DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO (C)
Homilía del P. Bernabé Dalmau, monje de Montserrat
2 de octubre de 2016
Hab 1,2-3; 2,2-4 / 2 Tim 1,6-8.13-14 / Lc 17,5-10
Queridos hermanos y hermanas,
Queda claro que el tema de la fe centra las lecturas de este domingo. No nos cuesta
mucho hacer bien nuestra la oración de los apóstoles: “Señor, Auméntanos la fe".
Ellos la hicieron después de oír la exigencia de perdonar ilimitadamente. Nosotros la
hacemos por este y por muchos otros motivos. Creer cuesta. Mostrar la fe a través de
las obras es difícil, tal como escribía Santiago: "La fe sin obras está muerta" (St 2,20).
Vivir " en la fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo Jesús", tal como
recomendaba san Pablo a Timoteo, pide mucho coraje. El profeta Habacuc no se
avergonzaba de increpar a Dios: "¿Hasta cuándo...? ¿Por qué…?". ¡Cuántas veces no
habremos pedido a Dios explicaciones en situaciones humanas que consideramos que
no tienen justificación! "¿Hasta cuándo...? ¿Por qué…?". " Señor, Auméntanos la fe".
El mismo profeta, sin embargo, ofrecía la clave para obtener esta fe. Nos decía que
"Mira, el altanero no triunfará". Por tanto, si queremos tener una fe firme que nos haga
vivir "en el amor de Jesucristo" debemos avanzar en el camino de la sencillez de
corazón. La razón nos la da a continuación: " el justo por su fe vivirá".
Esta frase nos es conocida, pero es un poco difícil de entender. La fe es, a fin de
cuentas, la característica de la persona que se muestra honrada ante Dios y ante los
hombres, y es consciente. Vive de esta fe. No todo el mundo encuentra tan
enigmática, como quizás nosotros, esta afirmación del profeta. San Pablo la vivió tan a
fondo que la cita en tres lugares de sus escritos (Rom 1,17; Gal 3,11; Heb 10,38). A
los escolanes quizás les gustará saber que "el justo por su fe vivirá" era la frase
favorita del compositor el beato Ángel Rodamilans, poco antes de morir.
"Vivimos en la fe, no en la visión" afirma san Pablo (2 Cor 5,7). Pero no necesitamos
enormes dosis de fe: con la cantidad de un granito de mostaza es suficiente. Por eso
en la oración, es necesario el diálogo -incluso, quizás, la discusión- con el Señor. Pero
un diálogo acompañado de la petición del que se siente, ante Dios, servidor sin ningún
mérito: "Señor, auméntanos la fe".