D O M I N G O XXIV (C) (Lucas 15, 1-32)
¡Que sería de nosotros si Tú no fueras misericordioso y rico en el perdón!
- La figura de Jesús y su mensaje chocaban continuamente con la falsa
mentalidad religiosa de los escribas y fariseos que, con su rigorismo legal,
querían ser los únicos representantes oficiales de la religiosidad del pueblo.
- De Jesús les chocaba que, se proclamase Dios, llamando a Dios su Padre
y, además, que se mezclase con los publicanos y pecadores y ¡para colmo!
les enseñara llamar a Dios, su Padre. Tampoco soportaban:
- Que, en contra de sus rigurosas leyes, defendiera a una mujer
sorprendida en fragante adulterio, y la tratara con benevolencia.
- Que afirmara que, los publicanos y pecadores, ( “la chusma del
pueblo”), estaban mejor dispuestos que ellos, para entrar en el
Reino de los Cielos.
- Tampoco “tragaban”, por su rigurosa mentalidad legalista, el
mensaje de misericordia y perdón que proclamaba Jesús!
- Y, a todo esto se añadía, que Jesús, como no podía ser de otra manera,
tratara con tanta inflexibilidad aquella falsa religiosidad e hipocresía.
- Hoy Jesús, lleno de misericordia, les responde a aquel rechazo con estas
tres Parábolas, de las más bellas y conmovedoras salidas de sus labios.
- Sería imposible glosar el contenido de las mismas en los pocos minutos de
una homilía. Pero sintetizaremos las ideas más importantes contenidas en
estas Parábolas que les dirige hoy y que nos transmite también a nosotros:
1ª) El Señor se sirve de estas Parábolas, para hacer un autorretrato de
su corazón misericordioso y del amor que El siente por nosotros.
2ª) En cada una de ellas, quiere despertar en nosotros una gran
confianza en la misericordia divina para que nunca nos sintamos
desesperados o sin remedio ¡Todas nuestras situaciones, por penosas que
sean, encuentran siempre solución en el amor de Dios!
3ª) Y de las tres, hemos de aprender todos: a ser agradecidos con
Dios porque, en muchas ocasiones fuimos, esa oveja, ó moneda perdida, ó
ese hijo pródigo que, haciendo mal uso de nuestra libertad, dilapidamos los
dones de Dios. Y porque, siempre también, que lo hemos buscado en el
Sacramento de la Penitencia, hemos encontrado su amor misericordioso.
Guillermo Soto