X Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
MUERTE, VIDA Y ESPERANZA
Padre Pedrojosé Ynaraja
1.- Es paradójico que el hecho del que estamos más seguros que nos va a
ocurrir, del que nadie se libra, no lo aceptemos con serenidad y quisiéramos
siempre aplazarlo. La muerte es una realidad científicamente definida para
actuaciones legales, sea sepultura o trasplantes, pero no deja de ser un misterio
vivencial siempre
2.- Algunos, cuando pasamos los cincuenta, sabemos que ya hemos transcurrido
por lo menos, la mitad de nuestra historia y aun así nos incomoda su
proximidad. Encararnos a ella supone mucha serenidad, si uno es capaz de
tenerla, o mucha Fe, si por don gratuito de Dios la tiene. Aun así la tememos.
Como la temió el Señor.
3.- La muerte, en su dimensión de injusticia aparente, es el tema de la primera
y tercera lectura de la misa de este domingo. El profeta Elías es el gran
personaje de una extensa época. Es profeta, pero no escritor. Digo esto, mis
queridos jóvenes lectores, porque aun ahora y entre nosotros, el tener
publicados libros, viste mucho en su entorno y el que los tiene, con frecuencia se
siente superior a los demás. No os voy a hablar de mí mismo a este respecto.
(Misterio, emoción e intriga, para quien le interese)
4.- No voy a establecer comparaciones, ni paralelismos entre Elías y Jeremías,
por ejemplo. Los dos son grandes, cada uno a su manera. Los dos profetas. Y a
ninguno de los dos se les dio mando sobre un territorio o una comunidad. Alerta,
pues, ya que creer que tener autoridad, capacidad de ordenar y prohibir, sea
gran valor, alcance supremo. Cuando uno lee las listas de carismas que
proporciona el texto sagrado, comprueba que el don de autoridad no ocupa el
primer lugar, ni el segundo. Tenerla supone gran responsabilidad y riesgo. ¡Casi
nada! En el Reino de los cielos se nos preguntará por nuestras obras, las puestas
en práctica a favor de los pobres, no por la categoría social que hubiéramos
podido tener.
5.- Ser profeta y ejercer esta misión supone valentía, aceptación del posible
fracaso, tener que huir, si es preciso. El profeta Elías atesoró tales experiencias.
Elías, en este caso, no lo hace, no huye. Se enfrenta. Reza. La resurrección del
chico resulta prueba de que Dios asiste al que en Él confía. La buena mujer, que
es buena, además de agradecida, es creyente.
6.- Pienso siempre, mis queridos jóvenes lectores, que probablemente soy el
colaborador de www. betania.es que mejor conoce Tierra Santa. Aquel territorio
que es llamado acertadamente, quinto evangelio. Soy consciente de ello, me
responsabilizo y me gusta escribir de acuerdo con ello. De aquí que, siempre que
puedo, describo los lugares donde acontece lo narrado en el texto. Que se
proclama en la misa.
7.- El milagro de la resurrección de este joven ocurre en Naín. Estuve algunas
veces allí. Recuerdo que la primera vez que visité el lugar era un pequeño
villorrio. Una buena mujer musulmana guardaba la llave de la iglesia y nos la
prestó amablemente. Según se me dijo, no había ni un solo cristiano en el
pueblo. ¿Desagradecimiento por parte de los cristianos? Que se lo plantee quien
pueda saber o encontrar solución.
8.- Me parece que no ha cambiado mucho la población. Leo que ahora ronda el
medio millar de habitantes. Últimamente he pasado de largo, sin pararme, las
casa se arropaban en torno a la iglesita. La tradición confirma la autenticidad
evangélica del sitio, pero lo que da más firmeza son las ruinas y los sepulcros
que hay. En Tierra Santa, como en tantos otros lugares, a una persona que
afirma una cosa se la puede tildar de embustera, o se la puede suprimir, si
conviene. Una sepultura, habla en silencio y nadie puede acallarla. Me gusta
meditar allí pensando en su situación concreta. Desde Naín hasta Nazaret no
llegará a haber 10km. El Señor divisaría su casa, pensaría en su madre que allí
vivía. Aun hoy en día que ha crecido mucho el entorno, se distingue bien.
9.- En Naín una mujer viuda lloraba la muerte de su único hijo. Dentro de algún
tiempo, de poco tiempo, otra mujer, su amada madre, también viuda y madre
de un solo hijo, lloraría la muerte del suyo, de Él. El dolor de María era
inevitable, si quería ser fiel a la misión que su Padre le había encomendado. El
de esta buena viuda, sí que podía evitarlo. En la vida no se trata de soñar y
alardear de grandes proyectos que nunca se podrán realizar. Hay que saber ser
modesto. Hacer el bien cuando se presenta la ocasión. Hacer un pequeño bien,
si es lo que está a mano. Jesús no desdeña la oportunidad. También cada uno de
nosotros debe aprovechar cualquier ocasión. Que nunca se sabe el bien que uno
hace, cuando hace el bien, afirma acertadamente el dicho. Aquel joven y su
madre, a partir de entonces, pensarían en la muerte de una manera diferente.
La temerían seguramente también, pero con esperanza. Es lo que a nosotros se
nos pide.