como los ángeles.