DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO (C)
Homilía del P. Anselm Parés, monje de Montserrat
3 de julio de 2016
Is 66, 10-14c / Gal 6, 14-18 / Lc 10, 1-12.17-20
El evangelio según S. Lucas que nos ha sido proclamado hoy, queridos hermanos y
hermanas, nos habla de evangelización. Efectivamente se nos dice que Jesús envió
setenta y dos discípulos, de dos en dos, a evangelizar a todos los pueblos y en cada
lugar donde Él mismo tenía que ir. Aquí el número 72 es simbólico e indica plenitud.
Es un múltiplo de 12, en este caso son seis veces doce. En un fragmento anterior del
mismo Evangelio, se nos decía que Jesús había enviado a los doce apóstoles a
predicar. Ahora no basta con los doce, envía seis veces más. Esto quiere decir
muchos. Se debe llegar a todas partes, hasta los extremos de la tierra, como Él mismo
dirá antes de su ascensión al cielo.
Los envía sin medios; sin bolsa, sin alforja, sin calzado. Totalmente en manos de la
divina providencia. Se alojarán en las casas donde los acojan los pueblos donde van a
predicar. Y deben enviar la paz del Señor a los miembros de la casa. Deben quedarse
en la primera casa donde los hayan acogido, y comer lo que les pongan en la mesa. Y
añade "curad a los enfermos que haya en ella y decidles: El reino de Dios ha llegado a
vosotros”. Y la predicación de los setenta y dos dio mucho fruto. Se nos dice que los
setenta y dos vuelven exultantes a Jesús diciéndole "Señor hasta los demonios se nos
someten en tu nombre".
¿Y en nuestro tiempo? ¿Cómo va la evangelización? Se ha hablado mucho de nueva
evangelización. Ahora parece que no se habla tanto. Con todo, nos encontramos en el
año santo de la misericordia, proclamado por el Papa Francisco. Este año santo debe
permitir y facilitar el retorno al seno de la Iglesia de los cristianos que se hayan alejado
y que así lo deseen. Por eso el Papa ha nombrado unos misioneros de la misericordia,
para que lleven la misericordia y el perdón de Dios a sus ámbitos de evangelización.
¿Cuáles serán los frutos del año santo de la misericordia? En el futuro veremos. Con
todo, me gustaría hacer una breve reflexión sobre la evangelización en tiempos de
Jesús, que hemos contemplado en el relato evangélico de hoy, con resultados
ubérrimos, que se prolongaron en los inicios de la vida de la Iglesia, tal como nos ha
transmitido el libro de los Hechos de los apóstoles. Y la evangelización en nuestros
tiempos, parece que con resultados más bien escasos.
Una primera diferencia que veo entre la gente de nuestro tiempo, y la del tiempo de
Jesús y de la Iglesia primitiva, es que hay muchos hombres y mujeres de nuestro
tiempo que viven distraídos. Hay distracciones provocadas por el exceso de consumo
de televisión, de internet, de espectáculos diversos, de evento deportivos, de ofertas
de ocio, de consumo masivo de objetos, de modos de vestir, de viajes turísticos. Y
este fenómeno va en aumento. No sé si queda mucho tiempo a estas personas para
leer un buen libro; y para escuchar, leer y meditar la Palabra de Dios.
Por otra parte, la predicación se hace normalmente a través de la palabra,
concretamente de la Palabra de Dios contenida en la Sagrada Escritura. Palabra que
sale de la boca del predicador y llega, si no está demasiado distraído, al oído de la
persona que escucha. Con todo, debemos contar con la acción de Dios en la obra de
la evangelización. Me explico. Según nos dice S. Agustín, el predicador habla al oído
de la persona, pero al mismo tiempo Dios, si lo desea, habla al corazón del oyente. Es
esta acción de Dios la que hace que la predicación dé fruto.
Hay también la vía del ejemplo del predicador, ya que la palabra puede llegar a
entusiasmar, pero el ejemplo arrastra. Se debería trabajar para que cada vez se
puedan aplicar menos estas palabras de Jesús a sus discípulos: "Haced lo que os
dicen, pero no hagáis lo que ellos hacen". Estas palabras de Jesús se referían a los
maestros de la ley y a los fariseos, pero pienso que se pueden aplicar a los
predicadores de todos los tiempos. Deberíamos trabajar para procurar disminuir las
incoherencias entre la vida y la predicación. Sin lugar a dudas es un tema difícil, pero
hay que tratar, contando con la ayuda de Dios que nunca falta, si se le pide con
sinceridad de corazón.
Podemos pedir a Dios, en esta Eucaristía que estamos celebrando, su ayuda para los
predicadores y los oyentes de la Palabra, para que esta Palabra penetre cada vez más
en el corazón de los cristianos, y dé más fruto. Que así sea.