25 de Julio, Santiago apóstol: Mt 20, 20-28
Hoy celebramos la fiesta del apóstol Santiago. El nombre de Santiago viene de
dos palabras: Sant y Jacob. Parece que su nombre en hebreo era Jacob. Se le llama
“el mayor”, para distinguirle de otro discípulo, que sería menor en edad o en estatura.
Santiago era hijo de Zebedeo y de Salomé. Vivían en Betsaida y tenían una especie de
pequeña empresa pesquera, pues tenían algunos obreros. Por eso Juan, su hermano,
puede irse libremente a “escuchar” a Juan Bautista. Cuando éste se encuentra a Jesús
le anima a su hermano a seguir también a Jesús. Al principio en plan experimental,
hasta que después de una pesca milagrosa se decidieron a seguir plenamente a Jesús.
Santiago debía ser de un temperamento ardoroso, pues, juntamente con su hermano
Juan, eran llamados los “hijos del trueno”. Los dos, llevados de un ardor imperfecto,
cuando unos samaritanos no quisieron hospedar a Jesús, le dijeron a éste que debía
mandar caer fuego del cielo para arrasar aquella ciudad. Pero le seguían a Jesús con
mucho amor, tanto que Jesús les escogió, juntamente con Pedro, para ser testigos de
hechos importantes: la resurrección de la hija de Jairo, la Transfiguración y la oración
en el huerto de Getsemaní, donde fueron testigos de la agonía de Jesús.
Cuando ya recibió al Espíritu Santo el día de Pentecostés, ese ardor lo trasladó a su
apostolado. Por eso nos dice la tradici￳n que quiso ir a lo que entonces era “el fin del
mundo”, que era Espa￱a y especialmente Galicia. Vuelto a los pocos años para estar
con los compañeros y especialmente con su hermano Juan, fue el primero que dio su
sangre por Jesucristo muriendo mártir. Herodes, queriendo agradar a los judíos y
queriendo hacer un escarmiento entre los cristianos, hizo matar a Santiago, que con
toda seguridad sería de los que más ardientemente defendían la fe en Jesús.
Hoy el evangelio nos trae el momento en que la madre de Santiago y Juan pide a
Jesús los primeros puestos en su Reino. Jesús acababa de anunciar, por tercera vez,
que subían a Jerusalén, donde El iba a morir y luego resucitar. Los apóstoles no
acababan de entender estas palabras. Ellos tenían muy metida en su mente la idea del
pronto establecimiento del reino mesiánico. En ese reino, que lo veían como muy
material, tendría que haber honores y dignidades y puestos especiales para los amigos
de Jesús. Y con esta idea se acerca la madre de Santiago y Juan, que era de las
mujeres que solían acompañar a Jesús. Como veía que Jesús les estimaba bastante,
se atreve a pedir los primeros puestos en su reino para ellos. Todos deseamos lo mejor
para nosotros y para los nuestros. Eso es bueno. Lo que pasa es que muchas veces
nos equivocamos en lo que sea lo mejor. Hoy Jesús enseña a Santiago y Juan, y
también a todos los discípulos y a nosotros mismos, que lo mejor es el servir , el estar a
disposición de los demás para hacer el bien. Lo principal es el amor a todos.
Santiago es un ejemplo para nosotros en saber poner a disposición del Reino de
Dios las cualidades que cada uno tenga. No es malo el ardor y el entusiasmo, sino el
ser soberbio, fanfarrón y egoísta. Dios nos quiere como somos en temperamento; pero
debemos actuar con la fuerza del Espíritu Santo, que nos hará humildes, es decir: ser
verdaderos, pero sobre todo serviciales con todos. En nuestra religión no tienen valor
las exigencias ni las pugnas por “llegar arriba”, ya que el Reino de Jesús consiste sobre
todo en ponerse al servicio de los demás. Por eso dice Jesús que su reino no se puede
comparar con los reinos o gobiernos de la tierra, donde existen tantas ambiciones.
Jesús les propone a aquellos dos hermanos “beber el cáliz que El ha de beber”.
Con toda seguridad Santiago no entendía del todo lo que significaba. Mucho piensa
que tendría relación con lo que les había dicho sobre el ir a Jerusalén... Pero Santiago,
viendo que sobre todo significaba tener un mismo destino con Jesús, con mucho ardor
y con mucho amor a Jesús, junto con Juan, responde: “Podemos”. Un día lo haría
realidad dando su vida por Cristo y por todo lo que significaba su gran ideal.