XI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
GENTE DE ALTA Y BAJA CATEGORÍA
Padre Pedrojosé Ynaraja
1.- Fariseo no podía serlo un cualquiera. Se trataba siempre gente de categoría
social e intelectual y de ninguna de ambas se desprendían nunca. Acordaos, mis
queridos jóvenes lectores, que el mismo Pablo nunca olvida que ha pertenecido
a este rango. Era un postín. Gracias a recordárselo algunos le escucharían con
más atención. También suponía buena posición social y económica. Ahora bien,
hay que reconocerlo, más que sabios eran eruditos.
2.- Prostituta podía ser cualquier mujer. Ejercer este oficio suponía baja
condición, ínfimo rango en todos los sentidos. Es este empleo necesario, según
dicen, pero que siempre margina. La apariencia física y la condición económica,
no impiden ejercerlo.
3.- En la cima del monte Tabor, miro siempre hacia abajo, al pie de la falda, en
la vertiente que desciende por el sur. Mirar y repasar el panorama ayuda a
recordar, actualizar y aprender mucha ciencia bíblica. Momentos importantes de
la historia de Israel se vivieron por aquí. A la izquierda, imagino que estaba la
casa de la nigromante de Endor, la que acogió al rey Saúl, caído ya en
desgracia. A la derecha se distingue todavía Naín, lugar del milagro del que
hablaba el evangelio del domingo pasado. En la lejanía, hacia poniente, Nazaret.
Al frente de donde observo, abrigo la esperanza de que se conserve la casa del
fariseo que invitó al Señor. Supongo que todavía están los cojines donde se
reclinó Jesús y que todavía se respira la fragancia que derramó aquella buena
mujer, prostituta de oficio o de desgracia, que quiso perfumar al Señor y,
careciendo de tela apropiada, secó con su propia cabellera, las lágrimas que
habían humedecido los pies del Maestro.
4.- Aprovechó ella la circunstancia, común de aquella tierra y de aquellos
tiempos, de que a un banquete no se le ponían puertas, que en aquella casa no
existía un reservado para invitados exclusivos. El ambiente, sin duda, estaría
repleto de alegría hueca, de víveres, de palabrería ampulosa y satisfecha.
Aquella desconocida mujer lo inundó de amor. Los comensales no supieron
descubrirlo, se fijaron solo en su condición, que conocerían de sobras, tal vez
alguno hasta había sido su cliente. Pero no quiero ahora exponerme a
calumniarlos, es suficiente señalar su actitud espiritual, la que con mucha
elegancia al principio y absoluta sinceridad después, señaló el Maestro.
5.- Henri Bergson distingue las dos fuentes de la moral y la religión. Una de ellas
es estática e impersonal. Tiende a mantener el orden. Los hombres han
constatado que la vida social tiene exigencias y las han codificado para que reine
la paz. La otra fuente es una fuerza interior dinámica, nueva y revolucionaria, es
una fuerza personal que libera y proyecta hacia lo alto.
6.- Existe el pecado y los pecados. Los pecados son aquellos actos contrarios a
los preceptos, que la Iglesia conoce, sabe y puede perdonar. El pecado es
encerrarse, estar satisfecho de uno mismo, proteger, impedir que alguien se
pueda aprovecharse de lo que uno tiene. Conservar y conservarse. Quien está
impregnado de pecado, no puede ser perdonado, encontrar la Gracia, pues
carece de amor.
7.- Aquel que un día y otro no cumple con las normas establecidas, sin
complacerse en ello, pese a que continúe día sí, día también, en lo mismo, sin
perder la esperanza, está preparado para que inesperadamente le llegue la
salvación. Porque en situación de comportamiento pecaminoso cabe la
generosidad, la admiración, la belleza, la espontaneidad, la conversión, como
aquella mujer tenía. Puede, en consecuencia, entrar la Gracia.
8.- Ya tenéis planteada la cuestión, mis queridos jóvenes lectores. Estoy seguro
de que ninguno de vosotros es rico potentado, ni tampoco meretriz de oficio o
prostituto. Debe ahora examinarse, preguntarse con sinceridad ¿a quién me
parezco yo? La actitud pecadora supone vivir de espaldas a Dios, pese a que de
Él se sepa mucho, se hable mucho, hasta se le suplante juzgando a los demás,
como si uno fuera juez de primera y última instancia. Unos se fueron de allí
como habían entrado, la otra salió salvada. Nadie lo proclamó a las turbas, pero
era verdad de consecuencias eternas.
9.- Vosotros ¿Cómo abandonáis esta lectura? El último párrafo de la lectura de
hoy, que se puede omitir, recuerda que Jesús no era predicador solitario. Su
principal oficio era la amistad. Recuerda a los habituales y, para que no se
ignore y se sepa algo que fue insólito, tal proceder no era admitido, que también
entre los amigos había mujeres, cada uno o una con sus responsabilidades. Para
que no se olvide el relato dice el nombre de algunas de ellas. Señala,
destacándola, a María, la vecina de Mágdala, la agraciada con su gran
benevolencia, curándola de muchos males. Susana y Juana eran otras… pero no
las únicas. ¡Vaya tropa!