COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires )
décimo tercero durante el año, Ciclo C
Evangelio según San Lucas 9,51-62
Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó
decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y
entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo
recibieron porque se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan
vieron esto, le dijeron: "Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para
consumirlos?". Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo.
Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: "¡Te seguiré adonde vayas!".
Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos,
pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". Y dijo a otro:
"Sígueme". El respondió: "Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre".
Pero Jesús le respondió: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a
anunciar el Reino de Dios". Otro le dijo: "Te seguiré, Señor, pero permíteme antes
despedirme de los míos". Jesús le respondió: "El que ha puesto la mano en el arado
y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios".
BUSCAR LA VERDAD Y JUGARSE POR ELLA
Este Evangelio nos trae el tema vocacional, del llamado, del discipulado y
ciertamente nos está hablando de la misión. Es así que este itinerario, este proceso,
este desarrollo, este crecimiento, cada uno de nosotros tendrá que ir desplegándolo
en su vida personal; en su historia, en su identidad, en sus raíces, en sus
compromisos, en sus actitudes sociales, familiares, eclesiales. Y es así porque toda
nuestra vida es un proceso hacia la maduración, hacia la plenitud.
Pero resulta que hay muchos mecanismos, muchas situaciones, que nos llevan a lo
contrario: a la inmadurez, a la superficialidad, a la desintegración, al
individualismo, al “no meternos”. Como diría el Papa Emérito, Benedicto XVI, nos
lleva a una cosa reinante en el mundo, el relativismo; donde todo es relativo y nada
importa mucho o nada importa demasiado.
Hay que definir, descubrir, buscar la verdad y jugarse por ella; ¡pero hay que
buscarla!, por eso hay que saber escuchar. El que escucha bien, responderá bien y
no se equivocará en la respuesta. Pero si no escucha bien, va a responder cualquier
cosa.
Luego, hay que ser consecuente y coherente con ello. Es decir que a esa escucha y
a esa respuesta hay que ser consecuente, perseverante y decidido. Una vida tiene
que ser definida, decidida; no puede ser una cosa líquida, trivial, inestable.
Por eso, el que encuentra la verdad tiene que tomar decisiones. Prefiero que,
encontrando la verdad -aunque tenga miedos o dificultades- el hombre siga
definiendo. Y no que, por miedo a los miedos y dificultades, en su vida no decida
nunca. Cuando uno está en la luz, tiene que tomar decisiones. Cuando uno tiene
claridad, tiene que tomar decisiones. Y cuando toma esas decisiones, estas lo irán
preparando para las adversidades y para el futuro.
Que podamos responder al Señor y que no pongamos escusas humanas, ni
sociales, ni personales, ni eclesiales.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén