17ª semana del tiempo ordinario. Martes: Mt 13, 36-43
Hoy nos trae el evangelio la segunda parte de la parábola del trigo y la cizaña, que
es la explicación que Jesús hace a los apóstoles de lo que había dicho a todos. Y nos
podemos preguntar porqué Jesús no dio la explicación a toda la gente. En medio de la
parábola del sembrador Jesús mismo da una explicación: porque se necesita tener los
ojos y los oídos abiertos a la palabra de Dios para poder penetrar en ella. Quien tiene
interés pregunta o investiga o sigue esforzándose para que la palabra de Dios penetre
en su espíritu y le pueda servir de salvación. Pero los fariseos y muchos otros sólo
escuchaban por curiosidad o por maldad y no les interesaba preguntar más.
Una primera enseñanza de esta parábola es que Jesús nos da sus mensajes en un
doble plano, como sigue haciendo la Iglesia. Está la predicación común a todos y está
el ahondar en estas enseñanzas, como Jesús lo hacía con los apóstoles. Sería bueno
el poder ahondar en la doctrina de la fe para todos; pero sabemos que es imposible.
Muy digna es la catequesis en la preparación para los sacramentos; pero un buen
cristiano debe interesarse por ahondar más en la fe después de haber recibido los
sacramentos. Desgraciadamente muchos cristianos se contentan con lo mínimo y van a
catequesis cuando les obligan, porque tienen interés en recibir el sacramento. El ansia
por saber más sobre nuestra fe, ya es un motivo para acrecentar la gracia de Dios.
Cuando reflexionamos en el trigo y la cizaña, podemos fijarnos en nosotros mismos,
porque en realidad en nuestro corazón anida al mismo tiempo la hierva buena y la
mala. Pero hoy Jesús, al hacer la explicación de la parábola, se fija expresamente en lo
que sucede en el mundo, donde hay personas buenas y malas. A los buenos les llama
Jesús hijos del Reino, y a los malos, hijos del maligno. A alguno le parecerá fácil esta
solución: que se mueran los malos y quedamos los buenos. ¡Alto ahí! ¿Y quién te ha
dicho a ti que eres de los buenos? Siempre ha habido herejías en que se hace elección
y separación, llamándose ellos “perfectos “ o justos y los demás malos, como hacían
los maniqueos. Algo así hacen los testigos de Jehová cuando hablan de los salvados.
Hoy Jesús nos enseña dos virtudes que debemos tener: la paciencia y la
prudencia . En primer lugar la paciencia, porque el juicio no se realiza ahora. Ya llegará
el final: el de cada uno en la hora de su muerte, y para todos en el final de los tiempos.
Entonces Dios hará la verdadera separación por medio de los ángeles. No está mal
que nos hagamos amigos de los ángeles para que aquel día nos pongan al lado bueno
de Jesús. Hay una manera cierta de ser amigos de ellos: alabando a Dios con el
testimonio de una vida honrada y buscando el bien. También debemos tener paciencia,
porque lo que no se puede hacer entre el trigo y la cizaña, que uno se convierta en lo
otro, en la vida del espíritu sí se puede dar y de hecho hay muchas conversiones. Dios
puede hacer, con la colaboración de cada uno, que una mala cizaña llegue a ser trigo.
Y Jesús nos pide prudencia. Porque ¿Quiénes somos nosotros para juzgar el bien y
el mal? Es cierto que el bien y el mal a veces están muy señalizados; pero en esta vida
hay proyectos y realidades humanas que llevan a la muerte, pero que al principio no se
veía su perversidad. Hay algunos, como decía Jesús, que son “lobos vestidos con piel
de ovejas”. Estos pueden hacer mucho mal a la gente sencilla que creen en ellos.
También hay mucho bueno, que hace el bien de una manera oculta.
A veces queremos resultados rápidos. Tengamos paciencia con el mal de fuera y
con el de nosotros mismos. Convivir con el mal no significa aceptarlo y quedarnos
quietos. Debemos trabajar para que triunfe el bien. Dios nos ha puesto como semilla
del bien. Seamos dignos de la gracia del Señor y trabajemos para que el bien se
propague más y más. Jesús termina diciendo: “El que tenga oídos que oiga”. Es una
expresión que indica la importancia de lo dicho. Pidamos luz y fuerza al Espíritu para
que estemos más en la parte del bien y trabajemos por ello.