D O M I N G O XXV ( C ) (Lucas, 16-1-13)
“Dios ha de ser nuestro único Señor”. Es lo que Jesús nos enseña en el Evangelio
de hoy.
- “No podéis servir a Dios y al dinero” . Jesús parece ponernos en un dilema
entre dos actitudes, aparentemente irreconciliables: “O Dios, o el dinero” .
- Si esa fuera, necesariamente, la disyuntiva, sin ninguna duda, todos
nosotros tendríamos que optar por Dios. Pero, sin querer minimizar la
severa advertencia del Señor, ¡no es esa la cuestión! Todos tenemos la
experiencia de que, para llevar a cabo la misión cristiana: familiar, laboral
ect.., que Dios nos ha encomendado en la tierra, ¡necesitamos el dinero!
¡Hasta la misma Iglesia, para cumplir su misión, pide dinero a los fieles!
- Por eso, esta amonestación del Señor requiere una correcta interpretación.
1º) Con multitud de textos del Evangelio podríamos probar que, no hay tal
incompatibilidad entre, servir a Dios y el recto uso del dinero. De lo que El
nos quiere prevenir es de lo siguiente: Los bienes de este mundo, (que son
un medio, no un fin), pueden ser un serio obstáculo para nuestra salvación si
nosotros los convertimos en un fin, en una especie de ídolo que suplante a
Dios y la s upremacía que le corresponde en nuestra jerarquía de valores.
- Las cosas materiales, como el dinero, no están contaminadas, o son malas
en sí mismas, según piensan los maniqueos. Para Jesús: el dinero es un
instrumento humano más, cuya bondad ó maldad depende, del buen o mal
uso que hagamos de el. ( Poderoso caballero es don dinero. Fco. Quevedo ).
- Dicho esto, de lo que Jesús quiere prevenirnos es, del hechizo que pueden
ejercer sobre nosotros los bienes materiales hasta llevarnos, a invertir una
sana y cristiana jerarquía de valores que nos hiciera olvidar que, DIOS ES EL
ÚNICO SEÑOR en el que, únicamente, podemos poner nuestro corazón. Los
demás bienes creados, ¡nunca pueden suplantar a Dios!
2º) La otra enseñanza, en relación con los bienes materiales, que se
desprende de la Parábola del administrador astuto, es la siguiente:
- ¡Que no somos dueños absolutos de lo que poseemos! ¡Somos meros
administradores! Podemos ejercer un derecho sobre las cosas adquiridas
legítimamente, (lo que conocemos como derecho de propiedad) pero, ¡ni
ese derecho es absoluto! por lo que, necesidades de primerísimo orden de
nuestros prójimos, en un momento determinado, pueden cuestionar la
legitimidad de ese derecho de propiedad y obligarnos a la práctica de
virtudes como, la justicia, la caridad o el desprendimiento. Y esto incumbe,
con más razón, a un cristiano que, debido a su Fe, ha de saber descubrir, en
esa persona en extrema necesidad, no sólo a un prójimo sino a un hermano.
- Si, en esas extremas circunstancias, nos faltara “soltura” para actuar en
consecuencia, daríamos muestras de estar afectados, tanto de esa esclavitud
de los bienes materiales, como de esa falsa mentalidad, (reprochada hoy por
Jesús), del que se siente, dueño absoluto de sus bienes . Guillermo Soto