26ª semana del tiempo ordinario. Miércoles: Lc 9, 57-62
Jesús iba caminando hacia Jerusalén. Cuando el evangelio nos habla de este
caminar de Jesús hacia Jerusalén, no quiere expresar sólo un caminar material, sino
también un caminar psicol￳gico, porque caminaba “con decisi￳n” hacia la entrega total
hasta la muerte por nuestra salvación. Con ello nos enseñaba que quienes lo seguían
entonces y los que le queramos seguir ahora, no sólo lo debemos hacer en un sentido
material, imitando su manera de vivir en lo posible y cumpliendo sus mandamientos,
sino que significa estar unidos con El hasta lo más íntimo, hasta la donación total.
A veces creemos que todos, a quienes llamó Jesús, respondieron con fidelidad.
Hoy tenemos en el evangelio a tres hombres que no respondieron como quería Jesús.
Son como ejemplo de otros muchos que no respondieron o no responden hoy con
fidelidad al deseo que Dios tiene sobre cada uno de nosotros. Hay muchas personas
que se hacen seguidoras de personas famosas, como artistas, cantantes o deportistas,
y quieren imitarles. Miran cuál es su ropa, su peinado y otras cosas externas para
imitarles. Todo ello es efímero: pasa pronto y sólo se les imita en lo externo. Jesús
tendría un cierto atractivo, por lo cual muchos se sentían ilusionados en seguirle. Pero
Jesús no es principalmente lo exterior. Es inmensamente mucho más. Algunos
deseaban seguir a Jesús quizá por los milagros, sin llegar a saber qué significa seguir a
Jesús. Eso es lo que le pasó al primero de los tres en el evangelio de hoy.
Llega a Jesús un hombre y le dice: “Te seguiré donde vayas”. Parece una decisi￳n
hermosa y sin condiciones. Sin embargo parece que Jesús le rechaza. No es que le
rechaza sin más, sino que le “presenta la cartilla”, es decir, le presenta alguna de las
dificultades que encierra el seguimiento de Jesús. No termina aquella historia, pero
parece que aquel hombre ve las dificultades y se retira. Así a veces en la religión se
dan sentimientos momentáneos, en que uno se entusiasma por algo y promete y
promete lo que no se da cuenta y lo que no va a cumplir. Cuando se da cuenta que el
seguir a Jesús es algo más radical, que significa entregar toda la persona al Señor,
comienza a ver las dificultades y se retira. A veces desgraciadamente se retira más de
lo que estaba antes de aquel sentimiento. Esa es la clase de personas que no tienen
fundamento. De ellos habló Jesús cuando en la parábola del sembrador cuenta cómo
un segundo grupo de granos cae en buena tierra “aparente” donde hay muchas piedras
debajo. No tiene por lo tanto fundamento y no puede crecer porque no puede penetrar.
Luego en el evangelio vienen otros dos hombres a quienes dice Jesús: “Sígueme”.
Seguramente Jesús vio tierra buena. Estos dos podían entrar en la tercera clase de
tierra del “sembrador”: Es tierra buena, pero no produce por la cantidad de zarzas que
hay. Son los problemas humanos que no dejan crecer la gracia en nuestro espíritu.
Uno le dice: “Déjame ir primero a enterrar a mi padre”. Y Jesús no le dej￳. Alguno
dirá: ¿Cómo Jesús fue tan exigente que ni le dejó enterrar a su padre? Ya sabemos
que en el evangelio no debemos leer al pie de la letra, sino un poco al estilo oriental.
Aquel hombre quería decir: “Cuando muera mi padre y le entierre (quizá dentro de
varios a￱os) te seguiré”. Precisamente el enterrar a los muertos, y más a los familiares,
era un precepto y algo muy digno. Es posible que el esperar a la muerte de su padre
fuese para asegurar la herencia. Aquel hombre estaba poniendo pretextos para no
seguir a Jesús inmediatamente. De los ap￳stoles nos dice el evangelio que “dejándolo
todo, le siguieron”. Muchos quieren retrasar la llamada de Dios, pero se enga￱an a sí
mismos, porque Dios sí ve nuestras intenciones y las excusas que ponemos a su amor.
El tercero se parece a éste. Jesús ni le deja despedirse de su familia. Esto parece
que es ir contra el cuarto mandamiento. ¡Cómo no va a querer Jesús que amemos a
nuestra familia! Lo que Jesús quiere exponer son las prioridades. Así ha habido
muchos misioneros que han dejado a su familia por extender el Reino de Dios.