XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Zac 12, 10-11; 13,1; Sal 62; Gál 3, 26-29;
Estando una vez orando a solas, en compañía de los discípulos, les
preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos respondieron:
«Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los
antiguos profetas ha resucitado.» Les preguntó: «Pero vosotros, ¿quién
decís que soy yo?» Pedro le contestó: «El Cristo de Dios.» Entonces les
ordenó enérgicamente que no dijeran esto a nadie. Primer anuncio de la
Pasión. Les dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho y ser reprobado
por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; lo matarán y
resucitará al tercer día.» Condiciones para seguir a Jesús. Decía a todos:
«Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz
cada día y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero
quien pierda su vida por mí, la salvará.
La Sagrada Escritura desde el inicio de su primer capítulo del Génesis aparece la
figura del var￳n y de la mujer donde el Creador dice: "…dejará el hombre a su
padre y a su madre. (...), y se unirá a su mujer y los dos serán una sola
carne...", como el Apocalipsis al final dice el autor sagrado: "…la novia y el
espíritu dicen ven…", esto nos da un contexto para decir que la relaci￳n de Dios
con el hombre, siempre Dios toma la iniciativa de llevar al hombre a un
encuentro, un diálogo, una alianza y sobre todo una alianza esponsalicia; por
eso las palabras del profeta cuando dice: "…ya no te llamarán mas abandonada
si no serás mi favorita…". En nuestros días en este cambio epocal tan
vertiginoso, en el cual nos encontramos con: estrategias, convenios o alianzas
que se realizan, están marcadas por un beneficio a obtener, pero el sujeto: el
varón o la mujer, el matrimonio natural o la familia; en el mejor de los casos
muy lejanamente quedan beneficiados; es por esto que la Iglesia nos invita a
mirar a Cristo, porque mirando a Cristo, uniéndonos a Cristo no queda eclipsado
el otro, el prójimo, la persona humana; que en la celebración de la Santa
Eucaristía, que es congregado el Santo pueblo de Dios, celebramos lo que Dios
ha realizado con los hombres en Cristo Nuestro Señor y esta celebración nos
lleve a una comunión en la gracia de Dios, con los hermanos, con el prójimo.
El profeta Zacarías, al inicio de la lectura, el autor sagrado dice: "…derramaré un
espíritu de gracia y de oración", es importante esta expresión, otro profeta dice:
"…tienen oídos y no oirán, tienen ojos y no verán…"; pues esto es lo que le pas￳,
en su gran mayoría, al pueblo de la antigua alianza, y sobre todo a la casta de
sacerdotes, fariseos y escribas; porque aferrados a los preceptos y normas se
les endureció el corazón, y por eso cuando el autor sagrado al inicio del texto
dice "…derramaré un espíritu de gracia…", está queriendo decirnos que la alianza
del Sinaí preparaba al pueblo de Dios, a escuchar y a reconocer al Mesías. Dios a
través de la historia de su pueblo, a través de los profetas, ha dado signos y
señales de su actuación viva, por eso el culto del pueblo de Israel a Dios; Israel
sabe que no es un rito vacío, sino que es un momento exclusivo y profundo,
como el encuentro del Dios creador y de la vida. Así tenemos el pasaje cuando
Zacarías entra al templo y después de un momento sale y está mudo, y el gentío
se queda asombrado diciendo: "…que visi￳n habrá tenido…"; así tenemos que
cuando el autor sagrado dice "…derramaré un espíritu de gracia y oraci￳n…", es
que la alianza del Sinaí no ha sido una alianza de una ley inerte ni vacía, sino
que llamaba al hombre a abrir su corazón a la gracia y al encuentro con Dios;
por eso las palabras de Cristo en el Evangelio de Mateo capítulo 5, versículos 17
y ss, cuando dice: "…yo no he venido a abolir la ley y los profetas sino a darle
cumplimiento…".
El evangelista Lucas al inicio del Evangelio, pone en los labios de Jesús la
siguiente pregunta que es muy actual para nosotros, pregunta que a pesar del
tiempo trascurrido es no solamente necesaria, sino vital que la respondamos:
"…¿quién dice la gente que soy yo?...", en nuestros días que nos toca vivir un
cambio epocal vertiginoso, el hombre que hoy se ha secularizado, ha
abandonado la Iglesia, no se inmuta con una respuesta conceptual o teórica a
esta pregunta, e incluso ni pierde el tiempo; porque en el actuar del hombre
moderno impera un pragmatismo donde el resultado es muy importante o
podríamos decir esencial. Por eso la respuesta sin olvidar el contenido de la
pregunta: ¿quién soy?, en nuestros días estamos llamados a responderla más
con nuestra vida, sobre todo de manera exclusiva, nosotros los cristianos
católicos, o sea, desde el palco de mi matrimonio, de mi familia, de mi trabajo,
desde mis estudios, desde el ministerio sacerdotal como lo ejerzo y lo vivo;
estamos llamados a responder la pregunta ¿quién es Cristo para mí?; porque
según la respuesta que demos, desde nuestra vida, será una luz para aquellos
que nos rodean o le llevaremos a un mar de ambigüedad. Para nosotros
responder esta pregunta: ¿quién es Cristo para mi?, podemos responderla si nos
unimos a Pedro diciendo: "…ad￳nde iremos Se￱or solo tú tienes palabra de vida
eterna…", o también como dice San Juan en el capítulo 14: "…el que guarde mi
palabra me amará y yo y el Padre vendremos a hacer morada en él…"; o como
la figura tan difundida pero en la experiencia tan poco vivida, cuando Cristo dice
en el Evangelio: “…yo soy la vid y ustedes los sarmientos…”. En pocas palabras,
hoy nosotros cristianos católicos podemos responder esta pregunta, que Jesús le
hace a sus discípulos, si estamos unidos a Cristo y por eso San Pablo lo expresa
en palabras muy sencillas: “…ya no soy yo es Cristo el que habita en mi, y
mientras vivo, vivo en la fe en Aquel que me am￳ hasta dar la vida por mí…”.
Siguiendo con el Evangelio, nos encontramos que Cristo después de escuchar la
respuesta de los apóstoles, les hace el anuncio de su pasión, y esto es
importante porque después que los apóstoles han dicho quien es Cristo para
ellos, Cristo los introduce al sentido por el cual Él ha venido a este mundo; que
es para llevar a cumplimiento, en plenitud la voluntad del Padre, y la voluntad
del Padre pasa por una muerte, y muerte de cruz; de esta manera Cristo no es
un profeta más, que el Padre del cielo ha enviado al pueblo de Israel, sino que Él
es el Mesías, el nuevo Moisés, y entonces habría que preguntarnos para
aclararnos qué significa que Cristo llevaría a plenitud la voluntad del Padre. Así
como Moisés abrió el Mar Rojo para que el pueblo de Israel saliera libre de
Egipto hacia la Tierra Prometida, Cristo con su muerte en la cruz ha roto las
puertas de la muerte, porque el hombre en Cristo no muere más, y como dice
San Pablo ha pasado de la muerte a la vida; por eso que la obra del Padre, es
que los hombres creamos en Aquel que Él ha enviado, porque si creemos en
Cristo y lo acogemos en nuestra vida, vivimos del fruto de la Pascua de Cristo,
que significa la nueva creaci￳n, el hombre nuevo; y como dice San Pablo. “…no
hemos recibido un espíritu de temor sino para llamar a Dios Abbá Padre…”. El
anuncio de su misterio, de su pasión a sus discípulos era necesario para que así
se convirtieran en sus testigos, de Él nuestra Pascua, que Él, es el Mesías, el Hijo
de Dios en quien el Padre contempla sus complacencias.
De esta manera programática, se entiende lo que el autor sagrado al final del
Evangelio, pone esta afirmaci￳n en labios de Cristo: “…el que quiera seguirme,
que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz y me siga…”, de esta manera,
Cristo anuncia ya a sus discípulos, que van a participar de este misterio de
Pascua, aunque el sentido de la cruz para ellos está todavía velado, pero es
importante porque cuando llegue el momento con el Día de Pentecostés, todo
será desvelado para ellos; pero ya la misma Sagrada Escritura, nos pone pasajes
donde este misterio queda desvelado, uno de ellos es cuando el soldado
atraviesa el costado de Cristo y dice: “…verdaderamente este hombre era el hijo
de Dios…”. Tenemos que Cristo, se anticipa a lo que estarán llamados a ser
hijo de Dios; porque no solamente debemos repetir estas palabras a los
discípulos, sino a todo miembro de la Iglesia, en sus cánones la Iglesia nos
ense￱a a partir del canon 204: “…todo bautizado está llamado a vivir la vida de
Cristo en una triple dimensi￳n como sacerdote, profeta y rey…”, y esta es la
base esencial a la cual está llamada a expresarse la vida cristiana, porque somos
llamados a ser otros Cristos en el mundo; y de esta base esencial se está
llamado a vivir el sacerdocio ministerial en sus tres grados, la vida religiosa
consagrada según los carismas; la vida laical en todas sus facetas, como
esposos, padres, hijos, trabajadores, estudiantes, amigos, novios, etc.
Cuando en el libro del Apocalipsis, en sus primeros capítulos dice el autor
sagrado: “…retornad al primer amor…”, podemos preguntarnos ¿qué significa en
la vida cristiana retornar al primer amor?, porque se percibe con preocupación,
en muchos cristianos católicos, en general, que andan un poco extraviados del
sentido de la vida cristiana y lejos del primer amor, y hoy la Palabra nos anuncia
y desvela como retornar al primer amor, ya el Papa Pablo VI (ahora Beato), en
el año 1967, en mensaje radial dijo: “…el verdadero ap￳stol debe ir siempre con
su cruz…”; porque el verdadero discípulo y ap￳stol es enviado al mundo no para
anunciarse a sí mismo, sino para anunciar a Aquel, de quien les viene la vida; y
así tenemos que en esta sociedad neo-pagana, somos tentados cada día a cada
momento a no tomar la cruz, ante una propuesta de una vida de “calidad”, sin
problemas y dinero; porque Cristo nos dice en el Evangelio, que no será
discípulo de Él, el que no tome su cruz, y toda la tradición de la Iglesia nos
enseña, que así como para el cuerpo, la columna vertebral es sustancial, para
que el cuerpo sea cuerpo; así es la cruz para el cristiano; pues el mismo Hijo de
Dios, no lo hemos conocido, como Hijo de Dios fuera de la cruz; igual el cristiano
no es cristiano si no vive el misterio de la cruz; ya un autor muy conocido en la
década del 60, Romano Guardini, escribió en su libro El Misterio de la Cruz, lo
siguiente: “la cruz ha sido el trono donde a Cristo lo hemos visto como el Rey de
Reyes y el Se￱or de la Vida y de la Muerte”.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar, reza por mí que soy polvo.