Domingo 24 ordinario 11 de septiembre
Quien no sabes mañas, No come castañas
Este domingo bien podría ser llamado el domingo de la alegría, del amor y de la
misericordia. Y todo parte de la mezquindad de los escribas y fariseos que
murmuraban entre sí porque Cristo convivía y trataba con los pecadores, para
perdonarlos y volverlos a los brazos del Padre. Esa era la ruindad de los
hombres que se sentían desplazados ya que se sentían los dueños de la casa y
los herederos del Dios que se habían formado a su imagen y semejanza, sin
darse cuenta que el Dios que presentaba Jesucristo es un Dios de amor, de
perdón, de misericordia y que se alegra pero de corazón cuando ve que uno solo
de los pecadores vuelven al corazón del Padre, con mayor razón que los
hombres se alegran por un objeto que se les había perdido. Así, gracias a la
mezquindad de los fariseos, Cristo nos regala tres parábolas que muestran la
alegría del Padre, la primera, la del pastor que se alegra y hace fiesta por una
oveja que se le había perdido y descansa cuando la ve unida al resto de las
ovejas. La segunda, la mujer que pierde una moneda y barre y barre hasta que
la encuentra y luego reúne a sus vecinas y a sus amigas para comunicarles su
alegría.
Pero la tercera parábola, la del hijo que regresa a casa después de haber
recorrido muchos caminos por el mundo, nos refleja el verdadero corazón de
nuestro buen Padre Dios y también el corazón del hombre, pues éste, en un
momento de su vida, abandona los caminos de Dios y se adentra en el mundo
de las criaturas, en sus cosas, en sus fiestas, en sus placeres, en sus conquistas
hasta llegar al límite de su miseria y es entonces, en su soledad, en su angustia,
en su dolor y en su pobreza, cuando el hombre puede recapacitar y convertirse
al corazón misericordioso del Padre.
Esto será entonces el primer paso de la conversión, reconocer la propia miseria,
nuestra propia nada, comenzar el camino de regreso a la casa y al corazón de
nuestro Dios. No podemos olvidar que hay pecadores que se convierten y
cambian, pero hay pecadores que se tienen por buenos, y se empecinan en su
propia bondad, robando así la alegría del cielo. Aún en la miseria de nuestro
pecado, podemos comenzar a experimentar la misericordia del Padre. Que nadie
desconfíe de la alegría de Dios por un solo pecador arrepentido.
Y aquí volvemos a conectar con el Dios de los cielos que no espera a que el
pecador regrese, pues él sale a su encuentro con su gracia, lo restablece
amorosamente en su dignidad y lo colma con toda clase de dones. Habría que
volver a leer la parábola del hijo pródigo para experimentar la alegría, el regocijo
que invadió al Padre cuando vio el regreso de su hijo y la fiesta y los regalos de
los que colmó al hijo que regresaba. Entonces se sentía completo el padre, pues
tenía nuevamente a sus dos hijos en casa, aunque hay que decirlo, el hijo mayor
tenía mucho de fariseo, pues no le cabía en su cabeza que el padre perdonara y
acogiera con regocijo al hermano menor. Si somos sinceros, muchos de
nosotros llevamos algo del hijo mayor, cuando no solo no nos alegramos con la
conversión de un pecador, sino que nos invade la envidia y el rencor.
No resisto la tentación de citar a Louis Evely que se imagina así el juicio final:
“Los justos están a la puerta del paraíso, impacientes por entrar, seguros de su
recompensa, orgullosos de sus méritos; de repente se extiende entre ellos un
rumor: “Parece que también va a perdonar a los otros”, entonces estalla una
indignación y un asombro general. Protestan, se enfadan, se empiezan a quejar:
“No valía la pena privarse de tantas cosas. ¡Si lo hubiéramos sabido….! Deberían
habernos avisado. ¡Qué suerte han tenido esos desgraciados!”. Empiezan a
clamar contra Dios, y en aquél mismo momento caen en el infierno”.
Que nuestra actitud entonces sea la de acogida a ese Dios que a pesar de
nuestra miseria nos sigue amando y nos ha enviado a su Hijo Jesucristo para
que desde la Eucaristía nos haga sentir cercano su amor su compañía y su
salvación.
El Padre Alberto Ramírez espera sus comentarios en alberami@prodigy.net.mx