DOMINGO XIX © (Luc. 12, 32-46)
“Vigilad y orad para que no caigáis en tentación” (Mt 26, 41).
- El pasado Domingo nos advertía el Señor, del peligro que entrañan los
bienes materiales si les damos el corazón, porque generan codicia y los
podemos convertir en “ídolos” que arrebaten a Dios su lugar.
- Hoy nos hace una especial llamada a la vigilancia en general . Debe ser
muy importante esta vigilancia por las muchas ocasiones en las Cristo
recomendó a los suyos esta “cantinela”: “ vigilad y orad”.
- Dadas las exigencias de la vida cristiana, que nos reclama lucha y esfuerzo
y, dado el estado nuestra naturaleza caída, ¡no podemos abandonarnos a la
espontaneidad!
- La espontaneidad nos lleva a nuestras flaquezas: al egoísmo, al amor
propio, a la comodidad y a olvidarnos de nuestra condición de “peregrinos”:
¡que “ no tenemos aquí nuestra Ciudad definitiva”!, como nos lo recuerda la
Carta a los Hebreos (Hebreos, 13, 14) porque, olvidar esto, nos aparta de
considerar la caducidad de esta vida que, la gran Santa de Ávila,
consideraba como: “una mala noche en una mala posada”.
- El Señor hoy viene a decirnos: ¡No seáis insensatos! ¡Esta vida no es la
definitiva! ¡Vivid en actitud de espera y de vigilancia! “Tened ceñidos
vuestros lomos y encendidas vuestras lámparas… (Lucas, 12, 35)
Y…, ¿Qué es lo que hemos de vigilar?
1º) El primer objetivo de vigilancia somos: ¡nosotros mismos!
a) Hemos de vigilarnos, siendo conscientes de nuestras naturales
flaquezas y debilidades humanas porque, “Llevamos un gran
tesoro en vasos de barro” , (2 Co. 4, 7).
b) También porque, dada nuestra natural impotencia para llevar a
cabo, por nuestras solas fuerzas, las exigencias de la vida
cristiana, ¡necesitamos absolutamente la Gracia de Dios! y, para
conseguirla, hemos de vigilar el buen funcionamiento de ese
“acumulador de energías” que es el trato con Dios en la oración.
Esa es la razón por la que Jesús, siempre que nos recomendaba la
oración, nos urgía también la vigilancia: “Vigilad y orad” >>>
2º) El segundo objetivo de nuestra vigilancia han de ser: los enemigos del
alma de siempre: mundo, demonio y carne que, aunque tratemos de
ignorarlos, ¡no han perdido actualidad!
a) El mundo , en su acepción negativa, es decir, lo mundano que nos
lleva a la idolatría de las cosas materiales (Materialismo) y a
suplantar a Dios.
b) El demonio , que sigue siendo una realidad (no con rabo y
cuernos) pero si con sus seducciones al mal valiéndose de todos esos
“hechizos” que pueden encandilar a nuestras pasiones.
c) La carne, una realidad de la que quizás nos hemos pasado: o
hablando de ella obsesivamente, o silenciándola. Y así, el desorden
de la sexualidad hace estragos “campando por sus fueros”,
quebrantando la fidelidad cristiana de unos y de otras, de solteros y
casados.
- A todas estas formas de vigilancia nos llama el Señor con estas palabras:
“Tened ceñidos vuestros lomos y encendidas vuestras lámparas…
Bienaventurados aquellos siervos a los que hallare velando”. (Lucas,12, 35)
Guillermo Soto