DOMINGO XX TIEMPO ORDINARIO. CICLO C
HAN CURADO EL QUEBRANTO…..
Todos cuando estábamos pequeños lloramos mucho; incluso, como preaviso
del sufrimiento, nacimos llorando. Cuando tuvimos uso de razón nos
repitieron en esa época muchas veces: “No llores más que te pareces a un
Jeremías”; así Jeremías no se lamentara tanto. Aunque sí pasó por momentos
muy difíciles en su vida que lo llevaron a lamentarse de haber nacido: “Ay de
mí madre mía, porque me diste a luz para ser varón discutido y debatido por
todo el país; ni les debo ni me deben pero todos me maldicen. Di Yahvé no te
he servido bien: Intercedí ante ti por mis enemigos en el tiempo de su mal y
de su apuro. Tú lo sabes Yahvé, acuérdate de mí visítame y véngame de mis
perseguidores... sabedlo por ti he soportado los malos. Se presentaban tus
palabras y yo las devoraba, era tu palabra para mí un gozo y alegría del
corazón, porque se me llamaba por tú nombre Yahvé. !Ay¡ serás tú para mí
como un espejismo ¿aguas no verdaderas?” (Jer 15).
Todo estos eran sufrimientos, males por la misión y advertencias para que no
predicara más. “Hay que matar a ese hombre porque las cosas que dice
desmoralizan a los guerreros”. Lo echaron en un pozo lleno de lodo, propiedad
del príncipe Melquías. Solo que un extranjero etíope oficial del palacio, fue a
ver al rey y le dijo: “Se￱or está mal hecho lo que esos hombres hicieron con
Jeremías”, así fue como un etíope extranjero Ebed-Melek (servidor del rey) lo
sacó del pozo con la delicadeza que da la solidaridad. El relato de la cisterna
reproduce lo ocurrido a José, hijo de Jacob, cuando sus hermanos lo venden a
la caravana que se dirigía a Egipto. (Jn 37,24). Refugiarse en Egipto era un
signo de desobediencia al Señor (Jer 42-44). Lo ocurrido a Jeremías es
semejante a lo acaecido a Daniel en la fosa de los leones (Dm 6,2-29) donde
coincide Daniel con la fidelidad de Jeremías, peculiaridad de los profetas.
RECORDANDO HACIA EL FUTURO.
Recordando hacia el futuro la parábola del buen samaritano; y la carta a los
Hebreos: “Hermanos: Rodeados como estamos por la multitud de
antepasados nuestros que dieron prueba, librémonos del pecado que nos ata,
para recorrer con perseverancia la carrera que tenemos por delante, fija la
mirada en Jesús, autor y consumador de la fe; quien acepto la cruz sin temer
su ignominia” (segunda lectura).
Pablo no presentía sino que anunciaba desde su experiencia o mejor vivencia:
“Nosotros predicamos un Mesías crucificado, escándalo para los judíos y
locura para nosotros, los llamados paganos. (1 Cor 1,23).
Ya Jesús con el fuego del espíritu había abandonado su pueblo Nazaret y su
familia, María y José, para dedicarse a formar la comunidad de sus discípulos
en el lago de Galilea; razón para que sus hermanos no creyeran en El (Jn
7,5); nunca permitió la preferencia por sus propias familias a quienes querían
seguirlo. El fuego del bautismo, si se deja actuar el espíritu, es para cosas
inesperadas por tratarse de un mensaje de paz.
“NO COMO LA QUE DA EL MUNDO”.
La paz no se realiza con verdades a medias cómo funciona la política; Jesús
nunca pretendi￳ “santificar” la paz porque sabía que estaba a nivel de perd￳n,
reconciliación y conversión. A esto se opusieron o pasaron por alto en la
época de Jesús todos cuantos hacían parte del conflicto; debido a conocer solo
la paz romana y nunca haber tenido la propia. Es Pablo quien con la
experiencia interior del bautismo indica el itinerario justo de la paz: “Los que
vivimos en el corazón por el bautismo, una vida interior sana de violencia
sabemos que “nuestro hombre viejo” también puede ser sepultado con Jesús,
considerándonos como muertos al pecado pero vivos, con una vida nueva”
(Rom 6,4). “Les dejo la paz, mi paz les doy; no se las doy como la da el
mundo” (Jn 14,27). La advertencia de Jeremías es hist￳ricamente cierta: “Han
curado el quebranto de mi pueblo obrando a la ligera y diciendo: paz, paz,
cuando no había paz” (Jer 6,14).
Padre Emilio Betancourt