COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
vigesimosexto durante el año, Ciclo C
Evangelio según San Lucas 16, 19-31.
Jesús dijo a los fariseos: "Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino
finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas,
yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa
del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas. El pobre murió y fue llevado
por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado. En la
morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de
lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó: 'Padre Abraham, ten
piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y
refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan'. 'Hijo mío, respondió
Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio,
recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además,
entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que
quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar
de allí hasta aquí'. El rico contestó: 'Te ruego entonces, padre, que envíes a
Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los
prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento'. Abraham
respondió: 'Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen'. 'No, padre
Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se
arrepentirán'. Pero Abraham respondió: 'Si no escuchan a Moisés y a los
Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se
convencerán'".
EL RECTO USO DE LAS COSAS
¡Qué cosa tan profunda y tan real! Aquí vemos al rico Epulón y el pobre Lázaro
pero, de alguna manera, la comparación no nos hace quedar en la materialidad
del hecho, sino que tenemos que ver a dónde nos lleva el pensamiento de la
Palabra de Dios. No es que el rico, por ser rico, se condena y el pobre, por ser
pobre, se salva. NO. Se trata de la dimensión del recto uso que uno hace de las
cosas, de los bienes y de la responsabilidad con que uno actúe frente a todas las
cosas.
La riqueza, por sí, no es mala y el sufrimiento, por sí, no es bueno; siempre
tiene una relación. Esto es importante saberlo ya que uno tiene que abrirlo a
otra dimensión. Porque cada uno es sujeto del don que Dios regala y a la vez es
sujeto de responsabilidad, de respuesta que uno tiene que dar. Y cada uno da
conforme a su pensamiento, a su corazón. En la lectura, parece que el rico tenía
un corazón cerrado y el pobre Lázaro tenía un corazón abierto. Esto es lo que
uno más necesita.
Luego, en su situación trágica, el rico Epulón quiere salvar a los demás, a sus
hermanos, a su familia; pero se da aquello de “por más que te quieran
convencer”, o “por más que quieran decirte”, o “por más que hayas
experimentado c osas”, si uno tiene el corazón cerrado nunca se va a abrir. Dios
es omnipotente en su amor, en su ternura y en su misericordia; pero también
respeta -desde su misericordia y su ternura- la libertad de cada uno de nosotros.
Y a veces la libertad es repuesta para el bien y otras veces es respuesta para el
mal.
Pidamos al Señor escuchar bien, ser responsables, hacernos cargo de nuestra
vida, desarrollarla, cultivarla; y que esta vida nuestra se torne, se vuelque, se
entregue a los demás. Muchas riquezas se pueden compartir -no sólo bienes
materiales- dones, capacidades, conocimientos, entregas. Y sin embargo hay
gente que se cierra y no comparte ni comunica estas cosas porque tiene el
corazón cerrado. Que Dios nos ilumine y abra nuestro corazón, y recordemos
que en la vida lo que hemos recibido gratuitamente debemos darlo también
gratuitamente a los demás.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén