Domingo XXV TO/C
Contra los que obligan a los pobres venderse
Hoy nos vamos a centrar en la primera lectura, que habla contra los que obligan a
los pobres venderse. El tema es el de ‘ La corrupción’ (Am. 6, 4-7), que puede servir
para describir la situación de corrupción en que se encuentra el mundo. El Profeta
acusa y reprocha fuertemente a los que cometen fraude, a los vendedores sin
escrúpulos que se enriquecen a expensas de los pobres y que suben los precios
aprovechando la necesidad ajena… Y amenaza el Profeta a los que así se
comportan con el castigo de Dios, diciendo que el Señor no olvidará jamás ninguna
de estas acciones. Es decir: las malas acciones, los actos que van contra la Ley de
Dios -y que además hacen daño al prójimo- tienen el castigo de Dios … o pueden
tener el perdón de Dios, si el pecador se arrepiente y no peca más.
Como vemos, el fenómeno de la corrupción siempre ha existido, sin embargo es
sólo desde hace pocos años que se ha tomado conciencia de él a nivel
internacional. La corrupción es un fenómeno que no conoce límites políticos ni
geográficos. Está presente en los países ricos y en los países pobres. La entidad de
la economía de la corrupción es difícil de establecer en manera precisa y, en efecto,
sobre este punto los datos con frecuencia no coinciden. De cualquier forma se trata
de enormes recursos que se sustraen a la economía, a la producción y a las
políticas sociales. Los costos recaen sobre los ciudadanos, y los pobres son cada
vez más pobres y los ricos más ricos, ya que la corrupción se paga desviando los
fondos de su legítima utilización.
El Papa Francisco ha afirmado que “Esto se vuelve todavía más irritante si los
excluidos ven crecer ese cáncer social que es la corrupción profundamente
arraigada en muchos países –en sus gobiernos, empresarios e instituciones–
cualquiera que sea la ideología política de los gobernantes” .
Los Obispos latinoamericanos en Aparecida dijeron: “Un gran factor negativo en
buena parte de la región es el recrudecimiento de la corrupción en la sociedad y en
el Estado, que involucra a los Poderes Legislativos y Ejecutivos en todos sus
niveles, y alcanza también al sistema judicial que a menudo inclina su juicio a favor
de los poderosos y genera impunidad, lo que pone en serio riesgo la credibilidad de
las instituciones públicas y aumenta la desconfianza del pueblo, fenómeno que se
une a un profundo desprecio de la legalidad. En amplios sectores de la población y
particularmente entre los jóvenes crece el desencanto por la política y
particularmente por la democracia, pues las promesas de una vida mejor y más
justa no se cumplieron o se cumplieron sólo a medias”. Todo esto que afirmaban de
nuestro Continente, es dolorosamente real en nuestro país.
Jesús hace en la parábola del Evangelio una durísima crítica al dinero que es
llamado “injusto” y la propuesta de Jesús es “con e l dinero, tan lleno de injusticias,
gánense amigos que, cuando ustedes mueran, los reciban en el cielo”. Ciertamente
no alaba al administrador por sus trampas, sino por el ingenio y la astucia para
hacerse amigos. Nosotros ahora también tendríamos que cuestionarnos seriamente
sobre nuestro empeño en crear y favorecer la construcción del Reino de Dios, frente
al ingenio y la astucia de quienes entregan su vida a la construcción del reino del
dinero. Cristo hace una clara oposición entre estos dos reinos. Nosotros con
frecuencia nos vemos tentados a unirlos y hasta confundirlos. Debemos tener una
clara distinción, no sólo teórica, sino sobre todo en la práctica. No podemos servir a
Dios y al dinero.
El profeta Amós, en la primera lectura, nos dice: “Escuchen esto los que buscan al
pobre sólo para arruinarlo… los que disminuyen las medidas y aumentan los
precios, alteran las balanzas, obligan a los pobres a venderse; por un par de
sandalias los compran y hasta venden el salvado como trigo… Yo no olvidaré jamás
ninguna de estas acciones”.
Quizás nosotros no tengamos grandes sumas de dinero, pero debemos
examinarnos bien en nuestros pequeños o grandes fraudes, en la corrupción que
generamos o toleramos, cayendo de una o de otra forma en este vergonzoso
fenómeno.
Este reproche del Señor nos llama a la vigilancia y al esfuerzo en lo espiritual… ya
que ninguno puede escapar del momento en que el Señor -igual que al
administrador de la parábola-, nos pedirá cuentas del único negocio realmente
importante: nuestra salvación, nuestro fiel cumplimiento a la Voluntad de Dios.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)