Domingo XXI del TO/C
“Señor: ¿es verdad que son pocos los que se salvan?”
El Evangelio de hoy nos invita a reflexionar acerca del tema de la
salvación. Jesús está subiendo desde Galilea hacia la ciudad de Jerusalén y en el
camino —relata el evangelista Lucas— alguien se le acerca y le pregunta: «Señor,
¿son pocos los que se salvan?» (13, 23). Jesús no responde directamente a la
pregunta: no es importante saber cuántos se salvan, sino que es importante más
bien saber cuál es el camino de la salvación. Y he aquí entonces que, a la pregunta,
Jesús responde diciendo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo
que muchos intentarán entrar y no podrán» (v. 24). ¿Qué quiere decir Jesús? ¿Cuál
es la puerta por la que debemos entrar? Y, ¿por qué Jesús habla de una puerta
estrecha?
La imagen de la puerta se repite varias veces en el Evangelio y se refiere a la de la
casa, del hogar doméstico, donde encontramos seguridad, amor, calor. Jesús nos
dice que existe una puerta que nos hace entrar en la familia de Dios, en el calor de
la casa de Dios, de la comunión con Él. Esta puerta es Jesús mismo (cf. Jn 10, 9). Él
es la puerta. Él es el paso hacia la salvación. Él conduce al Padre. Y la puerta, que
es Jesús, nunca está cerrada, esta puerta nunca está cerrada, está abierta siempre
y a todos, sin distinción, sin exclusiones, sin privilegios. Porque, saben, Jesús no
excluye a nadie. Jesús te está esperando para abrazarte, para perdonarte. No
tengas miedo: Él te espera. Anímate, ten valor para entrar por su puerta. Todos
están invitados a cruzar esta puerta, a atravesar la puerta de la fe, a entrar en su
vida, y a hacerle entrar en nuestra vida, para que Él la transforme, la renueve, le
done alegría plena y duradera.
Cierto, la puerta de Jesús es una puerta estrecha, porque nos pide abrir nuestro
corazón a Él, reconocernos pecadores, necesitados de su salvación, de su perdón,
de su amor, de tener la humildad de acoger su misericordia y dejarnos renovar por
Él. Jesús en el Evangelio nos dice que ser cristianos no es tener una «etiqueta»,
sino cristianos de verdad, de corazón. Ser cristianos es vivir y testimoniar la fe en
la oración, en las obras de caridad, en la promoción de la justicia, en hacer el bien.
Por la puerta estrecha que es Cristo debe pasar toda nuestra vida (Francisco 25
agosto 2016).
Jesús nos dice cuál es el camino de la salvación, la puerta estrecha, Él es la puerta,
pero el Espíritu Santo, por boca de los Santos Padres, llama a la Santísima Virgen:
la puerta oriental, por donde entra al mundo y sale de él el Sumo Sacerdote,
Jesucristo; por ella entró la primera vez y por ella volverá la segunda. Así la hemos
invocado tantas veces en las letanías del Santo Rosario: Dios te salve, estrella del
mar, // Madre santa de Dios, // y siempre Virgen, // dichosa puerta del cielo.
Ella es la entrada y el acceso a Dios, es la Puerta oriental del templo de la que
habla el profeta, porque por allí nos llegó Jesús, el Sol de justicia. Y es a la vez, “la
puerta dorada del cielo por la que confiamos entrar algún día en el descanso de la
eterna bienaventuranza”. A través de María encontramos siempre a Jesús.
San Alfonso Mª de Ligorio afirma que María es Puerta del Cielo porque, de la misma
forma que toda gracia e indulto que otorga el Rey pasa por la puerta de su palacio,
de igual modo ninguna gracia desciende del Cielo a la tierra sin pasar por las manos
de María. A María la llamamos Puerta del Cielo porque, con su intercesión, nos
procura los auxilios necesarios para llegar al Cielo y entrar hasta el mismo trono de
Dios, donde nos espera nuestro Padre.
Desde su vida terrena, aparece Nuestra Señora como la dispensadora de las
gracias. Por Ella, Jesús santifica al Precursor, cuando visita a su pariente Isabel. En
Caná, a instancias de María realizó Jesús su primer milagro, convirtiendo el agua en
vino; allí también, por este milagro, sus discípulos creyeron en Él. La Iglesia
comienza su camino, a través de la historia de los hombres y de los pueblos, el día
de Pentecostés, y “se sabe que al comienzo de este camino está presente María,
que vemos en medio de los Apóstoles en el cenáculo ‘implorando con sus ruegos el
don del Espíritu Santo’”.
Ya que por esa puerta celestial nos llegó Jesús, vayamos a Ella para encontrarle,
pues “María es siempre el camino que conduce a Cristo. Al celebrar a nuestra
Patrona y Reina, le pedimos que nos ayude a entrar por la puerta de la fe y a dejar
que su Hijo trasforme nuestra existencia como ha trasformado la suya para llevar a
todos por la puerta estrecha, por la alegría del evangelio.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)