XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Solemnidad. Jesucristo, Rey del Universo
El Reinado de la Misericordia
Al concluir el año jubilar de la Misericordia podemos proclamar que el Jesús en la
Cruz que nos revela el Evangelio de Lucas muestra el Reinado de la
Misericordia y el Señorío del Justo en el mundo desde la perspectiva de la
revelación divina. El diálogo de Jesús con el buen ladrón lo hace visible. La fiesta
de Cristo Rey nos acerca al misterio de la persona de Cristo manifestando su
preeminencia y su soberanía en el orden histórico y cósmico, en el orden
personal y eclesial. En el camino a Jerusalén, desarrollado ampliamente por el
evangelista Lucas, Jesús ha ido proclamando el Reino de Dios con su palabra y
con sus actuaciones, con su mensaje de bondad, de misericordia y de perdón, con
su Buena Noticia para los pobres, con su llamada a la conversión y su oferta de
salvación para los pecadores y con la palabra profética de justicia ante los ricos y
poderosos de la religión y del sistema vigente. Pero después de ser entronizado
Jesús al entrar a Jerusalén y de ser aclamado como rey, viene lo decisivo. El
Reino anunciado, tiene que pasar por la cruz. Ahí es donde encontrará su
último trono humano quien empezó su reinado en la pobreza inefable de un
establo.
Lucas refleja en la escena del crucificado (Lc 23,35-43) diversos aspectos
repetidos, subrayados y destacados, que son dignos de atención: 1º) El tema más
frecuente es el de la salvación , entendida solamente como liberación de la
muerte inminente: "Que se salve a sí mismo". 2º) La burla de la que es objeto
Jesús no es sólo una cuestión de incapacidad personal como en Mt/Mc ("a sí mismo
no se puede salvar") sino una provocación religiosa, pues toca aspectos esenciales
de la teología. No se mofan solamente del Rey de Israel, sino del mismo Dios: "el
Mesías de Dios: el elegido". De este modo la provocación que suscita es todavía
mayor. 3º) Las actitudes contrapuestas de los dos malhechores crucificados con
Cristo revelan en qué consiste realmente la salvación como entrada en el
Reino de Dios , de la que es punto de partida la experiencia de perdón . El Reino
consiste verdaderamente en estar con Cristo .
La burla mesiánica de unos y otros y el contenido divino de esas burlas nos
plantean la gran paradoja del Evangelio. Jesús es Mesías en la cruz y sólo desde
la Pasión y por medio de su sangre, es decir, a través de la vida entregada,
será posible la reconciliación, el perdón y el Reino. A partir del gran biblista
del siglo XX, R. Schnackenburg, en su obra, Reino y Reinado de Dios , se puede
hablar del Reinado de Dios para subrayar al aspecto de la relación personal de
amor que Dios establece con los hombres introduciéndolos en un dinamismo de
vida nueva, marcada por la experiencia determinante del señorío eficaz de su
amor en todos los ámbitos de la vida humana, con una proyección interior y social
de gran hondura. Dios es el protagonista en esa relación y los seres humanos
tenemos la capacidad para corresponder libremente a tal propuesta de
gracia. Jesucristo, muerto y resucitado, es el Reinado de Dios en la
historia.
Por eso Jesús es en verdad el Rey. Pero su realeza no corresponde a los cánones
de este mundo. Si queremos llamar a Jesús Rey, hemos de hacer como el buen
ladrón: Invocar primero su reino. Sólo descubriendo primeramente su Reino
podemos llamar a Jesús Rey . Y para descubrir su Reino es necesario entrar de
lleno en el Evangelio. Con Jesús llega el Reino prometido de justicia a favor de los
pobres, el Reino del Padre por el que hemos de trabajar constantemente. Es el
Reino de la bondad y de la misericordia, el Reino de la verdad, del perdón y de la
alegría, el Reino que conduce a una fraternidad universal, cuyas puertas se abren
a fuerza de amor hacia los desheredados y crucificados de esta tierra encadenada,
a fuerza de oración insistente al Padre y a fuerza de anunciar y vivir la verdad del
Evangelio. Ese es el Reinado de Jesús . Sólo entrando en esta nueva mentalidad
del Evangelio podremos invocar realmente a Jesús como Rey. Pero un Rey servidor
y no dominador. Jesús es el Rey Pastor y no explotador. Es el Rey Pastor que, por
amor al rebaño de Dios, se convierte incluso en pasto de la humanidad hasta ser
injustamente condenado.
Otro aspecto reclama una especial atención: Con los crucificados junto a él Jesús
inaugura el Reino de Dios. Junto a Jesús, víctima inocente, está la reacción
insolente y descarada de quien se burla de él, del que lo insulta y lo provoca. Y él
sigue callado. Sin embargo el otro malhechor, aún estando en la misma situación,
reconoce su verdad y sale en defensa del inocente, y por ello increpa a quien lo
insulta. Con sólo defender al justo y al inocente ha sido suficiente para que a este
hombre la historia lo reconozca como el "buen ladrón". Jesús anuncia la
salvación a quien reacciona solidariamente ante la agonía de los
inocentes y la muerte de los justos. El paso decisivo de este hombre
arrepentido ha sido suplicar sólo un recuerdo de Jesús en su Reino y así arranca
una palabra liberadora que sale del corazón misericordioso del Señor: "¡En verdad
te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso!". Este ladrón ha robado
hasta el mismo cielo del corazón de Cristo.
A Jesús, como a aquel padre de la parábola de los dos hijos, no le importa mucho
el pasado desgraciado de este hombre. Al más mínimo indicio, a la más mínima
señal de arrepentimiento, Jesús concede la salvación. Si la súplica de perdón al
padre era una puerta abierta por Jesús para que a lo largo de la historia la verdad
inocultable de la culpa humana pudiera encontrar siempre la misericordia divina,
y en ese encuentro la justicia y la paz se besen, ahora se ha hecho posible el
abrazo entre la misericordia, que en Jesús viene del cielo, y la verdad, que en el
arrepentido brota de la tierra. Allí está ya la salvación definitiva y el Reino de Dios,
que Jesús ha inaugurado en la tierra. Es un Reino de perdón para el que
reconoce la verdad, su propia verdad personal y en ella la verdad del
hombre y la verdad de Dios. Es un Reino de amor en el tiempo presente, al que
se puede acceder Hoy mismo cuando, como alguien se solidariza con Jesús y con
toda vida víctima inocente como él.
Pero el perdón no se puede exigir ni con él se puede hacer chantaje, no es ningún
derecho; a lo sumo es objeto de súplica, porque el perdón es más bien una
experiencia de gracia indebida, es un don inmerecido, es un regalo por excelencia,
que marca el comienzo de una vida nueva, que rehabilita a todos los que lo
experimentan trasladándolos al Reino de la luz de Jesús, y suscita una alegría
desbordante en el hombre pecador y reconciliado con Dios gracias a la Sangre de
Cristo. En todo caso, para experimentar la alegría de la salvación es preciso
siempre el reconocimiento de la verdad, porque ésta no puede ser ocultada,
enmascarada o ignorada por el perdón. Ciertamente el perdón de Dios se
ofrece a todos, pero no todos entran en el Reino en el Hoy de este tiempo
presente, porque no siempre, ni todos, invocamos el Reino desde la
Verdad y desde el reconocimiento humilde de nuestro pecado .
Finalmente, Jesús en la cruz se revela como el hombre inocente y justo, que, en
medio del espectáculo inhumano, violento e injusto, consuma su fidelidad al Padre,
perdonando a los que lo están matando. Jesús había enseñado a perdonar a los
enemigos y a poner la otra mejilla. En la cruz se cumple la palabra del perdón que
había enseñado, (Perdónalos, que no saben lo que hacen), haciendo visible un
amor inaudito que, en el himno de Colosenses (Col 1,12-20), es imagen del Dios
invisible, y al mismo tiempo el origen y la plenitud de toda la creación, el alfa
y la omega de la historia .
En el Reinado de Jesús y de la Misericordia de Dios se puede entrar en
cualquier momento. Sólo es preciso que nos pronunciemos en defensa de los
inocentes y de las víctimas, que confrontemos nuestra vida con el Justo y
reconozcamos la verdad de nuestra culpa. Cualquiera de estas reacciones nos
permitirá hoy mismo experimentar la salvación y la Misericordia
Divina . Miremos, por tanto, en el crucificado a los crucificados inocentes
de nuestro mundo de hoy y encontraremos el Reino de Dios y su Misericordia ,
en el cual Jesús es el verdadero Rey.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura