Darse cuenta
Cuando a alguien, y ese alguien puedo ser yo, a plena luz del día, en cualquier calle o plaza
pública, dos o tres sujetos te asaltan, la gente va pasando sin darse cuenta. Si a dos o tres
metros de mi casa, escucho un tiroteo y quejidos de muerte, me acurruco sobre mí mismo y
sigo sin darme cuenta…y cuando, en la calle, paso de largo, dejando atrás a gentes que
piden algo para sobrevivir, sigo viviendo sin darme cuenta…
Podríamos definir al discípulo o discípula de Jesús como aquel, aquella que se dan cuenta.
Que abren sus ojos, que viven su realidad, la gran realidad del momento, del mundo actual,
del dolor humano, del sufrimiento universal, del hambre de cada día. No basta con hacer
obras de caridad. Esto simplemente puede ser una manera de encubrir el sistema de
injusticia reinante. Se requiere la solidaridad, la denuncia profética, la entrega de la vida.
Adviento es despertar. Las religiones tienen el peligro de ser un dulce somnífero. Pueden
adormecer en un letargo de visiones, ritualismos y mal-formación de conciencias. Isaías
levanta su voz para invitarnos a asumir nuestro rol de defender la justicia, de proclamar la
novedad de un DIOS viviente entre nosotros que invita a la unidad de pueblos, razas y
naciones. Y Pablo nos quiere despiertos. Es que parecemos sonámbulos, somnolientos.
Y Jesús vuelve a denunciar nuestro pecado de ‘omisión’. Es un pecado que nos lleva a vivir
como si nada pasara a nuestro alrededor, como si no escucháramos el clamor del pueblo,
como si el mundo estuviese ordenado según nuestros propios intereses. Simplemente no
nos damos cuenta. El Adviento toca nuestro corazón avisando que Jesús está a la puerta,
que llama y espera nuestra respuesta. Lo hace cuando nuestro hermano/a nos necesita.
Cochabamba 27.11.16
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com