DOMINGO XII (C) (Lucas 9, 18-24)
¡Hemos de confesar “con nuestra vida” , que Jesús es, el Mesías de Dios!
- Aprendí de San Josemaría que, una forma de sacar provecho de la lectura
del Evangelio consistía en, tratar de meternos en la escena evangélica que
leemos, haciéndonos un personaje más de los que escuchan a Jesús.
- El Evangelio de hoy se presta, especialmente, a esa recreación, a
enrolarnos en esa escena en la que Jesús podría estar dirigiéndonos la misma
pregunta a cualquiera de nosotros: ¿Quien soy Yo para ti? O, dicho c on
otras palabras: ¿Qué significo o qué papel juego Yo en tú vida? ¿Qué lugar
ocupa mi persona, en tus proyectos, en tu jerarquía de valores?
- Y, no estoy muy seguro que saliéramos airosos, con una nota alta, de ese
interrogatorio con el Señor porque, la respuesta que El esperaría, más que la
simple confesión: Tú eres el Hijo de Dios, sería, aquella coherencia de
nuestra vida del que trata continuamente por identificarse con su voluntad,
que encuentra un paradigma en aquella afirmación que el Apóstol Pablo
hacía de su propia vida: “Vivo yo, más no yo es Cristo quien vive en mi”.
- `¡Planteémonos esa radical transformación!
- No nos contentémonos con un fácil cumplimiento rutinario, que no
entra en esa seria lucha para que el Evangelio de Cristo y su voluntad divina
transformen nuestras vidas.
- A la pregunta de Jesús: ¿Quien soy yo para ti?” , ¡optemos por una
respuesta comprometedora, que nos lleve a plantearnos esa “metanoia” , ese
cambio de vida, (consecuencia de una respuesta sincera), que es lo que, de
verdad, espera Cristo de nosotros!
- Por eso, Jesús, a raíz de su pregunta: “¿Quien dice la gente que soy yo?, y
de la espontánea respuesta de los suyos, quiso dejarnos claro que,
confesarle, reconocerle, es algo ¡muy comprometedor!, porque lleva
consigo: estar dispuesto a renunciar a sí mismo, a cargar con la cruz y a
hacerse violencia para frenar los insaciables impulsos de nuestro “yo”. Estas
fueron sus palabras:
“El que quiera venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, cargue con su
cruz cada día y que se venga conmigo”.
- Resumiendo. La respuesta sincera que el Señor espera de nosotros, a su
pregunta, no son confesiones fáciles o respuestas teóricas: “ Tú eres el
Mesías, el Hijo de Dios”. Lo que espera, como única respuesta válida a la
confesión de nuestros labios es , que llevemos a cabo en nuestras vidas el
“proceso de conversión” que nos reclama El, como “Mesías e Hijo de Dios”
Guillermo Soto
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