II DOMINGO DE ADVIENTO (B) (Marc. 1,1-8)
Abajar los montes de nuestro orgullo y levantar los valles de nuestros desánimos.
- El Adviento tiene tres grandes figuras, evocadoras del Nacimiento de Cristo:
Isaías, El Bautista, y, ¡como no!, María.
- ISAÍAS es, el profeta que , por antonomasia, anunció al futuro Mesías.
- EL BAUTISTA , el mensajero contemporáneo que prepara el camino del Señor.
- Y MARÍA , la singular criatura elegida por Dios para que pudiera realizarse la
Encarnación del Hijo de Dios: “nacido de mujer”, en expresión de S. Pablo.
- En este 2 1 Domingo de Adviento, Juan Bautista, es el que se constituye en
el protagonista que hace suyas las proféticas palabras de Isaías de la 1 0 lectura:
“Una voz grita en el desierto: preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa
una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que los montes y colinas
se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale”(Isaías, 40, 1-9)
- Hay un perfecto paralelismo entre las expresiones utilizadas por Isaías y el
mensaje del Precursor: “ rebajad montes”, “allanad collados”. Y ambos
mensajes son, metafóricamente, una clara llamada a la conversión.
) Qué tipo de conversión es la que predica el Bautista a orillas del Jordán?
- La naturaleza de esta conversión, a la que se nos invita, va mucho más allá de,
arrepentirnos de los pecados. El sentido original de la palabra griega utilizada
por Juan Bautista para llamarnos a la conversión es , “metanoia”, que significa,
etimológicamente, cambio profundo de mentalidad, y como consecuencia, de
actitudes, y eso va más allá de un simple abandono del pecado .
- Posiblemente los que escuchaban a Juan Bautista, que carecían de nuestros
conocimientos actuales, pudieron no entender ese profundo alcance de la
conversión a la que los llamaba el Bautista pero, nosotros hoy, con la
abundante doctrina que hemos recibido del Señor, somos inexcusables de no
percatarnos de lo que Cristo nos pide cuando nos llama a la conversión.
- Y, a esta exigente acepción de la palabra conversión es, a la que nos está
llamando el Señor en este Adviento: que, no sólo nos apartemos del pecado,
sino que afrontemos ese cambio de mentalidad que nos lleve a:
-. Cambiar nuestra jerarquía de valores,
- Poner nuestros criterios en consonancia con los del Evangelio.
- Dejar de conducirnos en nuestra vida, por sólo criterios humanos.
- Y adaptar nuestra vida al espíritu de las Bienaventuranzas.
- ¡Esta es la proclama de este Tiempo Litúrgico! Y, desde esta perspectiva,
podemos percataros de que el Adviento no es sólo un tiempo cíclico más, sino
un comprometedor reclamo del Señor a que nos dispongamos a madurar nuestra
vida cristiana y nuestra Fe, que no es sólo para creerla sino para vivirla. (1)
- Aprovechemos este tiempo “de Gracia” y de “conversión” y nos estaremos
disponiendo, cristianamente, para salir al encuentro del Señor en la Navidad.
Guillermo Soto
(1) Algunos Santos Padres, como S.Bernardo, hablaban de los tres
Advientos, las tres llegadas del Señor: la que aconteció hace dos mil años
cuando vino en la humildad de nuestra carne; la que acontecerá al final de los
tiempos, cuando Él vuelva en su gloria; y la que deseablemente acontece en la
vida del creyente que acoge al Señor. Por eso, la actitud justa de un cristiano
no es la nostalgia por aquella primera llegada de Jesucristo en Belén, ni
tampoco el temor por la última venida, al final de los tiempos. La actitud de un
cristiano, que quiere celebrar en serio la venida cotidiana de Dios, es
precisamente prepararse en el sentido que indican Isaías y Juan Bautista.