COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
vigesimoséptimo durante el año, Ciclo C
Evangelio según San Lucas 17, 5-10.
Dijo Jesús a sus discípulos: “Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente,
perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti,
diciendo: ‘Me arrepiento’, perdónalo." Los Apóstoles dijeron al Señor:
"Auméntanos la fe". El respondió: "Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un
grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: 'Arráncate de raíz y
plántate en el mar', ella les obedecería." Supongamos que uno de ustedes tiene
un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo,
¿acaso le dirá: 'Ven pronto y siéntate a la mesa'? ¿No le dirá más bien:
'Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido
y bebido, y tú comerás y beberás después'? ¿Deberá mostrarse agradecido con
el servidor porque hizo lo que se le mandó? Así también ustedes, cuando hayan
hecho todo lo que se les mande, digan: 'Somos simples servidores, no hemos
hecho más que cumplir con nuestro deber'.»
HACER LO QUE EL SEÑOR NOS MANDA
En este Evangelio tendríamos que acentuar o subrayar algunos aspectos más
importantes. El primero es la relaci￳n sobre el pecado y sobre la ofensa: “si tu
hermano peca, repréndelo”. Hoy nos metemos poco en la vida de nuestros
hermanos, tenemos poco interés en los demás. Ciertamente, la corrección
fraterna es muy importante porque uno tiene que lograr que el otro también viva
en la verdad y en el bien. A veces, para no tener problemas, ni complicaciones,
ni dificultades, ni recibir enojos o respuestas indebidas, uno no se interesa y no
corrige al otro con amor o con ternura. Esto es lo primero: uno tiene que ser
responsable en la corrección fraterna con los demás.
En segundo lugar, si éste se arrepiente hay que perdonarlo. Recordemos aquí la
pregunta de Pedro “﾿hasta siete veces tengo que perdonarlo?”, y la respuesta
del Se￱or “ᄀno siete veces sino setenta veces siete!”, es decir SIEMPRE, cuando
el otro muestra la actitud de arrepentimiento. Esta actitud lleva a reconocer que
uno ha fallado, que siente un dolor por la ofensa cometida y que está dispuesto
a la reparación; porque si no hay reparación no hay verdadero arrepentimiento;
no son las palabras materiales que uno puede decir sino la actitud y la
motivación que tiene que expresar con su propia vida.
Por eso, no hagamos otro abuso de la palabra: “ᄀestoy arrepentido!”, pero sigo
igual; “ᄀestoy arrepentido!”, pero te sigo pegando; “ᄀestoy arrepentido!”, pero
sigo robando; “ᄀestoy arrepentido!”, pero sigo mintiendo; “ᄀestoy arrepentido!”,
pero sigo siendo infiel. ¡NO!, me arrepiento y tengo el propósito y la decisión de
corregirme para no cometer esa ofensa.
En tercer lugar, ante esta dificultad -que es grande- los Apóstoles piden al Señor
una gran verdad: que les aumente la fe. Y nosotros también tenemos que decir
al Se￱or “ᄀauméntanos la fe!”; una fe que confíe en el Se￱or, que tenga la
seguridad y la certeza de que Dios obra. Si realmente fuéramos creyentes, en
serio, veríamos cosas estupendas y extraordinarias. Por eso ¡aumenta Señor
nuestra fe!
Finalmente, somos servidores, simples, que hacemos lo que tenemos que hacer;
no lo hacemos para buscar un premio, un reconocimiento, para que nos
aplaudan o nos retribuyan. Servimos porque servimos y no servimos a otros por
conveniencia, ni para que nos tengan más en cuenta, sino que
fundamentalmente servimos porque hacemos lo que el Señor nos manda. Si nos
diéramos cuenta de esta gran verdad ¡qué libre seríamos! Hacer las cosas por
Dios y por el bien a nuestros hermanos, sin esperar una retribución o una
recompensa.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén