XIV domingo ordinario/C
( Lc 10, 1-12. 17-20)
Y vemos que además de los 12 apóstoles, llama a otros 72 y los envía a los
pueblos, de dos en dos, para anunciar que el Reino de Dios está cerca.
El evangelio pasado nos hablaba del hecho de que Jesús no es un misionero
aislado, no quiere cumplir solo su misión, involucra a sus discípulos. Y vemos que
además de los 12 apóstoles, llama a otros 72 y los envía a los pueblos, de dos en
dos, para anunciar que el Reino de Dios está cerca. Está claro que Jesús no se
contentaba con que escucharan e hiciesen reuniones y dedicaron un cierto tiempo a
la oración, sino que quiere que practiquen y se vayan responsabilizando de su
misión. No hemos destacado convenientemente este aspecto que, por otra parte,
está muy claro en el Evangelio.
Estos 72 discípulos que Jesús manda adelante ¿Quiénes son? ¿A quién representan?
Si los doce son apóstoles y por lo tanto representan también a los obispos, sus
sucesores, estos 72 pueden representar a los otros ministros que han sido
ordenados, presbíteros, diáconos. Pero en un sentido más amplio podemos pensar
a los otros ministros de la Iglesia, a los catequistas, a los fieles laicos que se
empeñan en las misiones parroquiales, a quien trabajan con los enfermos, con las
diversas formas de malestar y de marginación. Pero siempre como misioneros del
evangelio, con la urgencia del Reino que está cerca (Francisco).
La evangelización es hoy, también, la tarea primera y primordial de los cristianos.
Así nos lo recuerdan los documentos de los papas y de los últimos sínodos. La
necesidad, por otra parte, es bien patente. Sin tener que pensar en países lejanos y
de misiones. Porque es bien claro que nuestras comunidades son como niños en la
fe…: casi todos bautizados, pero muy pocos evangelizados. Muchos de nosotros
necesitamos una segunda, una nueva evangelización. Porque la primera fue infantil,
como de primera comunión, y porque los tiempos que vivimos necesitan una
verdadera confirmación en la fe. Además de que la verdadera evangelización es un
proceso continuo y dinámico y en etapas.
La LF 38 (Lumen Fidei) al respecto se￱ala que “La transmisi￳n de la fe, que brilla
para todos los hombres en todo lugar, pasa también por las coordenadas
temporales, de generación en generación. Puesto que la fe nace de un encuentro
que se produce en la historia e ilumina el camino a lo largo del tiempo, tiene
necesidad de transmitirse a través de los siglos. Y mediante una cadena
ininterrumpida de testimonios llega a nosotros el rostro de Jesús”.
Una fe meramente cultual y demasiado cultural, no es una auténtica fe cristiana.
Muchos de los bautizados, muchas de nuestras comunidades cristianas se han
refugiados en una fe así. Y el Papa Francisco en la LF 37 dice que “Quien se ha
abierto al amor de Dios, ha escuchado su voz y ha recibido su luz, no puede retener
este don para sí. La fe, puesto que es escucha y misión, se transmite también como
palabra y luz”.
Los cristianos más conscientes y las comunidades más vivas se han dado
perfectamente cuenta de esto y están actuando en consecuencia, gastando sus
mejores energías en la evangelización. Necesitamos aprovechar toda ocasión para
evangelizar: misiones evangelizadoras, la catequesis de niños, la recepción de los
sacramentos, sobre todo la Eucaristía o la lectura en familia de la Biblia y del CEC.
Nuestra realidad contrasta con la actitud de Jesús, que prontamente envía a
predicar el reino de Dios a sus discípulos y la de muchos sacerdotes y cristianos,
que no nos esforzamos por abandonar nuestra pasividad. Por esto, ahora el Papa
nos hace conciencia de que “La luz de Cristo brilla como en un espejo en el rostro
de los cristianos, y así se difunde y llega hasta nosotros, de modo que también
nosotros podamos participar en esta misión y reflejar a otros su luz, igual que en la
liturgia pascual la luz del cirio enciende otras muchas velas. La fe se transmite, por
así decirlo, por contacto, de persona a persona, como una llama enciende otra
llama. Los cristianos, en su pobreza, plantan una semilla tan fecunda, que se
convierte en un gran árbol que es capaz de llenar el mundo de frutos” (LF 37, 1).
¡Qué hermoso es esto!: no vivir para sí mismo, no vivir para si misma, pero vivir
para ir a hacer el bien. Piensen en esto y pregúntense: ¿Jesús me llama para salir
de mi mismo para ir a hacer el bien? A ustedes… les pregunto, ¿tienen ustedes el
coraje para esto, el coraje para escuchar la voz de Jesús? Es bello ser misioneros.
Pero ustedes son buenos y me gusta esto (Francisco).
Queridos hermanos no tengan miedo de tener la alegría, esa alegría que nos da el
Señor cuando lo dejamos entrar en nuestra vida y que hoy nos invita a todos
nosotros a ir a nuestros hermanos a anunciar el evangelio. No tengan miedo de esa
alegría.” (Francisco). María, Estrella de la Evangelización: Santa María, Madre de
Dios…, ruega por nosotros, para que vivamos y anunciemos el Evangelio. Ayúdanos
a no esconder la luz del Evangelio debajo del celemín de nuestra poca fe, a fin de
que los hombres puedan ver el bien y glorifiquen al Padre que está en los cielos
(cf. Mt 5, 14).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)