15ª semana, tiempo ordinario. Viernes: Mt 12, 1-8
El evangelista san Mateo nos narra en varias ocasiones discusiones que tiene
Jesús con los fariseos. Su evangelio está destinado a hebreos que sienten más la
presión espiritual de los rigoristas fariseos, debiendo insistir más en el espíritu de
Jesús, que es de mayor interioridad.
Ahora los fariseos van a acusar ante Jesús el comportamiento incorrecto de los
ap￳stoles con respecto al “descanso sabático”. De hecho no les acusaban de faltar a la
ley primitiva, sino a las normas del “Mischná”. Así llamaban a las leyes que habían
estructurado los letrados a través de la tradición oral y que se iban codificando poco a
poco. Lo relativo al descanso del sábado había tenido un proceso hacia el rigorismo.
Los primeros libros y profetas hablaban del sábado como una fiesta gozosa, donde se
prohibía los grandes trabajos para poderse dedicar mejor a honrar al Señor.
Los últimos profetas insistieron en el descanso, quizá porque el pueblo no honraba
suficientemente el culto a Dios. Así se llegó a un gran rigorismo en tiempo de los
macabeos y al rigorismo de los fariseos en tiempo de Cristo. Se llegaba a extremos de
no permitir cocinar ni sacar agua del pozo, etc. ni arrancar espigas. Eran las famosas
39 actividades que se prohibían en ese día.
Los apóstoles, porque tenían hambre, arrancan unas espigas para poder comer
algo. Los fariseos, que están al acecho, les acusan. No les acusan por el hecho de
arrancar espigas en campo ajeno, pues esto estaba permitido a quien tuviera hambre,
sino por hacerlo en día de sábado.
Jesús les responde, defendiendo a sus discípulos, primeramente con ejemplos
sacados de la misma Biblia. Les recuerda lo que hizo David cuando tenía hambre, él y
sus soldados: comió del pan sagrado que era sólo para los sacerdotes. Dejaba de ser
pecado precisamente porque tenían hambre. Igualmente, con respecto al no trabajar,
resulta que en esos días los sacerdotes trabajan realizando los sacrificios que traen los
fieles. Pero deja de ser pecado al hacerlo para el culto a Dios en el templo.
Aquí añade Jesús que, si hay normas para el culto del templo, esas normas las
podrá cambiar quien es “se￱or del sábado”. Esto se refería a que los fariseos pensaban
que, cuando viniera el Mesías, él sí podría cambiar estas normas.
El gran argumento que Jesús nos enseña hoy a todos es que, por encima de
normas concretas, y a veces ridículas distinciones inventadas por los humanos, está la
gran regla de Dios, que es el amor y la misericordia. Jesús se fija principalmente en el
espíritu de la ley, del cual se habían apartado los estrictos cumplidores de esa ley.
Este espíritu es el que domina en nuestra Iglesia. Desde el momento de la
resurrección de Jesús, la Iglesia fue celebrando especialmente el día primero de la
semana, que se llam￳ “domingo” o “día del Se￱or”. También ha habido más o menos
rigorismo; pero el c￳digo actual de la Iglesia cat￳lica dice así: “...se abstendrán de
aquellos trabajos y actividades que impidan dar culto a Dios, gozar de la alegría propia
del día del Se￱or o disfrutar del debido descanso de la mente y del cuerpo”.
Por lo tanto se insiste en el hecho de dar culto a Dios y en tener una sana alegría.
Es como recalcar que lo más importante que debemos hacer es “amar a Dios con todo
el coraz￳n, todas las fuerzas...” Para ello ¡Qué menos que honrarle el domingo con la
santa Misa, que es lo más grandioso que tenemos! Pero al mismo tiempo debemos
“amarnos unos a otros”. Por eso es importante fomentar la sana alegría.
Seamos comprensivos y benignos. Porque lo importante es imitar a Dios en su gran
misericordia. Luego en concreto, las circunstancias serán muy diferentes para unas
familias y otras. El fallo de los fariseos fue creer que esas normas, inventadas por los
maestros de la ley a través de los tiempos, eran hechas por el mismo Moisés. Y en
definitiva por Dios, a quien no reconocían lo principal, que es AMOR.