LOS MÉRITOS Y LA MISERIA
Domingo 30º del Tiempo Ordinario. C
“El Se￱or es un Dios justo que no puede ser parcial”. Así comienza el texto del libro
del Eclesiástico, que se lee en la celebración de la Eucaristía de este domingo (Eclo 35,12).
Con frecuencia la Biblia nos presenta a Dios por contraposición con las actitudes humanas
que vemos a nuestro alrededor. Así pues, Dios no es parcial como nosotros.
Su imparcialidad se manifiesta sobre todo en la escucha. Dios presta atención a las
súplicas de los marginados y oprimidos, de los pobres y los enfermos. Hermosamente se nos
dice que “los gritos del pobre atraviesan las nubes”.
Con razón, el salmo 33 nos invita a repetir como estribillo un eco de nuestra experiencia
hist￳rica o, más bien, el testimonio de nuestra fe: “Si el afligido invoca al Se￱or, él lo
escucha”. San Pablo sabe que, aunque los hombres abandonen al ap￳stol, el Se￱or seguirá
librándolo de todo mal (2 Tim 4,18).
ORGULLO Y HUMILDAD
Sabemos que el evangelio de Lucas insiste con frecuencia en la grandeza, la belleza y la
necesidad de la oración. El texto que se proclama este domingo se refiere tanto a la oración de
los hombres cuanto a la escucha con que Dios la acoge o la rechaza (Lc 18,9-14).
Hay que orar con humildad. Jesús expone esta idea con una parábola en la que, una vez
más, se contraponen dos personajes y dos actitudes. Ambos acuden al templo. Ambos hacen
oración. Pero ¡qué diferencia entre uno y otro!
• En primer lugar, aparece un fariseo. Presenta a Dios sus méritos. Cumple fielmente la
Ley y va más allá de lo prescrito. Da gracias a Dios, pero piensa que Dios tiene que estarle
agradecido a él. Y su orgullo ante Dios lo lleva a despreciar a los hijos de Dios. Él se ve a sí
mismo como el modelo de la santidad. A todos los demás los considera como pecadores.
• En contraste, aparece un publicano, un cobrador de impuestos. Solo puede presentar su
miseria ante Dios. No puede contar con méritos propios. Él se percibe a sí mismo como un
pecador. Es despreciado por los hombres, así que solo puede contar con la misericordia de
Dios. Su humildad es asombrosa.
LA SUBIDA Y LA BAJADA
La subida a la casa de la oración une a dos creyentes. Su oración refleja la imagen que
ambos tienen de Dios y de sí mismos. Dios no puede escuchar a los dos del mismo modo. Así
que la bajada del templo revela su silueta humana y religiosa. Así lo dice Jesús:
• “El publicano baj￳ a su casa justificado y el fariseo no”. Dios es el único Justo. Es
compasivo y misericordioso. Así que solo puede participar de su “justicia” y santidad quien
está dispuesto a reconocerlo a él como la fuente de la gracia.
• “El que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”. Esta idea
responde a la experiencia humana. Ya se reflejaba en los Proverbios. Pero el seguidor del
Mesías Jesús sabe que en él se ha hecho evidente ese cambio.
- Padre de los Cielos, tú conoces nuestras obras y también nuestras intenciones.
Sabemos que no podemos atribuirnos mérito alguno en tu presencia. Perdona nuestra
arrogancia y ayúdanos a presentarnos ante tí con la desnuda verdad de nuestra vida. Por
Jesucristo nuestro Señor, que se ha humillado hasta morir en una cruz. Amén.
José-Román Flecha Andrés