DOMINGO XXI TIEMPO ORDINARIO. CICLO C
INVITACION ABIERTA CON PUERTA ESTRECHA
La comunidad pos pascual de Lucas recordó entre las acciones de Jesús su
relación con los dirigentes religiosos de Israel. Un obstáculo grande para el
seguimiento de Jesús fue y sigue siendo el apego inusitado a las tradiciones,
con sus preceptos y normas características de la religión judía de entonces y
la religión natural de ahora. La comunidad de Lucas escribió varias catequesis
a nombre de Jesús para tener en cuenta las dificultades de los discípulos en el
camino hacia Jerusalén ya cercano a la cruz. Un desconocido le preguntó:
“Se￱or en verdad que son pocos, los judíos que se salvan” Solo quien hubiese
sido formado en la sinagoga era sensible acerca de las condiciones de la
salvación teniendo en cuenta que todos se salvaban por el hecho de ser judíos
por la circuncisión. Da la impresión de ser un hombre moderno interesado casi
que, exclusivamente, en las estadísticas, cálculos de probabilidad y sondeos
de opinión. A lo mejor quería saber de boca de Jesús si eran pocos los que se
irían a salvar para sentirse tranquilo y no ver amenazada su salvación.
La invitación es abierta pero el sendero de entrada al Reino es estrecho y
exige mucho más que intereses particulares. Jesús no se refiere con respecto
al número sino a las condiciones simbolizadas en “la puerta estrecha que es
angosta”; por no tratarse de pertenecer a una religi￳n sino a una comunidad
de fe; en los Hechos se aclara que salvarse es entrar en la comunidad de
Jesús (Hecho 2,21.47); tampoco hay salvación por derechos adquiridos con
anterioridad por la práctica religiosa, o la fe de los antepasados. Lucas no
habla de entrar a una fiesta sino de entrar en la casa del dueño que tiene ya
cerradas las puertas. “Hemos comido y bebido contigo y somos cercanos por
haber enseñado en nuestras plazas (estadios). En la casa del dueño están
sentados a la mesa los patriarcas y los profetas signo de la comunidad de los
creyentes. “Ninguno de los que yo había invitado gustaron de mi comida” (Lc
14,24); Pablo y Bernabé dijeron con valentía: Era necesario anunciarle a
ustedes en primer momento la palabra de Dios; pero ya que la rechazan y
ustedes mismos no se consideran dignos de la vida eterna, miren porque nos
volveremos a los gentiles… Y al oír esto los gentiles ser alegraron y se
pusieron a glorificar la palabra del Señor; y creyeron cuantos estaban
destinados a una vida eterna” ( Hecho 13 13,46-48).
IMPORTANCIA DEL DISCERNIMIENTO
La fe requiere ser asumida por la libertad personal porque se trata de un
nuevo estilo de ser humano en relación a la vida de Jesús, es jugarse la vida.
En el contexto rabínico depende si uno pertenece o no a Israel; y en el
contexto de la religión natural depende de los esfuerzos y sacrificios que se
hagan; no es un problema de fe sino moral. “el llanto y el desespero” no
tienen un sentido de juicio final sino de la desilusión y el fracaso de una vida
privilegiada por el llamado pero que se quedó por fuera, muchas veces no por
voluntad propia sino por falta de sindéresis, discernimiento de los
responsables de la enseñanza religiosa que no supieron indicar el camino de
Jesús por falta de experiencia personal mas que doctrinal; o no haber tenido
la oportunidad en su religión de darse por enterados de la fe. También pudo
haber sido una decisión personal de quedarse al margen de la fe y la
comunidad. En ese contexto Jesús hizo y sigue haciendo una invitación
extensiva a los pobres y enfermos. ( Lc 14,15-24)
TODOS PERO DE A UNO
Todavía hoy en la basílica de Belén hay una puerta más pequeña que las
demás, llamada la “aguja”; por ahí podrán ingresar todos pero en fila; para
indicar lo personal y comunitario de la fe en la Encarnación. Los sacramentos
también son personales pero se convierten por el servicio en comunidad;
expresión de una vida nueva en Cristo resucitado. Ser menos egoístas
perteneciendo a una comunidad que está solidariamente al servicio de los
demás, sobre todo de los pobres, no niega el carácter gratuito de la gracia,
pero si recuerda el precio de la misma, la puerta estrecha. Los dones de Dios
son gracia que solo terminan en la ayuda al prójimo, particularmente a los
más pobres. No son pocos los que en la religión se siente bendecidos por
Dios, haciéndose eco de las bendiciones que cuando más no se extienden más
allá de la familia, pero jamás llegan hasta la solidaridad con los débiles. Esas
son bendiciones baratas por excluyentes y particulares. “Robustezcan su
manos cansadas y sus rodillas vacilantes, caminen por un camino plano, para
que el cojo ya no tropiece, sino más bien se alivie” (segunda lectura). La
mayor bendición de Dios es Jesucristo por su misión de estar al servicio de los
sufrimientos de la gente; y la mayor bendición de Jesús somos los creyentes
que nos parecemos a El por la compasión con los demás. Sin compasión no
hay salvación.
Es cierto que todo mundo sufre, antes o después. Compartir mis sufrimientos
con los de otros y que ellos compartan sus sufrimientos con los míos es
apenas un paso muy pequeño pero decisivo para la fe y la fraternidad;
porque, como Pablo, vivir unidos al que nos amó y se entregó por nosotros en
la cruz. Así la fe se mueve por obras de compasión en comunión y no
simplemente por estar diciendo en todo que “tuvimos buena fe”
Padre Emilio Betancourt