Viernes después del Corpus. Sagrado Corazón de Jesús C: Lc 15, 3-7
En el viernes, después del domingo del Corpus, celebra la Iglesia la solemnidad
litúrgica del Sagrado Corazón de Jesús. La fiesta litúrgica comenzó en 1670, al
principio en pocos lugares, después en la Iglesia universal. El motivo último estuvo en
las apariciones a santa Margarita María de Alacoque. Pero la devoción al Corazón de
Jesús ya la vivían muchos santos desde varios siglos antes.
Para nosotros, en la vida normal, la palabra “corazón” no indica sólo una parte de
nuestro cuerpo, sino también el centro de las emociones y sentimientos. En el tiempo
de Jesús era el centro más total, incluidos los pensamientos y deseos. Pero entonces y
ahora hablar de una persona con buen corazón es hablar del amor. Así llamamos a una
persona que es “cordial”.
Por lo tanto la devoción al Corazón de Jesús es sobre todo devoción a su amor. El
corazón, más que algo material, es algo simbólico del amor de esa persona, que en el
caso de Jesús es hombre real, pero es al mismo tiempo Dios. Al pensar en el Corazón
de Jesús, pensamos en la persona más noble y tierna, en Jesús, que es el más amable
y digno de ser amado.
La devoción al Corazón de Jesús es la devoción a su persona bajo el aspecto
principal de su amor. Por eso, al representar en imagen el Corazón de Jesús, no se
debe representar el corazón aislado de la persona, sino a la persona de Jesús, en
quien se realza su corazón. Este corazón, en las imágenes, tampoco debe tener sólo
las características y proporciones del corazón carnal, sino como sublimado. Es decir,
que es visible, pero simbólico, porque es emblema del amor.
En este ciclo C la Iglesia nos presenta el amor de Jesús en la figura del buen
pastor. En la 1ª lectura del profeta Ezequiel se presenta Dios como el buen pastor que
busca a sus ovejas y las libra de las dificultades, buscando las extraviadas y curando a
las enfermas.
Este ejemplo lo expone de una manera gráfica Jesús, en el evangelio de este día,
en la parábola de la oveja perdida: Si tiene 100 ovejas, deja las 99 para irse a buscar la
perdida hasta que la encuentra y la trae a casa cargada en sus hombros.
La característica impactante final es que Jesús muestra su alegría por la vuelta de
esa oveja, que simboliza a un pecador arrepentido. Su alegría es tan grande que nos
invita a todos a alegrarnos con él.
En la 2ª lectura san Pablo nos señala el inmenso amor de Jesús que es capaz de
morir por nosotros aun cuando éramos pecadores. Termina san Pablo con una
expresión de júbilo: Debemos gloriarnos en Dios. Porque, si el fin de nuestra vida debe
ser trabajar por la gloria de Dios, manifestamos que la gloria de Dios se nos presenta
en lo principal que tiene Dios, que es el amor.
En todos los hechos de la vida de Jesús se manifiestan los rasgos grandiosos del
amor. Su corazón queda expresado en tantos sentimientos de compasión y de ternura,
hasta llegar al llanto por su pueblo o por la muerte de su amigo Lázaro. Sentir ese amor
es tener devoción al Corazón de Jesús.
Cuando se presentó Jesús ante santa Margarita María de Alacoque, lo hizo
quejándose amargamente por el olvido y desprecio de tanta gente a su amor. Y
presentó su corazón “que tanto ha amado a los hombres”. Por eso a la santa y a
nosotros nos pide, como un acto de devoción, el desagravio a su Corazón.
Existen muchas oraciones y actos de desagravios concretos muy hermosos:
oraciones, nueve primeros viernes, letanías, novenas...; pero lo que verdaderamente
sirve es el cambio de nuestro corazón. Quizá las oraciones concretas pueden
ayudarnos. Si las injurias ofenden a Jesús, nosotros hagamos muchos actos de amor.
Y sobre todo cumplamos con lo que sabemos es la voluntad de Dios.