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TRIGÉSIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
(Año Par. Ciclo C)
Lecturas bíblicas
Abrimos nuestra Biblia y buscamos:
Lecturas bíblicas:
a.- Eclo. 35,15-17.20-22: Los gritos del pobre atraviesan las nubes.
b.- 2Tm. 4,6-8. 16-18: Ahora me aguarda la corona merecida.
c.- Lc. 18,9-14: El publicano, bajó a su casa justificado, no así el fariseo.
Esquema
1.- Invocación al Espíritu Santo para que sea ÉL quien ore en nosotros: Ven
Espíritu Santo…
2.- Acto Penitencial: Pedimos perdón al Señor, antes de escuchar su Palabra, de
todo lo que nos ha impedido orar durante esta semana. Perd￳n Se￱or….
3.- Oración colecta: Dios todopoderoso y eterno, aumenta nuestra fe, esperanza
y caridad; y, para conseguir tus promesas, concédenos amar tus preceptos. Por
nuestro Señor.
4.- Lectio divina:
a.- ¿Qué dice el texto? Leemos el Evangelio del próximo domingo.
“Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano” (Lc.
18, 10s).
El evangelista nos presenta un texto propio, donde Jesús gusta de comparar
grupos de personas, en particular los excluidos de la sociedad (cfr. Lc.10,25-37;
15,11-32; 16,19-31). Jesús al referirse a algunos que confían demasiado en sí
mismos, está retratando a los fariseos, y a los que en la Iglesia pasan a Dios la
cuenta de sus méritos en el cumplimiento de la ley ante Dios, las buenas obras
que han hecho y los propios derechos frente a Dios. Se creen mejores que los
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demás, desprecian a los demás, por considerarse justos. Quizá la intención velada
de Jesús al proponer al fariseo, espera que alguno de los discípulos se sienta
aludido por sus pretensiones de mayorías dentro del grupo (cfr. (cfr. Lc. 9,47-48;
22, 24-27). El fariseo sabe de la importancia de la oración y la hace, pero, es un
diálogo vacío, primero porque habla consigo mismo, no busca a Dios, busca su
grandeza personal, se contenta con su propia medida de perfección. El fariseo
tiene asegurada la entrada en el reino de Dios, todo cimentado en el propio
rendimiento. Desprecia a todos aquellos que no poseen esos méritos, no conocen
la ley ni su interpretación, como el pueblo (cfr. Jn.7, 49). Su propia justicia lo mide
todo, eleva y abaja, desprecia y alaba; la condena a los demás es condena propia
(cfr. Lc. 6,37). El fariseo y el publicano suben al templo, con un mismo fin, orar y
ser justificados en el juicio de Dios. Ambos oran en voz baja, en su interior, están
delante de Dios que todo lo sabe (cfr. 1Sam. 1,13; Mt. 6,8). El fariseo ora de pie,
su oración es de acción de gracias y alabanza (cfr. Mc.11, 25). En su oración se
percibe su confianza en su propia justicia y su desprecio por los otros; sin
embargo hace todo según la interpretación que ellos le daban a la ley (vv.11-12;
Lev.16, 29; Mt.23, 23; Dt.12,17; Sal. 17,2-5). Pronto Dios pasa a segundo plano en
la oración del fariseo, para dar paso a su yo que lo tiene por justo y desprecia al
prójimo. ¿Por qué se considera justo, superior a los demás? Porque ayuna dos
veces a la semana y paga los diezmos. Da gracias a Dios de actitudes positivas,
pero lo negativo, es la alta consideración que tiene de su persona, que lo hace
verse superior a los demás. El amor a Dios, no lo impulsa a amar a los demás, por
lo tanto, no es auténtico.
- “¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy un pecador!” (Lc.18, 13s).
Como el fariseo, también el publicano, es un ser apartado de los demás;
segregado y repudiado, como pecador por los buenos por ello se queda atrás, no
merece estar entre personas religiosas (cfr. Lc.5, 17; 3,12). No levanta la mirada
tiene conciencia de no ser santo, por ello no podría soportar la mirada de Dios; se
golpea el pecho, sede de su conciencia, arrepentido de su culpa. Su oración es
concisa, breve, pero profunda, la confesión de un pecador (v.13; cfr. Sal. 51,3).
Su oración sigue el modelo de las plegarias judías; es un penitente que busca la
misericordia. Quiere restablecer la relación con Dios, no se compara con nadie,
porque quiere mejorar su relación con Dios. Mientras el fariseo ora en primera
persona, el publicano lo hace en segunda persona, colocando como sujeto a Dios,
de quien procede el perdón; mientras el primero cumple la ley, el segundo se
compara con Dios, y no tiene nada de que enorgullecerse. Si había robado, debía
devolver buena parte de lo mal adquirido, según la doctrina de los fariseos, si
quería obtener el perdón. El publicano espera que Dios acepte su corazón contrito
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y su misericordia le perdone (cfr. Sal.51, 19). ¿Cuál de los dos salió justificado del
templo? O ¿quién es justo en el Juicio de Dios? El fariseo es un escrupuloso
cumplidor de los muchos y difíciles preceptos de la ley, en cambio, el publicano es
colaborador con el poder opresor como era Roma y con fama de ladrones. Jesús
conoce el juicio de sus oyentes pero les dice: “Yo os digo que éste descendi￳ a su
casa justificado, y aquél no; porque todo el que se ensalza será humillado, pero el
que se humilla será ensalzado” (v.14). Él es el profeta Dios, su juicio es el de Dios.
El publicano es declarado justo delante de Dios, justificado se va a su casa. El
fariseo sale justificado, pero no como el publicano. ¿Se prefiere la justicia del
publicano, a la del fariseo? ¿Rechaza Jesús definitivamente la justicia del fariseo
en favor de la del publicano? ¿Dónde quedan los méritos del fariseo? El hombre
se hace justo a los ojos de Dios, por un don de Dios, no basta el propio esfuerzo
(cfr. Lc.16, 15; Mt. 5,3). Muy frágil es la justicia y santidad humana, si Dios no
dona su justicia (cfr. Mt.5, 20). La parábola termina, con una sentencia: el hombre
que confía sólo en sí mismo, se ensalza; el juicio de Cristo, anticipa el juicio
definitivo, lo humilla (cfr. Lc.14, 11; Mt. 23,12). Bajar a su casa justificado, viene a
significar, no sólo que el publicano había subido para ser perdonado, sino que
regresa a casa para gozar del amor de los suyos perdonado. Si el perdón de los
pecados se concede a los que trasgreden, cuanto más se concederá a los que la
cumplen (cfr. Sal.2,2; Rom.3,28). El que se humilla, confiesa su pecado y
debilidad, es ensalzado por Jesús. Dios lo justificará al momento del Juicio final.
Dios honra a los humildes. El gran maestro fariseo Hillel ense￱aba: “Mí humillaci￳n
es mí exaltaci￳n y mi exaltaci￳n es mí humillaci￳n”. Dios ha escogido a los
humildes para llevar a cabo su obra de redención (cfr.1 Cor.1, 27-29). El fariseo no
entra en esta categoría de hombres, por lo cual, no será ensalzado.
b.- Meditación. ¿Qué me dice? ¿Qué palabra o hecho de este evangelio me
habla al corazón? Escoge tu texto o versículo y da razón de tu elección.
- “¡Oh Dios! Te doy gracias…” (v.11). Más que diálogo con Dios, el fariseo habla
con su yo. Le da un gran valor a sus obras, que son verdaderas, pero busca con
ello recompensa, guiado por el orgullo y la soberbia.
- “¡Oh Dios! ¡Ten compasi￳n de mí, que soy un pecador!” (v.13). La actitud del
publicano es modelo de oración para quien de un corazón de hijo arrepentido se
presenta ante su Padre.
- Otros testimonios…
c.- Oración. Qué le digo al Señor Jesús a propósito de este texto? Escoge
una palabra con la que inicias tu oración personal.
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- “¡Oh Dios! Te doy gracias” (v.11). Se￱or Jesús, te doy gracias por el don de la fe
y dale Tú el valor a mis obras. Te lo pido Señor.
- “¡Oh Dios! ¡Ten compasi￳n de mí, que soy un pecador! (v.13). Se￱or Jesús
enséñame a humillarse para ser humilde, te lo pido Señor.
- Otras oraciones…
d.- Contemplación y acción. ¿A qué me compromete este evangelio?
Me comprometo
5.- Relectura bíblica que hace S. Teresa de Jesús nos anima a vivir una fe
dinámica y eclesial.
Teresa de Jesús, desde la más profunda humildad de su nada, como el publicano
recomienda, recibir las gracias que se reciben en la vida de oración, con gratitud.
“El primero es, que como se ven en aquel contento y no saben c￳mo les vino, al
menos ven que no le pueden ellas por sí alcanzar, dales una tentación: que les
parece podrán detenerle, y aun resolgar no querrían. Y es bobería, que así como
no podemos hacer que amanezca, tampoco podemos que deje de anochecer; no
es ya obra nuestra, que es sobrenatural y cosa muy sin poderla nosotros adquirir.
Con lo que más detendremos esta merced, es con entender claro que no
podremos quitar ni poner en ella, sino recibirla como indignísimos de merecerla,
con hacimiento de gracias, y éstas no con muchas palabras, sino con un alzar los
ojos con el publicano.” (CV 31,6).
6.- Alabanza y Adoración. Te alabamos Señor.
- Te alabamos Padre, porque ensalzas a los humildes y humillas a los soberbios,
te alabamos Señor.
- Te alabamos Padres desde todos los humildes de la tierra, desde ellos y con
ellos te alabamos Señor.
- Te alabamos Padre desde los enfermos y necesitados de una palabra de aliento,
desde ellos y con ellos te alabamos Señor.
- Te alabamos Padres desde todos los orantes que como el publicano reconozcan
la necesidad de tu infinito amor, desde ellos y con ellos te alabamos Señor.
- Otras alabanzas…
7.- Preces: Oramos Padre… Te rogamos óyenos.
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- Te pedimos Padre por la Iglesia, en su misión de evangelizar para que su voz
llegue a todos los hombres, te lo pedimos Señor.
- Te pedimos Padre, por todos los orantes para su diálogo con Dios sea fruto de
una profunda vida teologal, te lo pedimos Señor.
- Te pedimos Padre por los niños y jóvenes para que sean educados en la fe y así
las naciones católicas progresen en valores humanos y cristianos te lo pedimos
Señor.
- Te pedimos por la paz y reconciliación de las naciones, de las personas y que
nuestro corazón sea morada del Dios de la paz, te lo pedimos Señor.
- Otras preces…
8.- Padre Nuestro
9.- Abrazo de la paz
10.- Bendición final.
“Buscad leyendo y hallaréis meditando; llamad orando y abriros
contemplando” (S. Juan de la Cruz). Página de la Parroquia:
www.carmelitasvina . cl